Martin Seligman –el máximo exponente de la psicología positiva– identifica tres tipos de estrategias en la persecución de la felicidad: la vida placentera, la vida comprometida y la vida con sentido.

Las personas que viven una biografía placentera se esfuerzan por experimentar las máximas emociones gozosas y desarrollan la habilidad de amplificarlas y hacerlas durar en el tiempo.

Sin embargo, esta forma de alcanzar el bienestar tiene inconvenientes. Los estudios muestran que un 50% de nuestras emociones positivas son heredadas y poco maleables; en consecuencia, tienden a la normalización o habituación.

El primer helado de chocolate que te tomes te generará un placer indescriptible. Pero el decimocuarto ya se habrá vuelto normal y, por lo tanto, te verás en la necesidad de aumentar de algún modo la intensidad del estímulo para experimentar el mismo grado de placer.

Es cada vez más frecuente escuchar las quejas de padres desilusionados ante la falta de entusiasmo de sus hijos al recibir los regalos que con tanto esmero han elegido para ellos. No siempre se trata de hijos desagradecidos; simplemente, al estar expuestos a tantos y tantos estímulos externos generadores de placer, requieren, cada vez más, de una mayor intensidad para percibir el mismo grado de satisfacción.

Los peligros del entretenimiento vacío

A los adultos nos ocurre lo mismo. Hacemos uso de todo tipo de formas de entretenimiento que lo único que nos procuran es la narcotización y adicción, buscando evadirnos de nuestros pensamientos y sentimientos.

Entendemos entretenimiento como lo opuesto al aburrimiento, y lo traducimos en la necesidad de actividad constante, cuando a menudo lo que nos ayuda a sentirnos saciados y satisfechos, felices, es el disfrute de las cosas cotidianas en ausencia de actividad y distracción.

Aficiones como los juegos virtuales, ver la televisión o pulular por las redes sociales nada tienen de malo si no fuera porque dedicarles todo nuestro tiempo libre las convierte en prácticas tóxicas cuya única finalidad es distraernos de lo que no nos gusta de nosotros mismos.

¿No es acaso más saludable dedicarnos a mejorar esos aspectos que evadirnos para obviar lo que no queremos ver?

Me explicaba un buen amigo, que ejerce un cargo directivo en una de las principales editoriales españolas, que el ya bajo hábito de lectura de los españoles parece estar cayendo todavía más debido a la facilidad con que nuestros dispositivos móviles pueden sustituir a cualquier otra actividad. La cuestión es: Si nos dieran a elegir entre identificarnos con el hábito de gozar con la lectura y navegar por Facebook, ¿cuál de los dos nos haría sentir mejor, más satisfechos y más orgullosos de nosotros mismos?

¿Te sientes orgulloso de tus aficiones?

La segunda forma en que una persona puede buscar la satisfacción es a través de una vida de compromiso con todo aquello que le encanta hacer.

Estas personas se caracterizan por fluir a través de lo que ya forma parte de su vida, en lugar de buscar estímulos placenteros específicos.

Es la sensación que experimentamos cuando compartimos tiempo con los nuestros, cuando realizamos un trabajo que nos hace disfrutar, cuando nos rodeamos de amigos que nos ayudan a aprender, cuando nuestro tiempo de ocio es rico.

La diferencia entre el placer y el fluir es que el primero consiste en la percepción de una sensación intensa y clara. En cambio, cuando uno fluye no siente nada y el tiempo se para; se une con la música que está escuchando en un momento determinado, por ejemplo. Este tipo de personas también se caracteriza por su capacidad de identificar sus fortalezas y replantearse sus procesos vitales, sacando el máximo rendimiento de tales virtudes.

El tercer grupo lo integran las personas que eligen tener una vida dotada de un gran sentido como motor para lograr el deleite y la dicha. Saben cuáles son sus máximas cualidades y las usan al servicio de una meta que les trasciende, entendiendo por trascendencia algo que les excede, que es claramente superior a ellos.

Llegados a este punto, la pregunta crucial es: ¿Cuál de estas tres formas es la más eficaz en nuestro afán de alcanzar la felicidad: la vida placentera, la vida de compromiso o la vida con significado?

