Cerezas, fresas silvestres, arándanos... además de endulzar cualquier postre, merienda o desayuno, son algunos de los alimentos más antioxidantes, por lo que resultan beneficiosos para nuestro sistema inmunitario y corazón.

¡Incorpóralos a tu cocina!

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Moras

Las humildes moras destacan sobre todo por sus ácidos orgánicos y pigmentos flavonoides que pasan del rojo al morado oscuro y brillante cuando están dulces y maduras.

Son ricas en las tres vitaminas antioxidantes (A, C, E) y ácido fólico, aportan hierro (1,6 mg/100g) y pequeñas dosis de  potasio y fósforo. Enteras son laxantes y en zumo, astringentes.

Se utilizan en macedonia, batidos o yogures. Permiten elaborar mermeladas y helados. 

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Arandano rojo

Esta baya rosada ácida que crece en climas fríos suele comercializarse seca en nuestro país. Es rico en polifenoles antioxidantes que refuerzan el sistema inmunitario y cardiovascular (protege sobre todo la pared de los vasos sanguíneos) y previene el envejecimiento celular.

Se usa para aliviar infecciones urinarias y úlceras de estómago, y su zumo protege contra la caries. Su sabor ácido se dulcifica al deshidratarlo.

Es sabroso en zumos, salsas, compotas, jaleas y licores. También se incorpora a magdalenas y pasteles. 

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Cereza

Sus propiedades depurativas favorecen la eliminación de líquidos, gracias a su contenido en agua (80%) y potasio (210 mg/100 g).

Son ricas en antocianinas (25 mg/100 g) y ácido elágico, que combaten los radicales libres. Su contenido en fructosa y levulosa, azúcares de bajo índice glucémico, las hace adecuadas para los diabéticos.

Su zumo contiene diez veces más melatonina que las cerezas enteras. 

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Frambuesa

Emparentada con las moras, tiene un sabor acidulado que triunfa en repostería. La frambuesa es tónica, aperitiva y constituye una buena fuente de flavonoides, especialmente vitaminas E (4,5 mg/100 g), C y pectina.

Aporta fibra y minerales como potasio, hierro, magnesio y calcio. Es diurética y previene la gingivitis.

Conviene consumirla fresca, aunque se puede congelar. 

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Grosella roja

Su característico sabor ácido sugiere su alto porcentaje de vitamina C (36 mg/100 g) que, junto a sus betacarotenos, son la razón de su gran valor antioxidante. Gracias a su vitamina C, esta baya aumenta las defensas y previene las infecciones.

La grosella negra posee cinco veces más vitamina C que la roja y sus semillas son ricas en ácido gammalinolénico, como la onagra o la borraja. Su sabor combina bien con los melocotones y las uvas. 

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Fresas silvestres

Las fresitas silvestres, que maduran  durante el verano en bosques y claros,  son aromáticas, dulces y sabrosas. Muy remineralizantes y ricas en hierro y potasio, resultan excelentes para las anemias y las convalecencias.

Antiinfecciosas y antirreumáticas, su efecto depurativo ayuda a eliminar el ácido úrico. Cien gramos cubren las necesidades diarias de vitamina C.

Son exquisitas, especialmente recién cogidas, o en ensalada, helados, sorbetes, jaleas y mermeladas. 

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Ciruela roja

La ciruela es rica en vitaminas C, E, B1 y potasio. Su efecto laxante se ve favorecido por su riqueza en fibra y sorbitol. Las rojas y las negras son las más ricas en antocianinas.

Entre las primeras destaca la ciruela japonesa (Prunus salicina), de pulpa rosada, que también se cultiva en España, junto a la ciruela europea (Prunus domestica). No tiene nada que ver con la umeboshi.

Se comen frescas, como un tentempié ligero y sin pelar, porque muchos nutrientes están en su piel