La meditación es un estado natural del ser humano, y como tal ha sido practicada durante milenios. Sin embargo, en las últimas décadas ha habido un interés creciente a nivel psicológico y neurocientífico para comprender cuáles son los beneficios de esta práctica y cuáles son los cambios reales que produce.

Se han investigado los beneficios a nivel cerebral y psicoemocional de esta técnica. Ha sido en parte gracias a una nueva disciplina científica, la neurociencia contemplativa, que surgió para estudiar qué cambios se producen en la función y en la estructura cerebral asociados a las prácticas de meditación a largo plazo y también a las intervenciones de mindfulness a corto plazo.

Los resultados de estas investigaciones han permitido que muchos de los aspectos de la meditación que se habían excluido del diálogo científico hayan sido retomados.

¿Cómo mejora tu salud la meditación?

Gracias a los últimos estudios científicos publicados, y especialmente a un artículo sobre meditación y cerebro editado por el departamento de Neurología de la Universidad de Standford (EE UU.), se ha podido constatar que la meditación induce tres tipos de cambios que repercuten positivamente sobre la salud mental y física.

Cambios en el cerebro

El primer cambio se produce en la anatomía del cerebro, mejorando así algunas de sus capacidades. En concreto, se ha comprobado que meditar permite que determinadas zonas del cerebro se transformen o crezcan, lo que potencia algunas de sus funciones.

Más facilidad para memorizar.

Muchos de los cambios en la estructura del cerebro –lo que se conoce como neuroplasticidad– que son inducidos por la meditación mejoran la capacidad de aprender cosas nuevas y de memorizarlas. En concreto, se ha visto que produce un aumento de la materia gris en la zona prefrontal, un área cerebral relacionada con la memoria funcional.

Se gana conciencia del cuerpo.

Otros estudios han comprobado que los meditadores (sin importar el tipo de contemplación que practiquen) tienen desarrollada la ínsula, una región cerebral clave que regula la consciencia interna del cuerpo (respiración, sensaciones abdominales, latido del corazón...). También presentan alteraciones en la corteza somatosensorial, la que nos da la consciencia externa del cuerpo, como el tacto o el dolor.

La práctica de la meditación parece dar más conciencia corporal, más sensibilidad.

Mayor capacidad de razonar.

Otra área del cerebro que se modifica cuando se practica la meditación de forma regular es el córtex frontopolar. Esta zona está relacionada con tareas cognitivas superiores, como el razonamiento o la atención. De acuerdo con las investigaciones, las prácticas meditativas también producen cambios en áreas del cerebro responsables de la creatividad.

Cambios en la conducta

En segundo lugar, se ha comprobado que la meditación influye en el comportamiento. Practicarla regularmente promueve el sentimiento de compasión, aumenta la capacidad de calmarnos, mejora la resiliencia y, además, favorece la salud mental.

Menos tendencia a la depresión.

Las modificaciones en el córtex frontopolar de las que hablábamos antes también se han relacionado con la capacidad de introspección.

Esto juega un papel importante en el comportamiento y en mitigar los problemas psiquiátricos como la depresión grave.

Se reduce el estrés, aumenta la empatía.

Se ha comprobado que el mindfulness produce un aumento de la materia gris en el área de la unión temporoparietal (relacionada con la empatía) y una disminución en la amígdala, lo que reduce el estrés.

Protege del envejecimiento.

Por último, meditar rejuvenece el cerebro porque induce cambios en su fisiología.

Mejora de la salud global.

La literatura científica ha ido describiendo cómo esta práctica modula la inflamación, mejora la inmunidad, la conciencia del cuerpo y como persona, y tiene un maravilloso efecto protector anti envejecimiento.

Se aleja el riesgo de demencia.

La Fundación para la Investigación y prevención del alzhéimer de Tucson (EE. UU.), en colaboración con la Clínica Mayo, publicó un informe con los beneficios que se lograban practicando meditación a diario.

Según este informe, el mindfulness también lleva a las personas a sentirse más enérgicas, revierte en la epigenética mejorando las marcas químicas que regulan los genes, optimiza la función sináptica (la comunicación de las neuronas), reduce los factores de riesgo para la aparición del alzhéimer, protege la longitud de los telómeros (factor que influye en la longevidad) y mejora el flujo sanguíneo al cerebro.

Todos esos factores rejuvenecen el cerebro y alargan su vida.

Los mecanismos biológicos y fisiológicos de la meditación se han ido conociendo con el tiempo y resultan sorprendentes.