En nuestra cultura romántica patriarcal, el amor para las mujeres ha de ser el centro de nuestras vidas, y para los hombres no. A nosotras nos seducen para que soñemos con el amor fusión que nos unirá para la eternidad al amado; a ellos para que sueñen con ser amados, admirados y respetados.

Para nosotras, el amor es la salvación; para ellos, no. A nosotras el amor nos pone de rodillas, a ellos en el trono.

Mujeres y hombres tenemos concepciones y modelos amorosos diferentes.

No le damos la misma importancia al amor, y cuando nos juntamos, esta diferencia nos hace sufrir mucho.

Los hombres educados en el patriarcado suelen ser más prácticos, y las mujeres, cuanto más patriarcales, más dramáticas y trágicas.

Los hombres quieren estar cómodos y que no les den problemas, las mujeres queremos relaciones profundas y compañeros comprometidos con el vínculo amoroso. Los hombres no quieren renunciar a su libertad y a su diversidad sexual y amorosa, las mujeres en cambio podemos sacrificarnos y renunciar a todo cuando nos enamoramos locamente.

Los hombres no saben hablar de sus sentimientos, nosotras dedicamos toneladas de horas en hablar de lo que sentimos.

Así las cosas, resulta muy difícil quererse, porque para que una relación funcione, las dos personas tienen que tener las mismas ganas, ponerle las mismas energías, vincularse emocionalmente y comprometerse al mismo nivel, y hablar el mismo idioma amoroso.

Cuando no hay reciprocidad o cada uno tiene un modelo amoroso distinto, entonces hay que negociar, y resulta difícil llegar a acuerdos para estar juntos cuando cada uno tiene sus intereses, sus apetencias, y sus necesidades. Ahora que está tan de moda el poliamor, hombres y mujeres lo viven de forma diferente.

Los hombres siempre han sido poliamorosos, sólo que antes tenían que traicionar, y mentir a sus parejas, y ahora no. Ya no tienen que engañar, ni sentirse culpables: muchos pueden imponer sus condiciones en la pareja, y ahora pueden tener cuantas parejas deseen.

Para las mujeres está siendo más complicado porque nosotras fuimos educadas en el mito romántico de amor exclusivo y monogámico, por la presión social que recibimos del entorno, y por la dependencia emocional que nos lleva a intentar probar otras experiencias amorosas de las que a veces salimos heridas, porque no tenemos herramientas para disfrutar de la poliamoría, ni para trabajarnos los celos y el miedo.

Los hombres patriarcales se sienten atrapados cuando se juntan con mujeres cuyo modelo amoroso es monogámico y fusional, y muchos salen corriendo porque no admiten imposiciones. Y porque les suele dar terror el verse atrapados en una relación formal que acabará en boda y en familia feliz.

Generalmente no se sienten preparados para ello.

Otras veces el problema es el ritmo y la intensidad: hay gente que necesita ir despacio para conocer bien a la otra persona, y hay gente que va a toda velocidad y se carga de intensidad, y cuando no son compatibles, es difícil que la relación salga adelante. Porque cuando no hay equilibrio, danzar es complicado.

Se sufre mucho intentando bailar al compás cuando cada cual tiene su ritmo.

Hay parejas que logran llegar a acuerdos porque a pesar de las diferencias, les apetece estar juntos, y quieren intentarlo negociando y haciendo pactos para que ambos miembros de la pareja estén felices.

Cuando uno de los dos se sacrifica por el otro, entonces es también difícil que la relación funcione, porque no hay equilibrio posible, sólo hay un miembro que se beneficia y otro que cede, que se resigna y aguanta como puede.

Cuando después de muchas conversaciones e intentos las negociaciones no dan sus frutos, es mejor separarse. Cuando no logramos estar los dos felices, es mejor separarse.

Cuando uno se entrega y el otro no, es mejor separarse.

Cuando uno se compromete hasta el fondo y el otro no, es mejor separarse. Cuando uno impone al otro su modelo amoroso y no hay manera de disfrutarlo, es mejor separarse. Cuando no logramos entender el amor de una forma parecida, cuando cada cual lo vive a su manera, cuando cada uno tiene expectativas diferentes a las del otro, es mejor separarse.

Siempre es mejor separarse que estar en una relación en la que no hay afinidad, ni hay puntos en común, ni es posible compatibilizar los deseos de ambos miembros de la pareja. Cuando tenemos ideas diferentes sobre nuestra pareja ideal, cuando cada uno quiere una cosa diferente, es mejor plantearse si hay condiciones para disfrutar del amor. Y si no las hay, lo mejor, es separarse.