Somos un ecosistema que se mueve constantemente. Recibimos miles de informaciones del entorno y las transformamos en energía nutritiva o en desecho. Una parte nos alimenta y la otra la eliminamos. Este proceso es un prodigio de equilibrio entre millones de células del cuerpo y el cerebro que se ponen de acuerdo.

Pero algunos elementos y conductas rompen ese equilibrio y hacen difícil eliminar el desecho, que se transforma entonces en material tóxico o, como se dice popularmente, en "toxinas".

Entre las causas de que se generen estas toxinas se encuentran, por ejemplo: abusar de alimentos ricos en grasas saturadas o comer en exceso, vivir en un entorno adverso, ser sedentario, precisar medicamentos fuertes, entrar en una espiral de estrés, exponerse largo tiempo a aire contaminado o sufrir un accidente que haya dañado partes del organismo.

Entonces, es preciso eliminar las toxinas para que el sistema restablezca el equilibrio lo antes posible. Existen varias maneras de eliminarlas. En este artículo presentamos una serie de ejercicios que ayudan a ello.

10 ejercicios detox que actúan en 4 dimensiones

El desequilibrio producido por las toxinas no solo afecta al cuerpo. Si un día, por el motivo que sea, se ha bebido o comido más de la cuenta, a la mañana siguiente no solo se tiene la cabeza pesada, sino que resulta más difícil tomar decisiones, todo cuesta el doble y no se tienen ganas de nada.

No solo el organismo se ha resentido, sino también la mente, las emociones y el ánimo.

Del mismo modo que las toxinas producidas o ingeridas por el cuerpo afectan a nivel emocional, mental y espiritual, también entran desde estos cuatro niveles.

Así, algunas toxicidades se adhieren tras una conversación tensa con alguien. Otras veces hay que dejar el ordenador porque parece que nos va a estallar la cabeza. O puede haber momentos en que el encuentro con el sueño nocturno contraiga y entristezca el ánimo, lo que se refleja en la posición física, el estado emocional y la mente.

La efectividad para combatir las toxinas pasa por todos estos niveles. Para eliminarlas con ejercicios deben tenerse en cuenta las cuatro dimensiones del ser humano: la física, la mental, la emocional y la espiritual.

Eliminar toxinas significa tratar de mejorar y optimizar el funcionamiento de los sistemas de desintoxicación del cuerpo, apoyándolos, reduciendo la cantidad de toxinas que introducimos en él y nutriéndolo bien.

Pero el propósito de un programa de ejercicios desintoxicantes no es solo apoyar los órganos de eliminación, sino actuar sobre el ser humano en su conjunto para disminuir la toxicidad en los cuatro niveles. Las toxinas afectan a la energía, que cambia su signo y de ser un apoyo pasa a ser un freno; a la organización del cuerpo, que se desbarajusta; y al metabolismo, que se ralentiza.

Para eliminarlas proponemos un cambio energético, una mejor organización corporal y la aceleración del metabolismo. Todo ello mediante 10 ejercicios con una duración total de 20 minutos.

Vibrar y calentar

1. Vibración sanadora

De pie, con los brazos a los costados y las palmas mirando al frente, eleva las manos por delante flexionando los brazos. a la altura de los codos, gira las palmas hacia abajo y, estirando los brazos como si presionases hacia el suelo, ponte de puntillas. inspira y retén el aire contando hasta cuatro. Luego suelta el aire y los brazos y haz vibrar todo el cuerpo arriba y abajo mientras bajas los talones.

2. Lavar la cara y el cuello

Frota las palmas de las manos en círculos. Siente el calor generado y colócalas frente a los ojos, sin tocarlos. A continuación, frota la cara yendo hacia la parte superior de las orejas, pasa por toda la cabeza y la parte de atrás del cuello, y deja caer los brazos, relajándolos. espera medio minuto y repite tres veces.

Relajar y destensar

3. El viento

Con las palmas de las manos en la cadera empieza a frotar el cuerpo hacia abajo a la vez que dejas caer el tronco, relajándolo desde la cabeza, hasta legar a los pies. Suelta cuerpo y brazos ligeramente hacia delante con el impulso de la bajada.

