Colocar en un pedestal a la persona de la que nos hemos enamorado puede llevarnos a generar determinadas expectativas románticas que a veces no se cumplen. Para evitar esta decepción es fundamental vivir el presente y no tener prisa, tomarnos un tiempo para conocerle (y también para que la otra persona nos conozca). Despacito podemos conocernos más a fondo y evaluar si hay condiciones, o no, para quererse bien y para disfrutar del amor.

¿Por qué no funcionó si estábamos enamorados?

Las relaciones humanas son así: nos juntamos para probar a ver si funciona. A veces no funciona, a veces solo funciona durante cuatro meses, a veces incluso funciona durante años. Las relaciones están vivas y van cambiando: están en permanente construcción. Por eso se acaban: porque a veces nos damos cuenta de que cada cual está en un punto del proceso diferente, porque la convivencia va erosionando el amor, porque el romanticismo y el enamoramiento van disminuyendo y no surge el amor… ¿Por qué?

El amor no es suficiente para construir una relación. También tiene que haber toneladas de generosidad, empatía, compañerismo, sinceridad, valentía, capacidad de escucha y comunicación. Tiene que haber condiciones para que podáis quereros

Es necesario que el nivel de ganas sea el mismo, que tu enamorado o enamorada sean buenas personas, que haya feeling y química sexual.

Para que las cosas funcionen, el modelo de pareja que tiene cada uno debe ser similar al del otro, o parecido, que estéis en un momento similar y vuestros deseos y apetencias sean compatibles, que podáis veros en directo y sin pantallas, que no haya muros que os impidan vivir vuestro amor…

También hay que tener en cuenta todo lo demás: si hay condiciones económicas que no generen dependencia, si el entorno social acepta la relación, si podéis vivir vuestro amor en libertad, si la otra persona es capaz de gestionar sus emociones en los conflictos o en momentos de tensión, si la relación está basada en el respeto y el buen trato…

El problema es idealizar o mitificar a una persona

Las expectativas las construimos siempre sobre el futuro. Pero lo cierto es que, antes de declarar a alguien el amor de tu vida, es muy importante conocerse bien y a fondo. También conviene analizar de vez en cuando si la relación va o no va, si estamos bien o no, si queremos seguir o no. Hay que estar preparados por si llega el momento en el que te das cuenta de que en realidad no vas a ser feliz en la relación, o no vas a poder hacer feliz a la otra persona, para ser honesta contigo misma y con tu pareja.

Si una persona nos gusta y conectamos bien con ella, vamos a disfrutar mucho más si no la encajamos en nuestro modelo ideal, creado según nuestras necesidades, si no la mitificamos y si no idealizamos la relación. Porque cuanto más nos ilusionamos con la idea romántica de que hemos encontrado al amor de nuestra vida, más nos lleva la realidad a la decepción.

Y vivir en ese ciclo constante de la ilusión/decepción no nos hace bien: cuanto más alto soñamos, más rápido caemos, y duele. Duele creer que estamos frente a nuestra alma gemela o nuestra media naranja y luego ver que a la otra persona se le han bajado las ganas de estar contigo a diez metros bajo tierra.

Duele también mucho el idealizar a alguien y luego descubrir que no es como deseábamos que fuese.

Las expectativas se pueden trabajar desde la toma de conciencia del presente: “lo que hay aquí y ahora es un deseo de quererse, pero vamos a probar a ver si somos compatibles, si hay condiciones, si podemos disfrutar de esta historia de amor o no”. Estos pensamientos prácticos nos pueden ayudar mucho a frenar la imaginación y contener el deseo de encontrar al compañero o compañera ideal.

Porque de lo que se trata es de probar a ver si podemos querernos bien y cuánto tiempo. Y de disfrutar de lo que hay, no de soñar con lo que está por venir. El presente es nuestro único patrimonio, y es el único lugar en el que se puede vivir el amor con plenitud: en el instante que estamos viviendo.