El podcast Medita conmigo de Lidia González Alija te guiará para realizar esta meditación. 

Las sensaciones de dolor o las sensaciones físicas desagradables como tener mucho frío, mucho calor o hambre, suelen hacerse muy presentes en nuestra conciencia. Como son sensaciones muy directas, las podemos usar también como objetos de meditación de forma efectiva, es decir, como oportunidades para entrenar nuestra serenidad y claridad mental.

Me gustaría contarte una pequeña anécdota personal en relación a esto. Durante un tiempo estuve viviendo en Suecia y allí acudía a la sauna varias veces por semana. Al salir de ella, observaba como todo el mundo se duchaba con agua muy fría sin apenas reaccionar a ella. Para mí eso era algo que me creaba muchísimas resistencias, ya que lo asociaba con un dolor y malestar muy agresivos.

Un día respiré profundamente y me metí bajo el chorro sin dejarme llevar por los gritos de mi mente o por su reacción desbocada, sino enfocándome simplemente en las sensaciones desnudas. Pude sentir e incluso disfrutar de la sensación de frío de forma calmada anclándome en mi respiración, y me pareció maravilloso. Ahora puedo hacerlo siempre que quiero, sin sentir miedo o resistencia a ello.

Esta pequeña anécdota fue un gran paso para mí a nivel simbólico. Siento como mi poder interior se expandió y el poder limitante de mi mente se volvió un poquito más débil. Y siento como todo ello contribuye activamente a mi libertad.

Lo que resistes, persiste. lo que aceptas, se transforma

Nuestro instinto natural de supervivencia hace que consideremos al dolor como una amenaza y que queramos huir de él de forma automática, resistirnos a él, rechazarlo. Sin embargo, parece que este rechazo al dolor agudiza las sensaciones dolorosas y las mantiene, lo cual puede ser como un pez que se muerde la cola.

Cuando aprendemos a observar las sensaciones dolorosas simplemente, su incomodidad se vuelve más soportable. Esto no hace que la sensación de dolor desaparezca necesariamente, pero sí que el sufrimiento asociado a él deje de percibirse como tal. Y, de hecho, podemos usar esas sensaciones de dolor para aumentar la fuerza de nuestra claridad observando a nuestra mente lidiar con estas situaciones.

Ahora bien, si nuestra intención al meditar sobre el dolor es librarnos de él, estaremos cayendo de nuevo en esa dinámica mental y reforzando los patrones neuronales asociados con el miedo al dolor. Sin embargo, si observamos el dolor de forma objetiva, estaremos naturalmente debilitando esos patrones.

Cómo meditar sobre las sensaciones dolorosas

  • Siéntate con las espalda erguida si es posible, y acomódate. Cierra tus ojos.
  • Deja que tu cuerpo y que tu mente reposen y se desprendan de tensiones. Y observa cómo se vuelven más calmados y relajados poco a poco.
  • Ahora puedes identificar una sensación dolorosa en tu cuerpo, puede que lleve acompañándote un tiempo.
  • Obsérvala.
  • Mientras los haces, observa también cómo tu mente interpreta esa sensación como sufrimiento.
  • Continúa observando la sensación de dolor desde fuera, de la manera más objetiva posible. Obsérvala como cualquier otra, observa la experiencia de la sensación.
  • Puedes probar a sonreír ligeramente mientras observas y date cuenta del efecto de ello en tu cuerpo.
  • Dale el permiso a la sensación dolorosa para estar ahí.
  • Quizás observes cómo tu mente quiere deshacerse de esa sensación. Observa esa resistencia y dale también el permiso para estar ahí.
  • Vuelve a la sensación de dolor, observándola con apertura y curiosidad, sin intentar librarte de ella, como si estuviera fuera de ti. Aceptándola de forma amable.
  • Puedes colocar una mano sobre esa parte de tu cuerpo donde sientes ese dolor y dejarla reposar ahí suavemente.
  • Ahora hazte consciente de tu cuerpo en su conjunto, integrando esta sensación con todas las demás en el amplio paisaje de tu cuerpo. Observa el conjunto sin centrarte en ninguna sensación en concreto.
  • Poco a poco puedes comenzar a moverte y a respirar más profundamente.
  • Cuando lo sientas abre tus ojos.