Después recoge el tronco frotando con las manos por el interior de las piernas. Repite diez veces, soltándote cada vez más, con el tronco enrollándose y cayendo hacia delante.

Poner orden en el cuerpo

4. Balanceo

Con las piernas separadas, desplaza lentamente el peso del cuerpo al pie derecho y luego al izquierdo, pasando por el centro. Aumenta la velocidad y deja los brazos libres, como si volaran. La mano que sube va a parar a la parte interior del hombro contrario, donde nace el meridiano del pulmón, y el antebrazo que va hacia atrás toca la zona lumbar, donde están los riñones.

5. La tortuga

De pie, con los brazos a los lados, lleva el pulgar hacia dentro iniciando un movimiento en espiral del brazo. cuando la espiral llegue al codo, deshaz y vuelve al principio. Vuelve a empezar desde el pulgar hasta llegar al hombro y regresa a la posición neutral.

De nuevo hazlo hasta llegar al omoplato. Después hasta llegar al pecho y finalmente implicando a todo el cuerpo. Debes mantener la cadera hacia adelante y doblar las piernas cada vez más, como si al final fueras a ponerte de cuatro patas. Regresa soltando el cuerpo a partir del pulgar hasta la posición neutral. Repite tres veces.

6. La flor

Al revés que el ejercicio anterior. Desde el pulgar inicia una espiral hacia fuera que sigue por el brazo hasta el codo y deshaz. Repite hasta llegar al hombro, hasta los omoplatos, hasta el pecho y hasta implicar a todo el cuerpo. Cuando el pecho entre en acción adelanta la cadera y dobla las rodillas.

Así evitarás que el peso se concentre en la columna y que esta se doble hacia atrás en las lumbares. Al final el peso está en las puntas de los pies y las pantorrillas.

Conectar con el cielo y la tierra

7. La rueda de la vida

Frota las palmas de las manos entre sí hasta producir calor. con las manos colocadas una frente a la otra dibuja poco a poco una rueda por delante del cuerpo que irá de dentro afuera y de abajo arriba.

Visualiza que con las manos mueves un flujo de aire, de luz o de color que va de la tierra al cielo pasando por tu cuerpo. Repite diez veces. a continuación, realiza el ejercicio en sentido contrario, con la rueda girando de arriba abajo y de afuera adentro.

Imagina ahora que es una corriente que baja del cielo y como una ducha de energía te traspasa e impregna hasta la tierra. Procura realizar esta rueda en un entorno adecuado, con una temperatura agradable, una luz tenue e incluso una música relajante.

Serenar y recoger

8. Meridiano del hígado

Para activarlo, siéntate en el suelo con las piernas abiertas, sobre los isquiones, intentando que la columna vertebral esté perpendicular al suelo y la mirada al frente.

Después gira el tronco para mirar al pie derecho, estira el brazo derecho hacia arriba y dobla el tronco hacia la izquierda. Respira medio minuto en esta posición e imagina que el cuerpo se alarga y relaja por el costado derecho.

9. El péndulo

Túmbate de espaldas y siente el contacto de la espalda, la cabeza y las extremidades con el suelo. Después, con las piernas dobladas, separadas como la cadera, y los pies como bisagra, déjalas caer a un lado para que ruede la cadera, cinco veces, siguiendo bien todas las partes del cuerpo que se mueven…

Descansa con las piernas estiradas y observa qué ha cambiado. Después repite al otro lado. al final observa los cambios en el cuerpo con respecto al suelo y en la respiración. Ponte de pie y observa de nuevo.

10. Activar el sistema linfático

Puedes hacerlo de pie, sentado o tumbado. con el pulgar y el índice de la derecha, pellizca la piel que se encuentra entre el pulgar y el índice izquierdos. Sentirás un pequeño pinchazo. Descansa medio minuto y repite cambiando de mano. También puedes hacerlo en los pies.

