Nadie puede dudar de la obvia necesidad e importancia del encuentro genuino entre las personas. De nuestros vínculos con otros dependen nuestro aprendizaje, nuestro crecimiento, el placer de dar y la satisfacción de compartir lo que tenemos.

Es obvio también que sin apertura hacia los demás no puede haber encuentro, es decir, no puede construirse ni revelarse ese "nosotros" imprescindible para trascender las estructuras de nuestro propio y, en principio, más que limitado ego. Por eso, ser capaz de desarrollar la habilidad y confianza para abrir nuestro corazón a los demás es condición para edificar una vida sana tanto personal como socialmente.

¿Cómo abrirse a los demás?

Ciertamente, si no nos animamos a abrimos a algún maravilloso "nosotros" aunque sea pequeño y efímero, nos sentiremos presos, nos sentiremos inseguros, nos sentiremos mendigos, aunque nuestra casa, nuestra cuenta bancaria y nuestro garaje estén llenos de infinitos bienes materiales.

En nuestro interior seguimos percibiendo a menudo ansiedad e inquietud frente a la posibilidad de un encuentro nuevo

Muchos son los pensadores, filósofos y terapeutas que alertaron sobre lo necesario de mantener esta actitud abierta: Carl Rogers, Abraham Maslow, Margaret Mead, Fritz Perls, Leo Buscaglia, Daniel Goleman, Wayne Dyer y mi adorada Virginia Satir nos hablaron en todos los tonos acerca de cómo el encuentro afectivo y confiado entre las personas adiciona un sorprendente valor a la simple suma aritmética del Tú y Yo.

1. Superar el miedo al contacto

Todo lo dicho es verdad y en gran medida lo sabemos; y, sin embargo, en nuestro interior seguimos percibiendo a menudo ansiedad e inquietud frente a la posibilidad de un encuentro nuevo, con gente que no conocemos demasiado.

Seguramente este miedo, por llamarlo sin eufemismos, está condicionado por la posibilidad de tener que enfrentamos al más temido de todos nuestros fantasmas internos: el fantasma del rechazo y del abandono, el único que nos asusta todavía más que el temido monstruo de la soledad. Pero sería bueno saber que, en un alto porcentaje, el miedo a abrir nuestro corazón está íntimamente ligado a un temor que camina justamente por la acera opuesta.

Todo vínculo, cuando implica un sincero encuentro íntimo, evoca una cuota de ternura, de compasión, de mutua influencia que asusta

Y que conste que estoy dejando fuera de la lista a la actitud de huida; la de aquellos que solo piensan en escapar cuando se trata de asumir la responsabilidad y el compromiso que significa intimar.

Lo cierto es que por miedo o por condicionamiento, las estadísticas nos confirman que tenemos una creciente dificultad para abrir nuestro corazón al contacto profundo y genuino; tanto con conocidos como con desconocidos. Y estas cosas suceden, como dije, por nuestra falta de un verdadero compromiso con el amor.

2. Un entorno complejo

Las relaciones de pareja son cada vez más difíciles; las relaciones de padres e hijos, cada vez más conflictivas; y las relaciones familiares, cada vez menos sólidas. Nos guste o no, las últimas mediciones dicen que, en las grandes ciudades de Occidente, la mitad de todos los niños vive en hogares donde está ausente uno de sus padres biológicos como consecuencia de que dos de cada tres nuevos matrimonios termina en divorcio.

Los nuevos modelos de vinculación basados en encuentros ocasionales descomprometidos sustituyen a las relaciones duraderas y trascendentes

Y, sin embargo, cada vez más hombres y mujeres siguen apostando por la pareja y anuncian a viva voz su deseo de encontrar al compañero de ruta indicado. Cada vez más personas, a veces sin tener el apoyo de un compañero o compañera, deciden hacerse cargo del cuidado, la educación y el futuro de un niño. Cada vez más, la ayuda de un consejero o terapeuta es buscada para no resignarse frente a las dificultades.

Es verdad que cualquiera que trabaje en un grupo humano dentro de una empresa podrá quejarse de que la relación con colegas y compañeros se convierte por momentos en salvajemente competitiva. Parecen a que se hace más y más clara la contradicción suprema de una sociedad que se dice preocupada por la peligrosa tendencia al aislamiento del hombre contemporáneo pero trabaja y construye entornos cada vez más tecnológicos, cada vez más robotizados y cada vez más enajenantes.

