"Tenemos más posibilidades en cada momento de las que pensamos", ha dicho el maestro zen Thich Nhat Hanh. Por eso, para no perdérnoslas, debemos estar atentos.

Esta posibilidad nos la brinda el mindfulness que, como la meditación en marcha, forma parte de la filosofía que este vietnamita pacifista, nominado al Nobel de la Paz, y autor de más de cien libros, sigue difundiendo por el mundo.

Todo ello lo cuenta la reciente película Camina conmigo rodada en Plum Village, la comunidad budista que Thich Nhat Hanh creó en 1992 en el sur de Francia y donde lleva más de 30 años viviendo en el exilio.

Justo porque hemos olvidado a veces practicar la consciencia plena en el mundo complejo y caótico en el que vivimos, los monjes de Plum Village viajan por el mundo guiando retiros y giras monásticas sobre el arte de vivir despiertos.

Así, orientada a la paz, el 12 de septiembre del 2017 tuvo lugar una multitudinaria meditación en silencio en el madrileño parque de Santander, junto a la zona infantil de juegos.

Meditar caminando, en silencio y unidos

En absoluto recogimiento, los asistentes mostraron la voluntad de fundirse en uno, apagando los ruidos del parque, hasta las voces de los niños. Solo el gorjeo de algún pájaro y el batido del aire en las hojas de los árboles se permitieron marcar el ritmo de la meditación.

Poco importaba si las zancadas por el impacto de las zapatillas de los corredores sobre la pista de atletismo anexa se integraban en los estímulos del parque, porque ese era el reto: acoger en paz todo lo que nos rodea en la ciudad apreciando el aquí y el ahora.

De pie, sentados sobre el asfalto, compartiendo una estera entre amigos o en sillas plegables que llevaron algunos asistentes, los cuerpos se acomodaron a una meditación de 15 minutos en un ambiente variopinto de familias, parejas, amigos, solitarios, algún perro y algún pequeño.

Saborear cada paso

El pacto de proseguir meditando a pie y en procesión tras los monjes hasta la glorieta de Quevedo se fue cumpliendo sin murmullos, con parsimonia.

Quien más quien menos intentaba cumplir los preceptos de "Thay" –así le llaman– y saborear despacio cada pisada.

"Nada fácil" para Adela, prejubilada, para quien "el camino une energías" y que confía que actos como este "sirvan para lograr un día la paz".

Para Tina, al caminar los ruidos de la ciudad no molestan. "Es como si estuvieras protegido porque aceptas el silencio intenso, que es más fuerte que el ruido exterior".

O dicho por el maestro: "Caminamos por el placer de caminar. Caminar sin llegar, esa es la técnica".

La joven Nieves, integrante de la Sangha Amanecer, uno de los grupos que siguen a Thich Nhat Hanh y meditan caminando, se apuntó hace año y medio a una tradición que considera "llena de sencillez y amor por la Tierra que todos pueden sentir a pesar de su credo. Por eso todo me resuena".

Más allá de las religiones

Laura, que estudió Filosofía y se interesa por los grupos y el comportamiento de masas, nos confesó que acompañaba a un amigo "católico que abraza cualquier acto de espiritualidad como este". Ella solo quería ver si los asistentes actuaban de forma sectaria, "lo cual no está sucediendo: todo transcurre con una normalidad sosegada y sin cánticos, pancartas ni consignas".

¿Religiones? "Nunca las hay", confirmó Alfonso, cincuentañero marchante por la paz en otras caminatas de Plum Vilage como la que en mayo partió de la Plaza de Oriente hasta Templo de Debod.

"Solo es una manifestación en silencio por una ciudad, muy despacio, juntos, entre budistas y no, como yo, católico, que espero que haga reflexionar a quienes nos vean", porque meditando él ha logrado simplificar su vida y hacerla más liviana.

"Estamos llenos de ruido y consumismo, no escuchamos nuestra voz interior", nos comentó Ana María, seguidora de la filosofía de Thay: "un ser de paz".

Camina conmigo es una película monumento a la obra de Thich Nhat Hanh. Arranca, cómo no, con una meditación silenciosa y en marcha tras la que se recogen momentos de la vida en el Plum Village. La ceremonia del corte de pelo de los postulantes se muestra con tanta naturalidad como en los retiros se acoge a familias con niños.

El mensaje es sencillo, un relato muy humano donde "el sonido sagrado es el silencio", aunque cada 15 minutos en la comunidad todos paran al tintinear las campanas para volver al presente y huir del automatismo. Pues, como dice el maestro, "hemos corrido, pero no hemos llegado".