Decirle a niños de entre cinco y doce años que permanezcan "tranquilos y atentos como una rana" y centrados en su respiración parece mucho más sagaz que pedirles que se concentren o que mediten por las buenas. Del mismo modo, un niño puede entender mucho mejor que tiene que apretar sus brazos y sus piernas, duros como espaguetis crudos, para que, al soltar la tensión, esos espaguetis aparezcan blanditos como si estuviesen cocinados, en lo que constituye un buen ejercicio de relajación.

Estas son algunas de las atractivas meditaciones que la terapeuta holandesa Eline Snel cuenta en su libro Tranquilos y atentos como una rana, publicado por Ed. Kairós y que también incluye un CD con once meditaciones guiadas. Pone así a disposición de los padres y niños que lo deseen una herramienta divertida y poderosa para ganar calma y adentrarse en el camino del autoconocimiento.

El mindfulness para niños de Eline Snel

A Eline Snel, de profundos ojos azules y actitud serena, la condujo por estos derroteros una búsqueda en la meditación desde muy joven, su preocupación por encontrar una solución para que su hija de cinco años lograra conciliar el sueño con normalidad y concentrarse en la escuela, así como el hecho de haber seguido el entrenamiento de mindfulness desarrollado por Jon Kabat-Zinn.

La eficacia de su técnica es tal que el Ministerio de Educación holandés ha decidido ofrecer esta formación a todos los maestros interesados en ella.

–¿Qué la llevó a escribir Tranquilos y atentos como una rana?
–El origen de este libro fueron las vivencias que tuve con mi hija desde los cinco años, hace ya un par de décadas. Ella tenía problemas para concentrarse y dormir y yo elaboré toda una serie de ejercicios sencillos de mindfulness que pudiera entender y realizar fácilmente para llevarla a un estado de calma, introspección y concentración.

Los resultados fueron tan positivos que siempre había pensado en la idea de plasmar esos ejercicios en un libro, y algo que me acabó de decidir fue que, además, en los últimos años he dado clases de mindfulness en un colegio en Holanda. Los padres de los alumnos, ante el interés de sus hijos por los ejercicios, me preguntaron si existía algún libro para que los niños pudieran practicar también en casa. Había escrito un manual para profesores, terapeutas y docentes, pero nada para los padres, hasta que me decidí.

–¿Cómo llegó al mindfulness o atención plena?
–Impartía clases en el hospital como enfermera y me daba cuenta de que, cuando las cosas iban mal, muchas personas no sabían expresar cómo se sentían ni poner en palabras sus emociones y sentimientos.

Entonces tenía 25 años. Comencé por enseñar a reconocer las propias emociones y sentimientos. En Europa en aquel momento no se sabía qué era el mindfulness, pero en América estaba comenzando a despuntar. Por aquella época yo misma desarrollé los cursos de mindfulness que imparto en la actualidad, pues aunque hace diez años hice el entrenamiento en mindfulness de Jon Kabat-Zinn, los cursos que he ideado para practicar en la escuela responden a una creación mía anterior. A los 19 años más o menos comencé a meditar y fue ahí donde se gestaron las ideas para lo que he escrito sobre ese tema.

–¿Qué diferencia la meditación del mindfulness?
–El mindfulness es un método que emplea técnicas de la meditación vipasana en sus prácticas, pero el mindfulness no consiste propiamente en meditar. La meditación clásica es diferente, se trata de una disciplina personal que se suele realizar sentado en silencio o bien caminando.

–¿El mindfulness se enfoca más en poner la atención en el momento presente?
–Y en aceptar lo que hay, sin dudarlo o sin pensar algo al respecto. Se aceptan las cosas tal y como son.

–¿Es importante la regularidad a la hora de practicar?
–Sí, al igual que cuando practicas un deporte los músculos se fortalecen, cuando meditas a menudo aprendes a enfocarte más en lo que te interesa.

–¿Qué beneficios obtienen los niños con estas prácticas?
–Se concentran mejor en lo que hacen. El mindfulness les enseña a dejar de lado los estímulos externos y a situarse más en lo que ellos piensan o sienten, con lo cual no se distraen tanto y pueden estar más centrados en lo que les ocurre, por ejemplo, o en lo que estén estudiando. Asimismo, esta técnica les permite entender que no son lo que sienten o lo que piensan. De ese modo no se identifican o se bloquean con los problemas que surgen.

Enseñarles a entender y aceptar sus emociones

–Habla mucho en su libro de favorecer la confianza y de aportar a los niños un espacio de calma y de seguridad.
–Este tipo de meditaciones le permiten al niño confiar en que los problemas o sentimientos que tiene ahora pasarán, que no son para siempre. Si te encuentras mal ahora, dentro de un tiempo estarás mejor. Cuando se practica en una clase se ve que esta confianza va creciendo.

–También favorece una actitud más amable…
–En el libro hay dos ejercicios que hacen referencia a que ser amable es divertido. Les enseñan, por ejemplo, a darse cuenta de cuándo no son amables con ellos mismos o con los demás. Después de un tiempo practicando estas meditaciones se observa que los niños tienen una actitud más positiva consigo mismos y con los otros niños.

Cuando se encuentran mal observan que pueden aceptar esa emoción; no hace falta negarla o enojarse. Aprenden que no siempre tienen por qué estar contentos y felices o ser buenos niños, así como que las emociones negativas también son una parte suya y está bien aceptarlas.

