Durante siglos hemos intentado imponernos a la naturaleza, forzarla, extraer de ella lo que pudiéramos aprovechar y devolverle lo que no queríamos. ¿Y si en vez de intentar dominarla tratáramos de comprenderla?

Es la idea que late en el fondo de la biomímesis o biomimética, término que significa “imitar la vida” (del griego bíos, “vida”, y mímesis, “imitación”).

La biomimética es el estudio de la inteligencia y creatividad de la naturaleza para diseñar materiales, procesos y estructuras que permitan resolver problemas técnicos y prácticos.

Como señala el maestro zen Thich Nhat Hahn en Un canto de amor a la Tierra (Kairós): “Entre nosotros hay músicos y compositores muy dotados, pero la más extraordinaria de todas las músicas es la creada por la Tierra. También hay, entre nosotros, pintores y artistas extraordinarios, pero la Tierra es la que ha elaborado los paisajes más hermosos. Si miramos con atención, vemos las muchas maravillas que pueblan la Tierra. No hay científico que pueda crear el hermoso pétalo de la flor de un cerezo o la delicadeza de una orquídea”.

La evolución, un diseño inteligente

Muchos de los problemas de diseño con los que nos enfrentamos ya han sido resueltos por los organismos y ecosistemas a lo largo de su incesante evolución, con soluciones elegantes, eficaces, funcionales y sostenibles.

  • ¿Sabías que el hilo de la tela que teje la araña es, en relación a su peso, cinco veces más resistente que el acero, y mucho más flexible?
  • Los mejillones producen una sustancia que funciona perfectamente como adhesivo dentro del agua.
  • Las orejas de mar producen una concha que es el doble de resistente que nuestros más sofisticados componentes de alta tecnología.

Todos ellos son materiales sorprendentes, producidos a temperatura ambiente, sin ruido, sin otra energía que la del propio metabolismo y sin generar residuos tóxicos.

La verdadera tecnología punta de nuestro mundo es la que diseña la propia naturaleza, con miles de ciclos perfectamente coordinados en los que todo se autorregula, nada se pierde y todo se recicla, ciclos que hacen posible la vida en condiciones extremas, de selvas a desiertos.

No hay empresa de diseño y tecnología más limpia, eficaz, sorprendente e instructiva. No en vano la naturaleza cuenta con 3.800 millones de años de experiencia en I+D.

¿Qué es la biomimética?

Podemos considerar que la biomimética nace como disciplina a partir de 1997, cuando Janine Benyus publica Biomímesis (Tusquets), donde recopila extraordinarios ejemplos del ingenio de la naturaleza y lo que nos pueden enseñar.

  • Un ingeniero suizo inventó, por ejemplo, el velcro tras estudiar los pequeños y enmarañados ganchos de un tipo de cardo que se adhería a su ropa.
  • Otros diseñadores se han fijado en la flor de loto, símbolo de pureza en Oriente, que es capaz de surgir lustrosa e impecable de aguas cenagosas por las microestructuras de su superficie: las gotas de agua la dejan perfectamente limpia al pasar. A partir de ahí se han concebido pinturas y superficies que incorporan la capacidad de limpiarse solas a fondo con una simple lluvia.
  • Si alguien cree observar prodigios en la manipulación genética de los cultivos, tales prodigios han sido extraídos de la inteligencia de la propia naturaleza.
  • En los últimos veinte años, la biología está descubriendo cada vez con más claridad que los genes no son cifras de un código abstracto, sino que dependen de la inteligencia del núcleo de la célula, que a su vez depende de la inteligencia del conjunto de la célula, que a su vez depende de la inteligencia del conjunto del organismo...

En realidad, lo que los biotecnólogos creían entender no funciona, y lo que sí funciona no lo acaban de entender. La biomimética abre la puerta a biotecnologías radicalmente distintas de las que hoy tenemos, cuya intención no sea manipular y dominar la naturaleza, sino aprender con humildad de sus asombrosos mecanismos: estudiar, por ejemplo, su increíble bioquímica, no para alterarla, sino para aprender de ella.

