Aunque las temperaturas suelen empezar a mejorar en febrero, estamos en invierno y la naturaleza sigue todavía bastante dormida en algunas zonas. Poco a poco aparecen los primeros signos de que avanzamos hacia una nueva estación.

Si queremos alimentarnos de forma más acorde con la naturaleza, debemos tenerlo en cuenta, pero, sin duda, simplemente consumir alimentos de temporada y de proximidad ya será de gran ayuda. 

Según la medicina tradicional china, en esta época debemos seguir prestando especial atención a los riñones y también a la vesícula. Pero empezar a pensar en cuidar el hígado, el órgano que rige en primavera, puede ayudar a llegar a ella más preparados y prevenir las alergias o la astenia.

¿Qué alimentos de temporada ofrece la huerta en febrero?

En febrero la huerta sigue dando muchos de los alimentos de invierno que encontrábamos en enero. Contamos con todas las raíces y verduras que tan bien nos van para elaborar cremas, caldos y potajes: acelgas, borrajas, apio, todo tipo de coles, calabaza, cardo, cebollas, chirivías, espinacas, grelos, puerros de invierno, remolachas, patatas viejas...

A las habas tiernas se les irán sumando poco a poco otras vainas, como los tan esperados guisantes y tirabeques. Es a partir de este mes y en los que le seguirán inmediatamente cuando pueden consumirse los guisantes frescos, incluso crudos, con todo su dulzor.

Los guisantes crudos te quedarán muy bien en las ensaladas, para las que seguirás contando con las lechugas de invierno, hinojo, berros o zanahoria.

Si eres de los que te cuesta renunciar a los tomates en invierno, podrás disfrutar del apreciado tomate raf, una variedad menos amiga del calor que la mayoría y que ahora se recoge naturalmente en Andalucía.

Asistimos también a una segunda floración de alcachofas. En Navarra se recoge la Blanca de Tudela y en Cataluña las alcachofas se sirven a la brasa en las "calçotadas" junto a los "calçots", las deliciosas cebollas tiernas de tallo largo que se disfrutan en esta época.

En cuanto a las frutas, algunas cuya temporada se inició en otoño desaparecen. Si te gustan el caqui o la granada, puede que en algunas zonas ya no los encuentres; si tienes suerte, aprovecha para despedirte de ellos.

Sí siguen estando en temporada los cítricos, que en general aguantan bien el frío. Encontrarás naranjas, entre ellas la sanguina, pomelos, limones... Incluso tendrás aún clemenvillas, aunque en el caso de las mandarinas la temporada está llegando a su fin. Contamos, asimismo, con manzanas, aguacates, kiwis, mangos, piñas y tamarillos.

12 frutas y verduras de febrero: ¡incorpóralas a tu menú!

Podrás seguir preparando platos de cuchara y a su vez ir aligerando el menú con pequeñas delicias cuya temporada arranca ahora:

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1. Espárrago triguero, un buen depurativo

Cuando suaviza el invierno, se recogen los primeros espárragos trigueros. Son más finos que los de cultivo y de color verde, porque al crecer a la luz del sol, y no bajo tierra, desarrollan la clorofila. Si vas al campo verás a gente buscándolos, aunque también llegan a los mercados.

A los espárragos se les atribuye un efecto diurético, tanto por su riqueza en potasio como por el oloroso ácido asparagínico, que estimula la función renal.

Son, además, un tesoro vitamínico: aportan sobre todo vitamina C y ácido fólico, pero también abundante vitamina E, betacaroteno y otras vitaminas del grupo B.

  • Cómo cocerlos al dente

Lo mejor es prepararlos al vapor o hervidos muy brevemente, para que no pierdan tersura. Corta la parte blanquecina y déjalos todos con una longitud similar. Colócalos en la vaporera o, si es en la olla, de pie y atados con un hilo; si el agua no cubre las yemas, evitarás que se deshagan.

Cuécelos entre 3 y 8 minutos, según el grosor.

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2. Alcachofa para cuidar el hígado

Entre las flores comestibles la alcachofa es, sin duda, una de las más suculentas. Combina sustancias dulces y amargas que le otorgan un sabor único, pero también unas propiedades que la hacen idónea para cuidar el hígado, el corazón y el aparato digestivo.

Entre sus compuestos amargos destaca la cinarina, que al estimular la producción de bilis mejora la digestión; también ayuda a reducir el colesterol y regenerar el hígado. El toque dulce lo pone la inulina, un prebiótico que contribuye a la regulación del azúcar sanguíneo y al equilibrio de la flora intestinal.

Su temporada se inicia en otoño, pero la planta puede tener una segunda floración, que tiene lugar entre febrero y marzo.

