Siempre que sea posible, los bebés deben ser alimentados con leche materna al menos durante los 12 primeros meses de vida, tal como recomienda la Organización Mundial de la Salud.

Ningún producto sustitutorio tiene las cualidades nutricionales de la leche. El contacto con la madre es otro alimento emocional insustituible.

Pero ahora, además, se ha descubierto que la leche materna contiene bacterias esenciales para el correcto desarrollo de la microbiota intestinal y el sistema inmunitario del bebé.

Una invasión de bacterias beneficiosas

Durante los primeros días de vida del bebé, millones de bacterias invaden pacíficamente el cuerpo del pequeño. La mayoría de microorganismos proceden del canal vaginal de la madre, de su piel y de su boca. Es posible que la placenta contribuya, pero es un asunto que todavía se está estudiando.

Del éxito de esta invasión, que se prolonga durante los dos primeros años de vida, depende que el niño y futuro adulto estén más protegidos frente a una serie de enfermedades.

Las bacterias previene la obesidad y las enfermedades autoinmunes

La leche materna aporta pocas bacterias, pero parecen ser fundamentales para el desarrollo de la microbiota del bebé y, en consecuencia, para reducir el riesgo de sufrir obesidad y enfermedades autoinmunes como diabetes y asma, entre otros trastornos de salud.

En un estudio realizado en Noruega, los investigadores siguieron la evolución de la microbiota y el índice de masa corporal en 165 niños desde el nacimiento hasta la edad de 12 años. Comprobaron que la diversidad y la composición de la microbiota tenían una fuerte incidencia sobre el riesgo de obesidad.

La lactancia es especialmente importante cuando el bebé ha nacido por cesárea o la madre o el niño han tomado antibióticos, pues compensar su efecto negativo sobre la microbiota.

Se produce una simbiosis entre la boca del bebé y el pecho de la madre

Uno de los hallazgos más recientes es que la composición bacteriana de la leche materna tomada directamente del pecho es diferente a la de la leche extraída por bombeo y consumida más tarde.

En la primera hay más bacterias beneficiosas y de tipos diferentes, mientras que en la leche extraída no se encuentran algunas y pueden proliferar bacterias patógenas.

La razón de esta diferencia es uno de los hallazgos más recientes. Según un estudio dirigido por la doctora Meghan B. Azad, del Instituto de Investigación Hospital de Niños en Manitoba (Canadá), se produce una inoculación retrógrada entre el pecho y la boca del niño.

Es decir, primero la leche de la madre modifica la microbiota en la boca del niño, y luego las bacterias orales del bebé modifican la composición bacteriana de la leche materna. Y este proceso es deseable.

Cualquier dosis de leche materna es beneficiosa

Por supuesto, es deseable que el bebé tome leche previamente extraída a que consuma un producto de fórmula. Igual que es mejor que tome leche materna durante solo unas semanas o de manera complementaria a que solo consuma un producto artificial. La dosis de leche materna, por pequeña que sea, siempre será beneficiosa.

La leche materna contiene una mezcla única de oligosacáridos, ácidos grasos, aminoácidos, hormonas, anticuerpos y bacterias que la industria está muy lejos de poder imitar.

Las nuevas tecnologías de análisis por la imagen han descubierto en la leche materna algunas bifidobacterias que pueden producir un gran impacto, como Bifidobacterium animalis.

Bacterias necesarias para dirigir azúcares beneficiosos

La naturaleza lo ha pensado todo: las bacterias arrastradas por la leche materna sirven, entre otras cosas, para que el niño digiera la increíble variedad de oligosacáridos –más de 130– que forman parte de su composición.

Los oligosacáridos y las bacterias que se alimentan de ellos desarrollan la inmunidad del bebé y lo protegen frente a infecciones y peligrosas diarreas. Es una protección de la que no pueden disfrutar los bebés alimentados con productos de fórmula.

La sabiduría del cuerpo no acaba ahí. Estudios realizados en la Universidad Bar-Ilan en Israel sugieren que el organismo de la madre se prepara antes del parto para multiplicar las bifidobacterias que va a necesitar el niño.

La madre, además, puede tomar iniciativas para reforzar la microbiota. La doctora Sara Edwards, investigadora en la Universidad de Emory, recomienda hacer ejercicio físico, evitar el estrés y consumir alimentos que contengan bacterias o las nutran, como el yogur, el kéfir, la kombucha o la chucrut.

Referencias:

  • Merete Eggesbø et al. Gut Microbiota in the First 2 Years of Life and the Association with Body Mass Index at Age 12 in a Norwegian Birth Cohort. Clinical Science and Epidemiology.
  • Litonjua et al. Diet during Pregnancy and Infancy and the Infant Intestinal Microbiome. The Journal of Pediatrics.
  • Omry Koren et al. Progesterone Increases Bifidobacterium Relative Abundance during Late Pregnancy. Cell.
  • Meghan B. Azad et al. Composition and Variation of the Human Milk Microbiota Are Influenced by Maternal and Early-Life Factors. Cell.