La función de los diferentes nutrientes que el organismo absorbe a través de los alimentos (hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas, minerales, agua) es básicamente la misma para cualquier edad pero adaptada a ciertas prioridades y distintas circunstancias según la etapa de la vida.

En la infancia y la adolescencia prevalecen objetivos de desarrollo y crecimiento. Más adelante, en la etapa adulta, las cualidades físicas y mentales alcanzan su máxima eficacia, mientras que en la madurez lo esencial es mantener un buen estado nutricional y prevenir enfermedades.

En edades más avanzadas, los objetivos se centran en ralentizar el declive funcional y lograr un envejecimiento activo y saludable.

Comer en la primera infancia

Abarca fundamentalmente los dos primeros años de vida. La talla y el peso aumentan de manera espectacular con importantes demandas energéticas y nutricionales. Durante los cuatro o seis primeros meses, la leche materna se ajusta a la disponibilidad funcional de los órganos digestivos y renales del bebé.

Desde esa edad la alimentación materna debe complementarse para evitar déficits energéticos y carencias de hierro y otros micronutrientes. El primer alimento no lácteo que se introduce en la dieta de un lactante son los cereales a fin de añadir hidratos de carbono en mayores cantidades, pero también proteínas y vitaminas.

Las verduras aportan minerales, vitaminas y fibra. Pero no se suelen introducir antes de los seis meses. Las frutas, con sus vitaminas, azúcares y fibra, se prescriben entre el quinto y el sexto mes.

A partir de los dos años de edad ya se puede comer prácticamente de todo. Los cereales, las legumbres, las verduras y las frutas deberían constituir la base energética de la alimentación cotidiana por su aporte en carbohidratos, fibras, vitaminas y minerales.

El azúcar y los dulces se han de consumir moderadamente, sobre todo para obviar problemas futuros de sobrepeso y de salud en los niños, tan usuales en los últimos años.

Enseñar con el ejemplo

La adquisición de hábitos alimentarios saludables en la infancia es crucial en la vida de cualquier persona. Los seres humanos, al igual que otros omnívoros, tienden al rechazo de aquellos alimentos que no les son familiares.

Los niños suelen constituir un claro ejemplo de ello. Es conveniente ir ofreciéndoles paulatinamente y en pequeñas porciones los nuevos alimentos, a fin de inculcarles su consumo. No obstante, hay que recordar que en el proceso de
adquisición de hábitos alimentarios saludables es fundamental el papel del entorno familiar.

Los padres no solo deciden lo que el niño come sino que también actúan como modelos. Y el niño aprende sobre todo a partir del ejemplo.