Hay dos formas de afrontar un nuevo día: con estrés y desgana o con calma y armonía. Si eres de las personas que se levanta pensando "uff, ¡otra vez a trabajar!", te conviene poner en práctica acciones para alcanzar un mayor bienestar diario.

Para conseguirlo existen herramientas y mecanismos como los que se muestran en los apartados siguientes. Si se practican con constancia, lo que al principio son pequeños esfuerzos se transformarán en hábitos que permiten aumentar el bienestar personal.

Tal y como recoge la Guía práctica de psicología para la vida cotidiana, coordinada por el psiquiatra y psicoterapeuta Christophe André, la sensación de bienestar personal "no cae del cielo, sino que, la mayoría de las veces, es fruto de pequeños esfuerzos cotidianos".

1. Mente sana en un cuerpo sano

Mens sana in corpore sano, la conocida frase del poeta latino Juvenal, sigue vigente siglos después. Y aunque la teoría está plenamente asumida, suele ser más difícil llevarla a la práctica. Todo el mundo sabe que ciertos hábitos como fumar o seguir una dieta rica en grasas saturadas dañan la salud y esto puede acabar repercutiendo en la sensación de bienestar.

En cambio, algunas personas se resisten a abandonar estos hábitos. ¿Por qué ocurre esto? La recompensa inmediata, en forma de placer o evasión, que proporciona fumar o degustar ese calórico alimento de intenso sabor puede anular la fuerza de voluntad. Pero aprender a transformar la necesidad de una recompensa inmediata por la de una más a largo plazo facilita que se acabe deseando lo adecuado para el bienestar integral del cuerpo y la mente.

La prevención puede convertirse, así, en una nueva manera de vivir y apreciar el cuerpo sintiéndolo como un bien preciado que hay que cuidar. Este cambio en la actitud y forma de ver las cosas no se da de la noche a la mañana. La clave para conseguirlo reside en la persistencia, que permite convertir esta nueva forma de actuar en un cambio de estilo de vida.

2. Vivir el presente sin prisas

Las prisas impiden disfrutar del presente, centrando la atención en un futuro que aún está por llegar. En las situaciones descritas al principio de este artículo, por ejemplo, las dos protagonistas tienen el mismo objetivo: levantarse y llegar a su puesto de trabajo.

Pero la forma en la que lo afrontan es distinta, debido fundamentalmente al tiempo que invierten en ello. Mientras las prisas provocan que la primera no disfrute del despertar, la ducha o el trayecto hacia la oficina, la segunda puede centrarse en lo que está viviendo, en el presente, porque no tiene la necesidad de estar un paso hacia delante. Esto le permite una actitud mucho más receptiva frente a los pequeños placeres cotidianos y al bienestar que aportan.

"Si estamos inmersos en actividades que potencian la vida y las disfrutamos con un entusiasmo positivo, entonces estamos viviendo el momento. Esta es una dimensión del bienestar que nunca conoceremos mientras no cultivemos una conciencia de vivir en el ahora", afirma al respecto Greg Anderson en su obra ya mencionada.

Reservar el tiempo necesario para cada actividad yplanificar una agenda diaria, con las obligaciones que realmente se pueden abarcar respetando un ritmo natural, son dos buenas medidas que facilitan disfrutar del presente.

3. Disfrutar de no hacer nada

Contemplar el cielo estrellado, el horizonte escarpado de una colina, el suave oleaje del mar o la belleza de un cuadro aporta paz, serenidad... Pero no siempre se tiene espacio para la contemplación, debido al afán por ocupar nuestro tiempo con un sinfín de obligaciones y actividades. Al igual que la contemplación exterior, la meditación también ayuda a centrarse en uno mismo, en el aquí y en el ahora, a vivir cada instante.

La constancia es básica para empezar a notar sus efectos. Basta con dedicarle unos minutos cada día (al levantarse, poco antes de ir a la cama...). Para empezar a meditar hay que sentarse en una postura cómoda, con la espalda recta y los músculos relajados. Los ojos pueden estar cerrados o semiabiertos y es ideal centrar la atención en la respiración, dejando pasar los pensamientos como nubes en el cielo, sin alimentarlos ni aferrarse a ellos.

Somos simplemente testigos de nuestro ser y de los sentimientos que surgen (inquietud, paz...) mientras respiramos tranquilamente. Cada vez hay más estudios que confirman los beneficios de estas prácticas sobre el bienestar físico y mental. Una investigación publicada en Psychiatry Research concluye que con ocho semanas de meditación se constatan cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la conciencia de uno mismo, la empatía y el estrés.

