Cuando escuchamos la palabra narcisista solemos pensar en alguien muy pendiente de su imagen física. Sin embargo, pocas veces advertimos que el narcisismo se nos muestra de mil maneras en ámbitos laborales, familiares, de pareja, e incluso en el mundo de las ideas o la política.

Los ideales, la autoexigencia de perfección, la búsqueda de reconocimiento, la susceptibilidad frente a la crítica o el fracaso o la comparación permanente son algunos de los rasgos que lo definen.

Cómo detectar a un narcisista en una conversación

Una forma extrema de este tipo de narcisismo la encontramos en esas situaciones en las que alguien está hablando pero no sabemos bien a quién se está dirigiendo, si es a nosotros o a él mismo. Su mirada parece estar puesta en un lugar afuera, pero como volviéndose hacia dentro, como si se mirara desde esa exterioridad que es su propia imagen, y en una especie de autosatisfacción se dijera “no me beso porque no me llego”.

Esta exageración nos muestra la base del asunto. Los humanos tenemos una capacidad especial que nos permite estar ubicados en múltiples lugares en un mismo momento. Hablamos mientras rumiamos lo que el otro debe de estar pensando de lo que decimos, de vuelta nos juzgamos con esos criterios y respondemos, de forma interna o externa, a lo que estamos suponiendo que el otro piensa de nosotros.

Reaccionando ante el reflejo del espejo

Parece un galimatías, pero quizás se entienda mejor si imaginamos un espejo delante de nosotros en el que la imagen que refleja es otra persona, a la cual nos dirigimos y de la que suponemos por sus palabras que nos devuelve un determinado tipo de representación de nuestro yo. Eso rebota en nuestra cabeza y desde ahí nos valoramos y reaccionamos de una u otra manera. Ese sería el esquema que se produce, y lo hace todo a la vez. Es lo que llamo estar en la jugada con el contrincante, siendo a la vez el comentarista y el que reacciona a todo junto.

Entonces, cuando hablamos de narcisismo estamos utilizando esta forma de funcionamiento que se puede dar tanto en el mundo de la figura física como en el mundo del pensamiento y de la mera conversación, ya que las palabras vienen con sus imágenes correspondientes, es decir, funcionan como espejos, y de ahí que con ellas podamos sentirnos heridos o halagados, reconocidos o rechazados.

No obstante, hemos de considerar que no todo el mundo se siente ofendido o reconocido por las mismas cosas, ni de la misma manera. Esto nos indica que tenemos que tener en cuenta diferentes modelos de narcisismo, además de que este se produce en una especie de diálogo interno que puede ser invisible para el propio protagonista y para los demás.

¿Hay más de un tipo de narcisista?

Respecto a las clases de narcisismo, podemos coger como guía la división que establece Sigmund Freud, basada en el prototipo de la imagen que uno ama en sí mismo. Siempre hay rastros de los cuatro tipos de narcisismo en nuestra personalidad. Lo que hemos de considerar es en qué grado los poseemos y si hay alguno predominante y constante que nos pueda estar amargando la existencia.

Freud decía que existen cuatro tipos de narcisismo: aquel que ama lo que uno mismo es; aquel que ama lo que fue; el que ama lo que querría ser; o aquel que ama la imagen de quien formó parte de él mismo.

1. El que se quiere (demasiado)

El primero, amar lo que uno es, es el que comúnmente relacionamos con el narcisismo. Son esas personas que, se hable de lo que se hable y tenga que ver con el tema o no, remiten siempre a ellas, a sus experiencias y a su forma de hacer, que, por otro lado, siempre serán las correctas y las demás serán sometidas a críticas. Es el “yo soy perfecto o perfecta y no necesito abuela”. La convivencia con ellos es problemática solo si los cuestionamos.

2. El que no sabe crecer

La segunda forma, amar lo que uno fue, es más difícil de percibir. Se refiere a quienes necesitan ser tratados como lo fueron anteriormente por su entorno, sobre todo, familiar. Que los demás le devuelvan de sí mismos esa imagen de cuando eran niños o jóvenes, que les den palmaditas y aplaudan su manera de ser y hacer, como cuando eran pequeños y todo el mundo les reía cualquier gesto.

A diferencia del anterior, este tipo de narcisismo va buscando reconocimiento, de forma larvada, en compañeros y amigos. Si los otros no responden desde sus parámetros, se sienten muy ofendidos y acusan a los demás de agresividad hacia ellos. Se suele dar, en más o menos grado, en sujetos que han tenido un lugar preferente dentro de la familia o que han sido hijos únicos. Eso no implica que se pueda generalizar y decir que todos los que han tenido este lugar familiar sean narcisistas de este tipo. Muchas veces podemos encontrarnos con lo contrario.

3. El que adora su imagen

Es precisamente lo que muestra el tercer tipo narcisístico: amar la imagen de lo que se querría ser. El individuo tiene en su cabeza un ideal, una imagen ideal que suele ser perfecta, sin fallos ni contradicciones, con la que se mide y mide a los demás. Su lucha interna y externa es la de que ese ideal se realice.