Los estudios constatan que el placer por sí solo apenas tiene relación con la percepción de satisfacción y suficiencia. La búsqueda de significado y de compromiso, sin embargo, sí aparecen como clarísimos indicadores de bienestar. Pero los estudios muestran, también, otro dato curioso: la vivencia del placer sí tiene un efecto intensificador y potenciador de la sensación de felicidad que las otras dos estrategias nos proporcionan.

El placer y la riqueza son solo "la guinda del pastel"

Parece, pues, que el ideal al que debemos tender es el de procurarnos una vida orientada a metas nobles, una vida de compromiso y una vida con placeres. Estos son, ciertamente, importantes para elevar nuestra calidad de vida, con la condición de que no perdamos de vista que, por sí solos, no tienen gran utilidad.

El sueño, el descanso, el sexo o una buena comida son experiencias placenteras que ayudan a reconstituir lo que los expertos denominan homeostasis, es decir, disminuyen nuestro desorden o entropía: restituyen el desequilibrio que generan las necesidades básicas de nuestro organismo. El placer nos ayuda a recuperar el orden del que disponíamos, pero, por sí mismo, no nos permite acrecentarlo.

A pesar de la evidencia de estos datos, el mito del rey Midas ilustra muy bien nuestra tenacidad y persistencia por conseguir la felicidad a través de los estímulos materiales y externos a nosotros.

El rey Midas pensó que si acumulaba una gran cantidad de riquezas, su bienestar y felicidad estarían garantizados. Y eso fue lo que rogó a los dioses, que, tras un largo proceso de negociación y regateo, accedieron a sus deseos. Le concedieron que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Midas pensó que había logrado hacer un negocio redondo y que, cuando llegara a ser el hombre más rico sobre la faz de la Tierra, nada empañaría su dicha.

Sin embargo, nosotros sabemos cómo acaba la historia. Y no muy bien. Cuál no fue su mala fortuna que, cada vez que trataba de comer o beber algo, se convertía en oro en su boca antes de que fuera capaz de beberlo o darle un bocado. Y así murió, rodeado de platos y manjares de oro sin poder gozar de su suerte.

Vivimos en una constante incongruencia. Sabemos que las diversiones pasajeras no son suficientes para sentirnos satisfechos, pero, paradójicamente, por alguna misteriosa razón, nos empeñamos en que el dinero, el prestigio, el aspecto corporal o la condición social nos proporcionen un contento interior. Todo lo que hay en la vida puede ser fuente de deleite, mas la capacidad de reconvertirlo en experiencia efectiva de dicha y alegría reside únicamente en nuestro interior. Es ahí donde debemos buscar.

Cómo sacar más partido de tu tiempo libre

Evalúa tus actividades

Trata de describir en qué inviertes tu tiempo de ocio e identifica qué aficiones de entre todas las que tienes son sanas y cuáles son tóxicas. Determina la calidad de las actividades y lo que te aporta cada una de ellas.

Piensa qué te gustaría aprender

¿Cuáles son tus pequeñas asignaturas pendientes? ¿Qué es aquello que siempre has querido realizar y nunca has encontrado el momento? Incorpóralo a tus ratos libres para disfrutar del placer de hacer lo que más te gusta.

Revisa cómo repartes tus horas

Pondera el tiempo que dedicas a tus aficiones. Aunque entre tus hobbies haya alguna que otra banalidad, no tiene nada de malo que disfrutes de ello si eso supone la ocupación de una pequeña parte de tu tiempo libre.

Refuerza tu entorno

Reflexiona sobre el tipo de personas con las que te relacionas, y lo que buscas en cada una de ellas.

Si, en su mayoría, juegan un rol interesante y hacen aportaciones de cierto significado a tu vida, consolidarás el placer que experimentas en su compañía. Si no es así, esfuérzate en encontrar entornos donde conocer a personas que aporten riqueza a tu tiempo libre.

Trata de cambiar, pero no te culpes

Si casi no dispones de tiempo libre para dedicarlo a tus aficiones, trata de redefinir las responsabilidades que ocupan tu día a día y mide lo que te aportan. En todo caso, felicítate por aprovechar al máximo el poco que tienes.