Da Vinci y la naturaleza: los primeros estudios biomiméticos

La biomimética cuenta con un pionero mucho más antiguo y conocido: Leonardo da Vinci, acaso el más impresionante de los creadores humanos.

Leonardo describió y dibujó a fondo los mecanismos del cuerpo humano, pero dejó claro que el cuerpo es mucho más que una máquina. Lejos de convertir el mundo en máquina, integró principios orgánicos y metabólicos en sus obras y diseños. No vio el mundo regido por principios abstractos ni por Dios, sino por la incesante creatividad de la naturaleza.

La naturaleza era para Leonardo da Vinci su modelo y su maestra.

Leonardo encontró ritmos ondulatorios comunes en el agua, la tierra, el aire y la luz, y mostró la interdependencia y autoorganización que caracterizan a todo lo viviente. En vez de dominar la naturaleza, su finalidad era aprender de ella tanto como fuera posible, fascinado por la belleza que veía en la complejidad de las formas y procesos naturales.

  • Los artilugios voladores que diseñó se basaban en el vuelo de los pájaros e intentaban imitar la anatomía de sus alas. Como no existía todavía una palabra para decir “avión”, Leonardo los llamaba ucello (pájaro).
  • Para realizar sus diseños de sistemas hidráulicos, estudió cómo fluye el curso de los ríos. En el Códice Leicester afirma que “para desviar un río de un lugar a otro, se le debe persuadir y no coaccionar”.
  • En sus diseños de edificios y ciudades, visualizaba el movimiento de personas y cosas como si se tratara del metabolismo de un ser vivo.

Siempre creyó que el ingenio y la creatividad de la naturaleza eran superiores a los nuestros. Elogió las “obras maravillosas de la naturaleza” y en sus Estudios anatómicos escribió: “Nunca se encontrará invento más bello, más sencillo o más económico que los de la naturaleza, pues en sus creaciones nada falta y nada es superfluo”.

Otro pionero de la biomimética es Antoni Gaudí, cuyas imponentes formas arquitectónicas evitan las inertes líneas rectas y se sostienen (como en la Sagrada Familia) sobre columnas a veces directamente inspiradas por estructuras arbóreas. Los motivos decorativos del arquitecto catalán se inspiran otras veces en las formas de la vida submarina, como en la Casa Batlló de Barcelona.

Desarrollando nuestra inteligencia ecológica

Tanto Leonardo como Gaudí son ejemplos de la inteligencia ecológica que, según Daniel Goleman, “con tanta urgencia necesita desarrollar la humanidad”.

Durante mucho tiempo se ha considerado que atribuir inteligencia o creatividad a la naturaleza es “antropomorfizar”: atribuir cualidades exclusivamente humanas a lo que no es humano. Fea palabra que nace de una fea actitud antropocéntrica: unos hombres que se creían muy listos y muy superiores a la naturaleza decidieron que solo ellos y los a ellos semejantes tenían inteligencia.

Y sin embargo ¿no son los árboles un prodigio mucho mayor que cualquier invención humana?

Un árbol produce oxígeno, absorbe dióxido de carbono, fija nitrógeno, destila agua, aprovecha la energía solar de un modo mucho más eficiente que nuestras placas fotovoltaicas, genera azúcares complejos, crea un microclima, se convierte él solo en una escultura polícroma y cambiante, produce madera, nos da color mientras vive y nos da calor cuando se transforma en leña, cambia de tonalidad con las estaciones y se reproduce solo... ¿No tiene inteligencia? Ninguna tecnología humana se acerca de lejos a semejante suma de maravillas.

Cuanto más entendamos los prodigios de la naturaleza, más aprenderemos a convivir con ella. Y con nosotros mismos.

Porque, como escribió D. H. Lawrence en una de sus últimas páginas: “Mis pies saben perfectamente que soy parte de la tierra, y mi sangre es parte del mar... No hay ninguna parte de mí que exista por su cuenta, excepto, tal vez, mi mente, pero en realidad mi mente es solo un fulgor del sol sobre la superficie de las aguas”.

Para saber más sobre biomimética

  • Fritjof Capra. Las conexiones ocultas. Anagrama, 2003.
  • Biomimicry.net. Web divulgativa de la biomimética creada, entre otros, por Janine Benyus.