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Planifica los menús

Siempre es más fácil controlar lo que comemos si hay un plan que si improvisamos. Preparar menús semanales saludables puede sernos de mucha ayuda. 

Lo mismo sucede si planificamos qué vamos a comer cuando salgamos de casa. Si ya lo has pensado y previsto, no te tentarán tanto las malas elecciones de quienes te rodeen. También será de ayuda acudir a la compra con una lista y hacerlo cuando ya hayas comido adecuadamente.

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Cambiar lo que está a la vista y accesible

Si lo vemos lo queremos. Si veo en mi cocina fruta o comida sana y nutritiva es más probable que quiera comer fruta o lo que haya previsto.

Si se nos mete la tentación en la cabeza, acabará en la boca, así que mejor una tentación saludable.

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Evitar los elementos de distracción en la mesa

Hay que procurar comer de forma tranquila y ordenada sin distraerse con la televisión, cualquier tipo de lectura, o con el teléfono… Todo ello para lograr estar más atentos a las señales de saciedad y estar más abiertos a escuchar realmente lo que nos dice nuestro sabio cuerpo.

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Utiliza los cubiertos más grandes

Según un estudio publicado en el Journal of Consumer Research, cuanto más grande sea el tenedor o la cuchara que utilicemos, la cantidad de comida que ingiramos, sin percibirlo, puede disminuir hasta un 20%.

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Servirse pequeñas cantidades

Es probable que nos saciemos con lo servido, ahorrándonos comer de más por querer acabar todo lo de un contundente o gran plato.

Además, comer en porciones pequeñas nos permite prestarle más atención a las propiedades sensoriales de la comida. De tal forma, si es necesario podremos repetir cuando nuestra hambre física esté saciada.

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Si eres diestra, come con la izquierda (y viceversa)

Si lo probamos, deshacemos un automatismo, tomamos consciencia y seguramente apreciemos que, al usar los cubiertos con la mano que más nos cuesta dominar, se come menos cantidad y más despacio. También puede ayudar a que nos tomemos el acto de comer como un juego agradable y lúdico.

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Comer despacio y sin prisas

Así damos tiempo para que las hormonas que mandan las señales de saciedad lleguen de nuestro estómago e intestino a nuestro cerebro. Comer lentamente también ayuda a metabolizar mejor los alimentos que ingerimos.

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Levantarse de la mesa tras acabar de comer

Recoger o empezar otras actividades hace que el foco ya no sea la comida. O también podemos retirar los platos de comida y servir unas infusiones si queremos seguir disfrutando de la sobremesa con los demás.

 

Los automatismos y rutinas que hemos ido adquiriendo tienen un sentido en nuestras vidas. Nos han ayudado dándonos una estructura. Puede que ahora ya no tengan sentido o tengamos la necesidad de cambiarlos. Los hábitos no desaparecen por sí solos, hay que sustituirlos por otros a base de insistencia y perseverancia.

Pequeños cambios resultan en grandes logros. Según el psicólogo y experto en conducta alimentaria Brian Wansink, en su libro Comer sin sentido, bastan pequeños cambios en el modo en que colocamos, distribuimos y servimos la comida para que nuestra alimentación cambie por completo.

La mayoría de nosotros sabemos ya lo que es bueno y lo que es malo, pero fallamos una y otra vez porque no contamos con las estrategias psicológicas adecuadas para no caer en la tentación.

Introducir sencillas variaciones en nuestras rutinas diarias a la hora de comer quizá permita perder peso de forma constante y segura, además de mejorar nuestros hábitos alimenticios hacia unos más saludables.

La manera en que comemos depende mucho del contexto, así que si modificamos este, cambiará nuestra forma de alimentarnos.