El uso del glifosato tiene los días contados en la Unión Europea. O mejor dicho, los años. Y serán 5. Podrá utilizarse, con ciertas limitaciones, hasta el año 2022.

La decisión se ha tomado después de una ardua y polémica negociación que ha tenido enfrentados a los países europeos, agricultores y ecologistas hasta el último momento.

Elglifosato, el herbicida más utilizado en todo el mundo, es el que más debate ha generado en los últimos tiempos por sus posiblesefectos negativos sobre la salud y las presiones para que se prohíba.

Prohibir el glifosato: más vale tarde que nunca

La oportunidad de desterrar el glifosato de Europa estaba al alcance de la mano. En diciembre de 2017 expiraba la licencia para vender el herbicida en la Unión Europea y a medida que se acercaba la fecha las presiones para que no se renovara habían ido en aumento.

No renovarla habría comportado su retirada inminente del mercado. Asociaciones ecologistas y de consumidores lanzaron campañas como #StopGlyphosate, que recogió más de 1.300.000 firmas de ciudadanos que pedían frenar esa renovación y que el herbicida dejara de utilizarse.

Algunos gobiernos europeos, con Francia a la cabeza, se oponían también a su comercialización.

Qué es el glifosato

Esta molécula es el principal ingrediente del herbicida Roundup comercializado por la empresa Monsanto. La multinacional la desarrolló en los años 70 y hasta el año 2000 tuvo la patente. Desde que perdió la exclusiva, se utiliza también en herbicidas de otros fabricantes y marcas, en más de 750 productos diferentes.

En la actualidad se venden unas 700.000 toneladas de glifosato al año en todo el mundo.

Es un herbicida sistémico que penetra en las plantas para destruirlas desde dentro. Y no es selectivo, es decir, no discrimina entre plantas.

De hecho, Monsanto ha desarrollado también semillas de cultivos resistentes al glifosato, cuya generalización ha comportado un gran incremento en el uso de este compuesto en los últimos años.

Un riesgo para la salud

El Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer, un organismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alertó en 2015 sobre la relación del glifosato con el cáncer y lo clasificó como “sustancia probablemente cancerígena”.

Sin embargo, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA) descartaron el riesgo de cáncer por exposición al glifosato.

A las agencias europeas les llovieron las críticas, pues se ha cuestionado la imparcialidad de los estudios sobre su inocuidad en que se basaron para descartar el riesgo. Pero es el criterio en el que también se han apoyado algunos países para defender la continuidad del herbicida.

Estudios epidemiológicos apuntan a la relación entre la exposición al glifosato y un mayor riesgo del linfoma no-Hodgkin. También se ha asociado a daños en el cromosoma humano, lo que haría especialmente vulnerables a las mujeres embarazadas expuestas a esta sustancia.

Investigaciones en animales indican asimismo un posible aumento del riesgo de tumores renales, de páncreas y de piel. Y un estudio relativamente reciente apunta a un posible efecto dañino sobre la microbiota intestinal.

Contamina suelos, personas y alimentos

En un estudio publicado este pasado verano, llevado a cabo por la universidad de Wageningen (Países Bajos), se detectaron residuos de glifosato en el 45% de los suelos europeos, incluidos los de cultivo. Dinamarca, Reino Unido y Portugal son los países peor parados. Grecia e Italia, los menos contaminados.

Su elevada presencia en los suelos refleja no solo que se trata de una sustancia muy utilizada, sino también persistente en el medio ambiente. Algunos de los suelos contaminados se encuentran, además, en zonas vulnerables a la erosión por agua o viento, lo que facilitaría su dispersión.

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Esta alarmante cifra de contaminación de los suelos está en consonancia con los resultados de otros estudios que han analizado la presencia de glifosato tanto en personas como en alimentos de uso corriente:

  • Un estudio de la Fundación Heinrich Böll, realizado en 2016, detectó glifosato en el 99,6% de las muestras de orina de ciudadanos alemanes analizadas, y de estas, el 75% presentaba niveles cinco veces superiores al límite legal permitido para el agua de grifo.
  • La contaminación es más elevada en las personas que consumen carne que en las personas vegetarianas o veganas. Esto podría deberse a los altos niveles de glifosato que presentan los piensos transgénicos a base de soja y maíz, desarrollados para resistir la exposición al glifosato, con los que se alimenta a los animales.
  • Hay asimismo datos de su presencia en los alimentos. Varios estudios han detectado glifosato en helados, especialmente en las variedades con más ingredientes de la familia de los cereales.
  • Generaciones Futuras, una organización ecologista francesa, halló glifosato en 16 de una selección de 30 productos de supermercado, principalmente en cereales de desayuno, legumbres y pastas.
  • En Reino Unido otro estudio concluyó que el 60% de las barras de pan que se vendía en el país contenía restos de plaguicidas o herbicidas, con el glifosato a la cabeza.

Del uso masivo a la prohibición

Algunos países y algunas regiones han limitado ya el uso del glifosato entre particulares o la administración local.

En Francia, el país que más ha abogado por prohibirlo en la Unión Europea y que en las negociaciones había llegado a aceptar solo una renovación de 3 años, se ha desautorizado el uso del herbicida en el caso concreto de particulares y la administración local.

Sin embargo, el glifosato sigue utilizándose ampliamente en la agricultura francesay, tras conocerse el acuerdo de la Unión Europea de renovar su comercialización otros 5 años, el presidente Emmanuel Macron ha anunciado que tomará medidas para adelantar su prohibición total en el país a tres años.

La posición de España en este asunto ha sido totalmente opuesta a la de Francia. Se ha mostrado contraria a limitar la licencia del glifosato y ha votado a favor del acuerdo que ahora se ha adoptado.

No obstante, Barcelona dejó de utilizar el herbicida en 2015 y Madrid vetó su uso en carreteras de su competencia al año siguiente.

Las licencias para comercializar este tipo de productos en la Unión Europea se suelen renovar por periodos de 15 años. Ante la negativa de algunos países a alargar la del glifosato durante tanto tiempo y las presiones de la industria agrícola en sentido contrario, la Comisión Europea había tratado de lograr un acuerdo para ampliarla solo a 7 años. Sin embargo, no había acuerdo y la decisión estaba en el aire.

Durante las negociaciones, el Parlamento Europeo había pedido a la Comisión que tuviera en cuenta el principio de precaución y le había reprochado que una renovación de la licencia “no permite garantizar un elevado nivel de protección de la salud humana y animal ni del medio ambiente”.

En esta dirección los parlamentarios europeos habían votado a favor de limitar la renovación a los próximos 5 años, tal y como finalmente ha sucedido.

El acuerdo al que han llegado los países comunitarios y que se adoptará este mismo mes de diciembre ha contado con 18 votos a favor, 9 en contra y una abstención.

Entre los países que han votado en contra se encuentran Francia, Italia, Bélgica, Austria, Grecia, Chipre, Malta, Luxemburgo y Croacia. Portugal se ha abstenido y el resto ha votado sí.

Aunque el plazo no satisface las expectativas de quienes aspiraban a que se prohibiera ya, la limitación a 5 años no deja de ser una pequeña victoria para el movimiento ecologista y los países que se han opuesto a su comercialización.

Ese plazo es inferior al que en un principio la industria agrícola estaba dispuesta a aceptar y debería facilitar la transición a los agricultores hacia un futuro sin glifosato.