En este modelo tenemos dos bifurcaciones.

  • En un caso, los individuos que intentan controlar su imagen hasta el último detalle, midiendo comparativamente sus actos, palabras y pensamientos con ese ideal, y no tolerando ninguna crítica. Su grado de intransigencia y rigidez es máximo frente a los fallos, carencias o necesidades, sobre todo de los otros. Se mueven por lo que tendría que ser y no por lo que es, lo que los convierte en personajes bastante inflexibles y de trato difícil. Mucho más si son jefes o jefas.
  • Por otro lado, en la otra bifurcación, se pueden localizar a quienes, teniendo también en su cabeza un ideal al que querrían parecerse, siempre se sienten en inferioridad de condiciones frente a él. En ellos prima la autocrítica interna, el reproche o la huida hacia lugares en los que se sientan reconocidos. Si se sienten poco válidos en el mundo de la pareja, o de la familia, o intelectualmente, buscarán otros ámbitos en los que crean que lo hacen bien. El trabajo puede ser un buen refugio, como aquel del círculo de los viejos amigos o amigas, o dedicarse a cosas manuales. Sería algo así como una huida hacia delante para acortar la diferencia entre el ideal que creen que tendrían que estar cumpliendo y su incapacidad para alcanzarlo. De esa manera se aplaca un poco el reproche, pero esa sensación dura poco o se convierte en culpa. Se ha generado un círculo vicioso y la repetición en círculo está servida.

4. El que quiere a otra persona... que no existe

Por último encontramos un narcisismo basado en una variante de la anterior: amar la imagen de alguien que formó parte de uno mismo. Son esos casos en los que los sujetos pretenden ser como algún personaje importante de su infancia. Una madre, un padre, un tío o un profesor, etc., se han convertido en la imagen de lo que ellos mismos tendrían que ser para aceptarse y aceptar a otros.

Las frases que acompañan a esta configuración suelen ser del tipo “mi madre sí que era una gran mujer, ella podía con todo y no tenía tantas comodidades como yo”, o “mi padre sí que era un hombre”, o “ese profesor era auténticamente inteligente y comprometido”. Frases todas ellas que reflejarían imágenes depersonas que habrían conseguido ser ellas mismas, sin ningún tipo de desfallecimiento, ni fallos.

Se va detrás de esa imagen sin contextualizar la historia de esos sujetos, ni tampoco las circunstancias actuales con las que se las compara. La insatisfacción permanente recorre sus vidas porque se está colgado de esas imágenes.

Un nuevo narcisismo: el de grupo

Por último, hay un nuevo concepto, el de narcisimo colectivo, que tiene mucho que ver con la eclosión de los neoautoritarismos. En este tipo, emparentado con actitudes clasistas, etnocentristas y xenófobas, el individuo tiene una opinión extremadamente elevada de su grupo, que funciona como una entidad narcisista en sí misma y contiene un evidente desprecio al excluido.

Superar el narcisismo: Narciso tras el espejo

Todos contamos con un núcleo narcisista, en la medida en que nuestra propia imagen, incluso corporal, inicialmente nos viene ofrecida como una unidad, cerrada y perfecta, por quienes nos rodean e intentamos adaptarnos a ella para sentirnos amados.

La realidad es que no hay una única manera de abordar las cuestiones, y de las múltiples posibilidades algunas son opuestas. No siempre sabemos cuáles pueden ser las mejores y eso nos puede hacer creer que fallamos, porque no somos esa imagen unitaria y perfecta. Partamos de ahí.

En nuestro interior hay muchas más posibilidades; y si las estamos comparando o adaptando a unidades supuestamente acabadas, no dejaremos de ser personas alienadas a ellas.

Conviene disponer de algunos ideales para mejorar nuestras capacidades o superar dificultades, es positivo porque no dejan de ser impulsos para crear nuevas soluciones o corregir errores. Los problemas vienen cuando nos quedamos atrapados ahí y confundimos todo nuestro ser con esos reflejos. Hemos de saber que los procesos vitales implican confrontarse a dudas, contradicciones y problemas que hemos de poder soportar y no salir huyendo.

Saber que cada uno de los seres humanos posee ese núcleo narcisista nos puede ayudar a entender mejor la causa de algunas de nuestras reacciones y la incidencia que puede generar en los otros. La comprensión del narcisismo de los demás nos ayuda a modular nuestras relaciones sin que se produzcan confrontaciones insalvables..

El mito de Narciso, que se ahoga intentando fusionarse con su imagen reflejada en el lago, no es sino la advertencia de lo que implica no soportar las imperfecciones y quedarse atrapado en la ficción de una pretendida perfección. Quien muere en ese intento narcisista es la parte de nosotros mismos que, aún siendo más compleja, es la fuente de nuestra naturaleza creadora.