Miquel Porta me recibe en su despacho del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, en el frente marítimo barcelonés. Su especialidad son los tóxicos que hallamos en el ambiente, en la comida, la bebida, los maquillajes, los jabones… y en nuestro cuerpo. Un conocimiento que ha plasmado en su libro Vive más y mejor (Ed. Grijalbo, 2018).

"No calientes la comida en envases de plástico"

—¿Dónde se encuentran las sustancias tóxicas?
Las principales fuentes de exposición son los alimentos y sus envases, lo que bebemos y respiramos, y luego el lugar de trabajo y bienes de consumo como textiles, alfombras, ropa, productos electrónicos, de limpieza e higiene personal… También hay juguetes con estas sustancias que en la boca de los niños pequeños se convierten en un gran foco de contaminación.

—¿Cuáles son las más peligrosas?
—Probablemente las dioxinas, que son cancerígenos muy potentes y están en las cadenas alimentarias, animales y humanas. En las grasas de origen animal suele haber dioxinas a bajas concentraciones. También son disruptores endocrinos que contribuyen a causar diabetes, trastornos de tiroides, infertilidad… Son un ejemplo de contaminantes que se conocen desde hace décadas. Otros tóxicos parecidos, en el sentido de que tienen átomos de cloro, son los policlorobifenilos (PCB), que también están en las cadenas alimentarias, animales y humanas.

—¿Qué las diferencia?
—Las dioxinas no se fabrican, sino que las emiten las viejas incineradoras y luego entran en la cadena alimentaria, mientras que los PCB sí que se comercializaron durante muchos años en infinidad de productos, pero sobre todo como aislantes en transformadores eléctricos. Los transformadores con PCB se prohibieron, pero no se eliminaron, siguen ahí y de hecho España fracasó en su compromiso con la Unión Europea de hacer un inventario de transformadores eléctricos que contenían PCB, de modo que actualmente hay miles de ellos contaminando.

—¿Y el DDT, uno de los plaguicidas más emblemáticos?
—El DDT se prohibió hacia 1977 en España y desapareció del mercado y de la sociedad, pero lamentablemente se sigue detectando en las embarazadas, por ejemplo. Es un plaguicida que se empleó en la agricultura posterior a la Segunda Guerra Mundial. Se produjo de manera intensiva, había fábricas en España, al igual que de lindano, que es otro producto relacionado con el DDT. Lo positivo es que no se sigue usando; lo negativo, que hay grandes depósitos de lindano, por ejemplo en Sabiñánigo (Huesca), en la cuenca del río Gállego, un lugar fantástico con una fábrica enorme y abandonada, Inquinosa.

—¿Qué pasó con esa fábrica?
—Cuando las autoridades prohibieron los vertidos al río y en la comarca, se cerró con el lindano dentro y se invirtieron grandes cantidades de dinero intentando acotar aquello. Se han querido trasladar los residuos, ha habido desprendimientos de tierra… El lindano ha llegado hasta el río otra vez y Aragón todavía piensa qué hacer. En el País Vasco y en Galicia, lo mismo. Hay depósitos de lindano que se enterraron y de vez en cuando reaparecen. Por tanto, no es tan raro que lo encontremos en los alimentos y en nuestros cuerpos. Y es razonable que los ciudadanos quieran conocer la magnitud de esta contaminación interna y sus posibles efectos nocivos para la salud.

—También se detectan retardantes de la llama (antiincendios) en análisis de orina…
—Sí, en la década de 1980 se empiezan a detectar polibromados, que en vez de átomos de cloro como las dioxinas, tienen átomos de bromo, pero también son disruptores endocrinos y afectan al tiroides, y por tanto a la inteligencia y al desarrollo psicomotor.

—¿No son cancerígenos?
—El problema no solo es el cáncer. Los polibromados se conocen como retardantes de la llama. Se usan para ignifugar tapicerías, colchas, cortinas, alfombras, muebles, aparatos electrónicos… ¡Durante años se fabricaron pijamas de niño impregnados de retardantes de la llama! Y eso influía en el desarrollo de la inteligencia de los niños. Se intentó prohibir y luego una o dos empresas consiguieron parar durante años toda la legislación para controlar estas sustancias.

—¿De qué manera nos afectan hoy este tipo de sustancias?
—El abanico de enfermedades es muy amplio, porque va desde la infertilidad (España tiene unas tasas muy altas) a malformaciones congénitas en niños, del tracto genito-urinario, problemas de aprendizaje, alergias, enfermedades autoinmunes de las que nunca se aprecia la causa; diabetes tipo 2, diversos tipos de cáncer, algunos casos de obesidad, párkinson y alzhéimer. Sin embargo, lo que sabemos sobre sus efectos tóxicos también es mucho y muchas políticas de control han funcionado.

—¿No se pueden eliminar, expulsar del cuerpo?
—Algunas se eliminan, otras no. Cuando se hacen análisis de orina es frecuente encontrar plaguicidas organofosforados, retardantes de la llama, residuos plásticos… Tengo la impresión de que estamos en un punto de inflexión con el plástico. Las conciencias y las conductas están mejorando. Tenemos los mercados locales de toda la vida, como, en Barcelona, el de la Boquería en las Ramblas o el de Santa Caterina, y otros, que son una maravilla para comprar alimentos de más calidad y para usar menos plásticos.

—¿Cómo podemos evitar o reducir el riesgo?
—A nivel individual, no calientes comida en plástico, por ejemplo. Si la cocinas para llevarla al trabajo, déjala enfriar en una fuente de cristal o metálica y luego la pones en un recipiente que puede ser de plástico y, en el trabajo, la vuelcas en un plato de cerámica que puedes calentar. También está lo que puedes hacer con los compañeros de trabajo, la familia o en la escuela.

—¿A qué se refiere?
—Tienes que hablar con la gente en el lugar de trabajo y educadamente les dices: la próxima concesionaria de la cafetería tiene que dar platos. En jabones hay que evitar, si se puede, los parabenos y los ftalatos, y en desodorantes y dentífricos, el triclosán. Si puedes, hazlo, pero que sea algo constante porque hacerlo solo un día no arregla nada.

—¿En qué medida se relacionan las sustancias más peligrosas con la incidencia de cáncer?
Contribuyen a causar algunos linfomas, leucemias, cánceres cerebrales y de hígado. Todos tenemos amigos muertos por cánceres que no fumaban. La principal causa de la contaminación por cadmio es fumar, pero también se halla en las pilas, el pescado, en parte de la contaminación industrial de ríos y mares, y en parte de la cadena alimentaria.

Necesitamos medidas individuales y colectivas: no fumar, regular el humo de segunda mano en lugares públicos (¡en lo que hemos mejorado un montón!), mayor control de las emisiones industriales y una mejor regulación de la agricultura y la ganadería.

Los problemas de tiroides son la punta del iceberg

Es probable que haya un problema de salud del que solo vemos actualmente la punta del iceberg. Son las alteraciones de tiroides en las mujeres. Hoy sabemos que algunas sustancias contribuyen a causar estos problemas.

Son mujeres que sienten un gran cansancio a última hora del día y que dicen: "No puede ser que esté tan cansada…". A veces, cuando van al médico, les diagnostican un problema un poco fronterizo de tiroides…

La causa de estas alteraciones radica en la exposición a disruptores endocrinos. Muchos problemas de hipotiroidismo o hipertiroidismo, que se califican a veces como enfermedades autoinmunes, tienen una causa ambiental.