3. ¿Dónde se encuentra el amor?

En un ejemplo inolvidable de los conceptos contradictorios de nuestra sociedad, Leo Buscaglia relata la anécdota de un joven que, decidido a aprender a relacionarse mejor con las jóvenes de su curso universitario, se dirige a una librería y sintiéndose, paradójicamente, incapaz de recurrir a quien le pueda enseñar lo que no sabe, busca bibliografía que lo ayude, Finalmente, en un estante perdido en el fondo de la librería encuentra un libro cuyo título lo atrapa, se llama Desde abrazar hasta amar.

El joven compra el grueso volumen y regresa a la casa satisfecho. Solo al sentarse en el sillón de su casa para disfrutar del libro se da cuenta de que ha comprado el segundo tomo de una enciclopedia.

4. Todos nos necesitamos

Allan Fromme solía decir que su más dolorosa soledad la encontraba cinco veces por semana en pleno Manhattan cuando, de regreso a su casa, en la hora punta, se encontraba rodeado de veinte millones de seres que también estaban solos.

Ahora me doy cuenta de que padecen lo mismo que yo y seguramente me necesitan tanto como yo a ellos. Pero a mí me parece que tener conciencia de esto no solo representa el mínimo consuelo de sentir que por lo menos "no estamos solos en nuestra soledad", sino que me abre la puerta, si yo lo permito, a encontrar aunque sea una excusa para abrir mi corazón a otros que me rodean.

Alguna vez escribí que leer un libro era como encontrarse con una persona. Decía yo, en aquel entonces, que había libros sorprendentes y libros aburridos, libros para leer una sola vez y libros a los que uno siempre quisiera volver; libros, al fin, más nutricios que otros.

Hoy, veinte años después, digo lo mismo desde otro lugar: encontrarse con otro es como leer un libro

Pero agrego ... y solo se puede disfrutarlo o aprender algo de él si nos abrimos a descubrir lo que nos trae. Bueno, regular, malo, cada encuentro con otro me nutre, me ayuda, me enseña, si yo abro la puerta a su presencia.

No es la maldad, la inadecuación ni la incompetencia del prójimo lo que hace que una relación fracase. El fracaso, si es que queremos llamarlo así, es la expresión que usamos para decir que el vínculo ha dejado de ser nutritivo para alguno de los dos y que alguno o ambos hemos cerrado nuestro corazón a la presencia del otro.

No es que esto sea censurable –de hecho no somos para todos todo el tiempo ni todos son para nosotros todo el tiempo–, pero es necesario recordar que no podremos seguir cerrados para todos ni estar encerrados en nosotros todo el tiempo.

5. El sentido de la intimidad

Cuando tomamos conciencia de que cada encuentro con alguien es algo importante en sí mismo, aprendemos a valorar el aprendizaje, la tolerancia y el respeto por las diferencias que necesita la entrega. Descubrimos el valor de haber corrido los riesgos de abrirnos al encuentro. Podemos cosechar cada vínculo como una lección de vida que nos conduce a ser mejores personas día a día.

Como escribió Virginia Satir:

"Estar en contacto íntimo no significa abusar de los demás ni vivir feliz eternamente. Es comportarse con honestidad y compartir logros y frustraciones. Es defender tu integridad, alimentar tu autoestima y fortalecer tus relaciones con los que te rodean. El desarrollo de esta clase de sabiduría es una búsqueda de toda la vida que requiere entre otras cosas mucha paciencia".

Las relaciones íntimas tienen como punto de mira la idea de no quedarse en la superficie, y es esta búsqueda de profundidad la que les da la estabilidad para permanecer y trascender en el tiempo.

Una relación a corazón abierto es un vínculo afectivo que sale de lo común porque empieza en el acuerdo tácito de la cancelación del miedo a exponernos y se sumerge en el compromiso de ser quienes somos, permitiendo y ayudando a que el otro, los otros, todos, también puedan sentirse en libertad de ser quienes auténticamente son.

En todo caso, eso es el amor. La decisión de crear un espacio de libertad para alguien, aun sabiendo que sus elecciones quizás no sean las que más me convienen