Cruda en ensaladas de escarola, al horno o a la brasa con un poco de aceite y ajo, frita, salteada o rebozada, hervida o al vapor, guisada, rellena, en crema… las posibilidades en la cocina de las alcachofas son muchas. En esta época, aprovechando la temporada, puedes, por ejemplo, hervirlas y luego guisarlas en menestra, con espárragos y habitas. Además del ajo y el perejil, les sientan muy bien el tomillo, la salvia y la menta.

frutas-temporada-febrero-naranja-sanguina. 3. Naranja sanguina repleta de antioxidantes

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3. Naranja sanguina repleta de antioxidantes

La naranja sanguina, también llamada "roja", cautiva con su atractivo color, que es por lo que más se la conoce. Se recoge al final del invierno, después de que el frío de las noches haya activado los pigmentos que la tiñen de oscuro.

Lo que no se sabe tanto de esta naranja es que ese color se debe a sus antocianinas antioxidantes. Y, como las demás variedades de naranja, es rica en vitamina C, ácido fólico y calcio.

Depara zumos de atractivo color rojo y da un original toque a los carpaccios de fruta. Una asociación tradicional es la escarola, aunque también la endibia, los berros, las espinacas y los canónigos.

La judía verde y los brotes de soja permiten elaborar ensaladas y platos de verdura muy vistosos a los que la naranja sanguina da un aire sofisticado.

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4. Guisantes bien tiernos ricos en proteínas

Una de las delicias que brinda esta época y los meses de primavera son los guisantes, que si se consumen recién recogidos resultan mucho más tiernos y dulces.

Desechada la vaina, y bien frescos, los granos se pueden comer crudos. Así se aprovecha mejor su vitamina C, que se pierde en su mayor parte con la cocción. Si decides cocinarlos, procura no hacerlo en exceso.

Los guisantes crudos puedes disfrutarlos solos, como más les gustan a los niños, o bien añadirlos a las ensaladas.

Los guisantes, además de aportar proteínas y fibra, son ricos en vitaminas del grupo B. También proporcionan fósforo, magnesio y hierro.

Conviene consumirlos enseguida, pues con los días sus azúcares se transforman en almidón, lo que les resta dulzor.

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5. Col lombarda, una gran protectora

Las sinuosas hojas de esta col, cortadas en juliana, dan un toque crujiente y ligeramente dulce a la ensalada.

Aportan vitamina C, vitaminas del grupo B, y, como otras coles, compuesto azufrados de acción anticancerígena.

Pero, además, poseen antocianinas: de ahí su color morado. Y esto es lo que multiplica su efecto protector, pues las antocianinas son pigmentos antioxidantes que protegen frente al deterioro celular y refuerzan la salud cardiovascular.

Resulta más digestiva si se come cruda, en ensaladas o simplemente sola con vinagreta y comino, pero también resulta deliciosa cocida, con cebolla, manzana y un chorrito de vinagre.

 

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6. Calçots para compartir en la mesa

Durante el invierno y hasta principios de primavera, estas cebolletas son las protagonistas de numerosos encuentros de familiares y amigos en Cataluña.

Sin embargo, algunos restaurantes madrileños y valencianos celebran ya "calçotades", y cada vez más personas de otras zonas los disfrutan también en sus barbacoas encargándolos por internet.

Se suelen comer asados al fuego, acompañados de salsa romesco y otras viandas hechas a la brasa.

En realidad, los calçots son los brotes de cebollas replantadas. A medida que crecen se van "calzando" (calçant en catalán), es decir, se van cubriendo de tierra para que queden blancos, y esa es la parte que se come asada.

En varias comarcas tarraconenses se utiliza la cebolla blanca tardía de Lleida y cuentan incluso con Indicación Geográfica Protegida: los calçots de Valls.

Como cebollas y cebolletas, los calçots son ricos en compuestos azufrados de propiedades bactericidas y antimicrobianas. Se consideran prebióticos y buenos aliados de la circulación sanguínea.

La salsa romesco sienta de maravilla a los calçots, pero aprender a hacerla para acompañar cualquier verdura asada te dará muchos puntos en las barbacoas.

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7. Pak choi, la col china de las grandes pencas

Con grandes hojas verdes y gruesas pencas blancas, esta verdura conocida como bok choy o pak choi puede recordar a una lechuga o una acelga, pero pertenece a la familia de las coles. En España la producción se concentra en Levante y Andalucía.

De sabor ligeramente dulce, es un ingrediente básico de la cocina china y de la medicina oriental. Se emplea a menudo en sopas, salteados al wok o cocida al vapor, cocida solo ligeramente para que no pierda color y que sus refrescantes pencas queden al dente.

Al igual que otras coles, contiene compuestos azufrados que protegen frente al cáncer. A este poder preventivo se suma el de sus vitaminas: especialmente abundantes son el betacaroteno y las vitaminas B6, C y ácido fólico.

