Si te has decidido a no dejar que la rutina se apodere de tu vida, te ofrecemos varias claves que pueden ayudarte a romper la inercia y cambiar tu mirada, tu conducta y tu actitud.

1. Ponerse en "modo locura"

La rutina se convierte en un corsé cuando lo que hacemos en nuestro día a día pierde su sentido pero no nos atrevemos a cambiar porque la inercia y el miedo nos vencen. Un antídoto para esto podría ser averiguar qué es lo que queremos realmente y no nos estamos atreviendo a realizar.

Para ello, puede ser útil formularnos la siguiente pregunta: “Si me diera un pronto de locura, ¿qué haría?”. Apuntar las ideas que nos surjan, examinarlas y escoger algunas para llevarlas a cabo nos ayudará a romper ese corsé.

2. Afrontar nuevos retos

Enfrentarnos a nuevos retos a diario es una forma de salir de la zona de confort. Hacerlo nos permite evolucionar y poner en marcha nuevos recursos que quizá desconocíamos que teníamos hasta ese momento.

Los nuevos retos pueden ser desde realizar una actividad distinta –como por ejemplo ir al cine sin compañía– hasta hacer el amor en un lugar diferente y arriesgado. También podemos atrevernos a desobedecer una norma, a equivocarnos adrede o a decir que no a algo que solemos hacer pero que no nos apetece.

3. Apostar por la rebeldía

La psicóloga Ute Ehrhardt dice en su libro Las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes que a veces la bondad y el sentimiento de culpa impiden un disfrute legítimo y dificultan el luchar por lo que queremos y sentimos que es el propósito de nuestra vida.

¿Hasta qué punto nos distraemos de lo que deseamos hacer por tener más en cuenta a los demás que a nosotros mismos?

Intentemos hacer este ejercicio: incluir cada día en nuestra rutina algo que nos llene solo a nosotros, aunque nos parezca que estamos siendo egoístas con los demás.

4. "Aliñar" nuestros hábitos

En lugar de romper con un hábito que nos molesta, podemos intentar transformarlo:

  • Por ejemplo, si estamos hartos de los atascos al ir a trabajar, quizá nos ayude dejar el coche e ir caminando o en bicicleta.
  • Si escuchar las noticias por la mañana es lo que nos pone de mal humor, nos ayudará sustituirlas por algo de música.
  • Si lo que se nos hace cuesta arriba es madrugar cada día, podemos programar alguna actividad placentera a primera hora del día, como nadar o escribir.

5. Hacer cosas creativas

Nuestra cultura está muy enfocada en los objetivos y la productividad, pero es la creatividad lo que nos hace sentir mejor con nosotros mismos. Ocurre, entre otras cosas, porque nos facilita el mirar hacia nuestro interior y nos deja ser, sin condicionantes.

Procuremos abrir una puerta a la creatividad al menos una vez a la semana. Podemos ir al teatro, escribir un diario, pintar mandalas, hacer manualidades, tejer, pasear tomando fotografías...

6. Dar cierta prioridad al placer

¿Qué lugar ocupa el placer en nuestras vidas?

Solemos relegarlo. Lo dejamos para cuando ya hemos cumplido con todas nuestras obligaciones, lo que implica que casi no le queda espacio.

Reservar cada día un tiempo para el cuerpo (para hacernos un masaje, disfrutar del sexo, relajarnos con un baño caliente...) puede resultar estimulante. Se trata de conseguir que el placer forme parte de nuestra cotidianidad para lograr que el resto de los quehaceres resulten más agradables.

Reservar momentos para disfrutar hace que todo lo demás resulte más agradable.

7. Pensar de otra manera

Es importante reservar espacios para sentarnos en silencio y relajarnos. Sin objetivos.

Al pararnos y abrirnos a este vacío, surge una mirada y una comprensión más amplia de lo que sucede alrededor y tenemos una percepción más completa de lo que nos ocurre. De esta manera podemos encontrar otras respuestas a nuestras inquietudes o caminos alejados del automatismo habitual.

Fijarnos en nuestra respiración y en las sensaciones corporales puede ayudarnos a conectar con esa parte más sabia.

8. Observar lo que sí cambia

Todo fluye. Todo cambia constantemente. Pero vamos tan acelerados que no nos fijamos en cómo la naturaleza se modifica con el cambio de estación y el paso del tiempo.

Darnos cuenta de ello nos ayuda a alejar la sensación de que la vida es estática. Para lograrlo, es esencial mantener el contacto con la naturaleza (si estamos en la ciudad, podemos pasear por un parque) para observar que las hojas de los árboles están más verdes en primavera o más amarillas en otoño, que las flores han brotado...

9. Conjugar rutinas y cambios

Ciertas personas sufren una sobreadaptación a la rutina, fruto del miedo a enfrentarse a sí mismas y a cambiar lo que no les gusta y hace daño. Este es un síntoma que se da a menudo en las personas que han sido muy traumatizadas en la infancia.

Debemos analizarnos para lograr compaginar lo nuevo y los retos con la rutina. Así conseguiremos nuestros propósitos en la vida.

Por otro lado, tampoco es sano lo contrario, es decir, ser adictos a los cambios constantes y ser completamente intolerantes a las rutinas.