Convertir el estrés en energía positiva

El estrés genera toxinas en grandes cantidades y hace que la energía se quede estancada en una forma de conducta, quizás en una posición corporal incorrecta o en un estado de ánimo donde la zozobra reina.

Podemos cambiar el campo energético con movimientos vibratorios y palmeando el cuerpo.

Sacude las manos, como si desearas echar fuera del cuerpo algo que te indispone. Después implica a los brazos, a los omoplatos, al tronco y finalmente a las piernas, de forma que todo el cuerpo vibre. Mientras tanto, al espirar, despídete de aquello que te produce el malestar. Es importante que el movimiento vaya acompañado de este apoyo anímico.

Da ligeros toques con las yemas de los dedos de ambas manos a la vez que dibujas líneas desde la frente hasta la parte posterior del cráneo, bajo el occipital; cada nueva línea debe acercarse más a las orejas, hasta llegar justo encima de estas.

Después, tira suavemente de las orejas hacia arriba y a continuación de los lóbulos suavemente hacia abajo. Continúa palmeando el torso, por delante, por detrás y a los lados, con la mano relajada. Seguidamente palmea los brazos y las piernas.

En todo este proceso despídete interiormente de aquello que no desees.

Recuperar la armonía

El mecanismo corporal que produce un movimiento es orfebrería fina. Para estar de pie deben coordinarse unos doscientos cincuenta músculos; si uno falla, los demás deben moverse y cambiar su función.

Cuando un grupo de músculos o partes del cuerpo participan en una actividad común surge una cualidad superior que no existía en las partes aisladas. Nos sentimos completos, conectados al suelo y a la tierra, respiramos mejor, el movimiento es ligero y grácil.

Pero la liberación de toxinas desorganiza esos mecanismos. Y como consecuencia perdemos la relación con la gravedad o respiramos peor.

Para eliminar esa toxicidad, siente los puntos donde te apoyas, sin juzgar. Después distingue la respiración, dónde y cómo respiras, sin tratar de influir. Presiona después con todas las superficies que dan el peso a la tierra hacia abajo, como si quisieras empujar la tierra. Suelta y durante medio minuto escucha tu respiración.

Durante cinco respiraciones imagina que tus pies no tocan el suelo, que estás suspendido, y luego déjate acoger de nuevo por la tierra, como extendiendo los puntos de contacto sobre ella. Descansa, escucha la respiración y repite el ejercicio. Al acabar observarás que tienes más contacto con la tierra –o la silla en que estés sentado– y que la respiración se amplía.

Apoyar el metabolismo

El metabolismo es el conjunto de procesos químicos que permiten la vida y el funcionamiento normal del cuerpo. Si comemos y bebemos más calorías de las que necesitamos para el metabolismo, las almacenamos, en su mayoría, en forma de grasa.

Las células de grasa se convierten en toxinas cuando nuestro sistema no puede eliminarlas. Para eliminarlas, además de seguir una buena dieta, es necesario realizar ejercicio físico y, a ser posible, de alta intensidad, para quemar rápidamente las calorías sobrantes.

El ejercicio físico dinámico debe ser con el máximo de consciencia posible. Si, por ejemplo, vas a correr media hora, comienza caminando sintiendo cómo colocas las plantas de los pies en el suelo, cómo reaccionan las piernas, cómo se mueven la cadera, el tronco, los brazos y la cabeza.

Después acelera el paso y con la misma conciencia entra en la marcha durante unos doscientos metros. Seguidamente inicia el trote y la carrera propiamente dicha. Deja que la mente vuele, pero mira hacia dónde, siente el aroma del lugar, el viaje que realizas entre la tierra y el cielo, y luego vuelve a percibir el cuerpo en un vaivén que va de dentro afuera y al revés.

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Mantener una actitud vital

Desintoxicarnos requiere devolver a nuestra energía su empuje y fluidez a los cuatro niveles, lo que a su vez precisa una actitud positiva en la vida, una buena alimentación y unos ejercicios como los que proponemos. Y tener presente que somos hijos de la tierra y el cielo: la tierra nos acoge y el cielo nos eleva, la tierra nos nutre y el cielo expande con su luz nuestra propia luz.