Es asimismo una buena fuente de calcio, que el organismo asimila con facilidad.

Pruébala a saltearla tres minutos con jengibre y ajo.

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8. Apio, un gran depurativo

Esta crujiente hortaliza, deliciosa cruda en ensalada e imprescindible en los caldos y potajes, contiene abundante agua, muy pocas calorías y buenas dosis de vitamina C y ácido fólico.

Sin embargo, más que por su poder nutritivo, el apio es apreciado por sus virtudes medicinales. Se considera remineralizantealcalinizantedepurativo y regulador nervioso. En el aparato digestivo actúa, además, como un bálsamo, pues sus polisacáridos calman la inflamación.

Son sus aceites esenciales, junto con su riqueza en potasio, los que le confieren un gran efecto diurético, útil en la hipertensión y los problemas articulares.

Tomarlo licuado, solo o con otras hortalizas, es una manera eficaz de aprovechar sus virtudes.

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9. Cogollos de lechuga con todo su frescor

Desde hace años vemos cogollos de lechuga en todos los supermercados, no siempre de demasiada calidad. Sin embargo, esta variedad enana de la lechuga romana, que forma cogollos naturalmente, posee unas hojas tiernas y gruesas que, cultivadas con mimo, cautivan por su firmeza e intensidad de sabor.

Un lugar muy reputado por su cultivo es la zona de Tudela, en Navarra, donde se obtienen cogollos más grandes y sabrosos que en otras zonas. Allí su temporada natural va de otoño a primavera. Otra extensa zona de producción es Ribera del Ebro.

Como otras lechugas, los cogollos aportan una gran variedad de minerales y son una buena fuente de vitaminas A, C y ácido fólico. En el tronco contienen, además, un látex blanco al que se atribuyen propiedades relajantes.

Córtalos a cuartos y alíñalos con aceite, ajo y limón. O pruébalos, por ejemplo, acompañados de un pesto de espinacas y tomates secos con piñones, albahaca y levadura nutricional.

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11. Kiwi para tus defensas y para tu piel

Al kiwi de Nueva Zelanda se le ponen objeciones ambientales debido al largo viaje que debe realizar. A los kiwis que proceden de Galicia, País Vasco, Asturias y norte de Portugal no se les puede criticar nada. ¡Fíjate en el origen!

En nuestro país el kiwi empieza a madurar en otoño y su temporada se alarga hasta finales de invierno, una época toda esta en la que su riqueza en vitamina C viene muy bien para las defensas y para mantener la piel joven.

Un solo kiwi (unos 100 g) cubre con creces las necesidades diarias de la antioxidante vitamina C.

Su popularidad como fruta reguladora es, además, bien merecida. Su fibra no solo alivia el estreñimiento sino que contribuye a la protección del sistema cardiovascular y del colon. ​

Para aprovecharla bien, prueba a cepillar la piel para eliminar el pelo y comételo con ella.

 

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10. Apionabo, un desconocido que triunfa en la alta cocina

Puede que este tipo de apio, popular en Centroeuropa, te haya pasado inadvertido en el mercado con su humilde aspecto, pero vale la pena descubrirlo. Hasta los grandes chefs se han fijado en él.

Es ligero, remineralizante y, como el apio en rama, rico en apigenina, un flavonoide antiinflamatorio y anticancerígeno.

Puedes tomarlo en ensalada a láminas o tiras, o hervirlo con patata y hacer puré. También puedes gratinarlo con unas chirivías u hornearlo con aceite y hierbas aromáticas.

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12. Acelga roja, una bomba nutritiva que ayuda a limpiar

Las verduras humildes son a veces las más generosas: las acelgas te aportan muy buenas dosis de minerales como potasio, calcio, magnesio y hierro, además de las vitaminas A, B1, B2, B6 y C.

Durante otoño e invierno es posible encontrar acelgas muy frescas que resultarán deliciosas en potajes y como guarnición, simplemente hervidas y aliñadas con un chorrito de aceite de oliva. También puedes simplemente escaldarlas o cocerlas unos minutos al vapor.

El toque de color en la variedad roja lo ponen unos pigmentos antioxidantes llamados betalaínas, que potencian la detoxificación. Una ración de 150 g te aporta toda la provitamina A requerida al día y una cuarta parte del hierro.

Además, las acelgas contienen 13 polifenoles antioxidantes, entre ellos el ácido siríngico, que favorece el control de los niveles de azúcar en sangre porque inhibe la conversión de los hidratos de carbono en azúcares simples.

Febrero también es un buen mes para...

Si sales al campo, es un buen momento para recoger espárragos silvestres. Al principio cuesta verlos, pero afinando la vista enseguida se aprende a distinguir las yemas que despuntan. Una vez en casa, puedes prepararlos como más te gusten: al vapor, en tortilla, en revueltos... ¡Más tiernos imposible!