4. Sentir el cuerpo

Es la herramienta de contacto con el entorno: permite observar, degustar, tocar, escuchar, oler... Son sentidos capaces de proporcionar infinitas sensaciones de bienestar. Prestar la atención necesaria a su cuidado hace sentirse mejor. También nos movemos gracias a él, y el movimiento es una de las principales herramientas para sentirlo.

Practicar técnicas que potencian el diálogo consciente con los músculos y demás órganos, como el pilates o el yoga, aumenta la comunión entre cuerpo, mente y espíritu.

Joseph Pilates, creador de la disciplina que lleva su nombre, afirmaba que "estar en buena forma física es el primer requisito para la felicidad".

5. Lograr un sueño reparador

Pasamos un tercio de la vida durmiendo, un dato que revela la importancia de un correcto descanso para el buen funcionamiento y el bienestar del organismo. El sueño reparador aumenta la regeneración celular, ayuda a mantener un peso correcto y fortalece las defensas y el corazón.

Pero esto no es todo: un estudio del European Journal of Preventive Cardiology sostiene que, cuando se combina con otros hábitos como el ejercicio, no fumar o una dieta sana, los beneficios cardiovasculares son mayores.

Tras una mala noche se está más cansado y mucho más irritable, molestias que sufren frecuentemente el 30% de los españoles que, según la Sociedad Española de Neurología, tiene problemas para dormir y de insomnio.

Afortunadamente, ciertos hábitos de vida potencian un sueño armónico.

  • Hacer ejercicio por la tarde (no antes de ir a dormir).
  • Cenar ligero y temprano.
  • Darse una ducha tibia antes de acostarse.
  • Preparar el dormitorio para un descanso reparador (sin aparatos electrónicos) son requisitos para dormir bien y plácidamente.

6. Gestionar las emociones

Aprender a aceptar las emociones catalogadas como "negativas" es otro paso imprescindible para aumentar la sensación de bienestar personal, aunque en un primer momento pueda parecer contradictorio. La ira, la tristeza, la rabia, el miedo... nos alertan de que está pasando algo que nos afecta, ya sea a nivel externo o en nuestro interior.

Si se sabe cómo escuchar y asumir mejor estos sentimientos, se estará en disposición de hallar una posible solución para superar los obstáculos que impiden crecer.

"Tememos tanto el sufrimiento que nos hemos convertido en expertos en su negación y en el arte de escondernos del mismo", comenta al respecto Mónica Esgueva en su obra Cuando sea feliz, donde añade: "al aceptar lo que nos ocurre, en lugar de ceder a la rebeldía o a la desesperanza, recuperamos la fuerza necesaria para buscar soluciones".

Técnicas psicocorporales como la danza libre o la expresión corporal facilitan que fluyan los sentimientos, ya sean positivos o negativos. Si no se les da voz pueden acabar provocando, a la larga, dolores crónicos y depresión.

7. Identificar los pensamientos limitantes

Los pensamientos intervienen directamente en cómo se interpreta y se juzga lo que se siente y lo que se hace. "No nos perturban los acontecimientos, sino la interpretación que elaboramos de los mismos", recuerda Stéphane Roy en el manual de psicología práctica, coordinado por Christophe André ya mencionado.

Imaginemos la siguiente situación: vemos a un amigo en la calle, pero él no nos saluda. ¿Cuál es el primer pensamiento que acude a la cabeza? "Está enfadado conmigo", "siempre va con prisas" o "este chico cada vez ve menos" son algunas de las interpretaciones, que manifiestan distintos patrones mentales.

En la primera la culpa está presente, existe la creencia de que se ha hecho algo por lo que el amigo está enfadado, y esto puede provocar malestar; en las otras dos, en cambio, se le da menor importancia y todo es calificado como un simple despiste. La situación anterior solo es un fiel reflejo de cómo los patrones de pensamiento acaban disminuyendo la sensación de bienestar.

La forma en la que nos expresamos da pistas sobre los patrones mentales y personales. Frases como "tengo que", "no soy capaz", "es culpa mía", "qué mala suerte tengo" indican distorsiones del pensamiento que impiden sentirse bien. Ser conscientes de ellas ayuda a corregirlas. Escribir lo que se siente y se piensa ante un hecho y analizarlo con distancia, como si la situación le estuviera pasando a otra persona, contribuye a identificar nuestras falsas creencias.

Aprender a identificar estas situaciones y cambiar nuestra forma de auto evaluarnos nos ayudará, sin duda, a alcanzar una mayor, y más auténtica, sensación de bienestar personal.