–¿Se han probado los beneficios de estas meditaciones en niños hiperactivos o con déficit de atención?
–En principio a estos niños se les hace más difícil, porque el pensamiento se les dispara continuamente, pero cuando meditan durante un tiempo los resultados son aun mejores que en niños que no presentan estos problemas. Se les muestra cómo no paran de moverse todo el rato y que también pueden desprenderse de eso. Antes no notaban que se movían tanto y, si no lo sabían, no podían corregirlo.

–Estas meditaciones pueden acabar convirtiéndose en un momento de comunión entre padres e hijos. La familia puede reunirse para relajarse, interiorizar y compartir. ¿Qué le comentan los padres al respecto?
–Me comentan que sus hijos pueden expresar mejor sus emociones o que distinguen mejor cómo les afecta emocionalmente el cansancio. Cuando están irritables pueden relacionarlo con el cansancio y, en vez de seguir batallando, por ejemplo, se van a dormir.

En la escuela también se ve reflejado en las notas, ya que ganan concentración. En ocasiones los niños les piden a sus padres volver a realizar estas prácticas porque encuentran a sus progenitores mucho más amables.

–¿Si los niños meditan tendremos un futuro mejor?
–Decididamente sí. Los niños se pueden expresar mejor y de esta manera no necesitan siempre competir y ganar y se pueden mostrar más empáticos. El futuro es de ellos.

Pasar de la cabeza al vientre

–¿Cómo nos beneficia detener nuestra actividad y poner atención en la respiración y en cómo nos sentimos?
–Nos permite estar presentes en el ahora y vivirlo, y no estar pensando en cosas a una semana o un mes vista. Así podemos sentir las cosas mejor y tomar decisiones más acertadas, porque estamos más presentes en lo que sentimos. El lema para vivir el momento sería: "Si lo pierdes ahora, luego también lo perderás".

–A veces nos gustaría frenar el flujo de pensamientos, pero cuanto más lo intentamos, más se aceleran. ¿Qué ejercicio sugiere para apaciguar ese barullo mental?
–No puedes detener tus pensamientos, pero te puedes enfocar en una cosa diferente. Para estos casos recomendaría el capítulo de La fábrica de las preocupaciones, en el que los niños aprenden a llevar la atención lejos de su cabeza, apartándose relajadamente de los pensamientos y yendo con la respiración de la cabeza al vientre, donde no hay pensamientos y reinan una profunda calma y paz.

–En un mundo dominado por las prisas, la inmediatez tecnológica y la desconexión personal, ¿pararse a meditar permite hallarle un mayor sentido a la vida?
–Si puedes dejar ir los estímulos externos y pensar en todo lo que viene de dentro de ti, ves más claro dónde quieres llegar. Es como en las típicas bolas de cristal que tienen un paisaje nevado en su interior: cuando se agitan, los copos se mueven y no ves nada, pero cuando las dejas en calma y se deposita la nieve lo ves todo claro.

–Muchos maestros y psicólogos se interesan por su método. ¿Estamos hablando de pedagogía para los nuevos tiempos?
–Sí, totalmente. En los estudios de pedagogía de muchas universidades holandesas se está implementando actualmente esta técnica como asignatura obligada. Y el Ministerio de Educación de Holanda ha decidido ofrecer esta formación a los maestros interesados en ella.

–¿Cómo podemos aceptar más y juzgar menos?
–Hay que dejar que los pensamientos vayan y vengan. Si tú aceptas los pensamientos que tienes, sin alimentarlos, de alguna manera te estás aceptando a ti mismo.

Un ejercicio de mindfulness con niños para probar

–Me gusta su ejercicio del árbol de los deseos, que ayuda a que nuestros deseos más puros se cumplan. ¿Qué tiene de especial esta meditación que engancha tanto?
–Los niños siempre quieren cosas que no tienen: que los padres no se separen, por ejemplo, y muchas otras. Este árbol, en cuyas ramas se alojan palomas con las que podemos comunicarnos y que algún día partirán volando, representa la esperanza de que alguna vez las cosas cambiarán; por eso gusta tanto a pequeños y grandes.

–¿Cuál es su mayor deseo respecto a este proyecto?
–¡Pues que las escuelas de todo el mundo practiquen el mindfulness!

–Si nuestra mente puede deformar las percepciones y la meditación ayuda a corregirlo, ¿podría haber algo en la estructura de nuestra conciencia que esté más allá o por encima de la mente?
–Yo creo que sí, que hay algo que permite enfocar con claridad dentro de cada ser humano y que es más grande que nuestro pensamiento.

Practicar desde la óptica del niño para poder enseñarle

Eline Snell impartió un taller en Barcelona sobre cómo ayudar a los niños a cultivar una conciencia plena.

"Es fácil caer en darle a un niño instrucciones como 'relájate' o 'concéntrate'. Pero, ¿qué significa 'relajarse' o 'concentrarse'?". Esta fue una de las preguntas que Eline Snel hizo a los maestros y padres que asistieron al taller.

¿La respuesta? Difícil… incluso para un adulto. ¿Cómo se le explica, pues, a un niño qué es relajarse o qué es concentrarse? ¿Y si, en lugar de eso, jugamos un rato a estar quietos como una rana? Esta imagen invita al niño a darse cuenta de que puede estar tranquilo y en silencio, simplemente respirando y observando, sin reaccionar a cualquier estímulo.

En el taller pudimos probarlo y reflexionar acerca de cómo desde esa quietud, y mediante cuentos y juegos basados en metáforas, se puede enseñar a los niños a fijarse en su respiración, a ser más conscientes de su cuerpo, a identificar y gestionar mejor sus emociones… y, sobre todo, a conservar esa habilidad de vivir el presente que se suele perder al ir cumpliendo años.

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