Tengo una amiga actriz que goza de un gran reconocimiento, lo que no impide que, cada vez que se pone ante la cámara o sube al escenario, sienta que el corazón le sale del pecho y le asalten pensamientos catastróficos del estilo: "Me voy a quedar en blanco".

Todos sentimos estrés ante los retos y aunque a menudo soñamos con barrerlo por completo de nuestra vida, ¿podríamos lograr un objetivo sin que se genere cierta tensión en nuestra mente y en nuestro cuerpo, es decir, sin estrés?

Debemos aceptar y aprender del buen estrés, el eustrés

El estrés facilita la concentración y a menudo solo bajo presión o cuando se acerca el plazo de entrega somos capaces de rendir al máximo. Como afirma Kelly McGonigal, autora del libro The upside of stress (El lado positivo del estrés), "las cosas que no te importan no te estresan y no puedes crear una vida significativa sin experimentar algo de estrés".

He entrevistado a actores, músicos, escultores y escritores, y aseguran que la incertidumbre siempre está presente en su proceso creativo. Acompañados del estrés que esta genera, aumentan su creatividad, realizan el viaje para hallar nuevos recursos, crear sin automatismos y redescubrir cada día su oficio.

Por ejemplo, Anne Bogart, directora de teatro, está convencida de que "todo acto creativo implica un salto al vacío" y que "la energía de los individuos que se enfrentan a su propio miedo y lo incorporan es genuina, palpable y contagiosa".

En los últimos años se ha estigmatizado el estrés y se ha convertido en el gran enemigo que combatir al relacionarlo con un mayor riesgo de sufrir distintas enfermedades, algo que también ha servido para comprender la estrecha relación que existe entre nuestros pensamientos y emociones y nuestra salud.

El lado bueno del cortisol

El exceso de cortisol mantenido, una de las hormonas asociadas al estrés, puede ser responsable –entre otros males– de pérdidas de memoria porque destruye neuronas y disminuye el tamaño del hipocampo, el centro de la memoria. Esto ocurre cuando nuestro organismo está permanentemente bañado en cortisol.

Pero lo cierto es que el cortisol posee originalmente una función positiva: prepararnos para la acción, mantenernos atentos y ordenar descargas de glucosa en sangre para llenar los músculos de energía y que así podamos dar una respuesta rápida ante una situación que lo requiera.

Ante un evento traumático el cortisol facilita también nuestra recuperación, hasta el punto de que se ha comprobado que aquellas personas que registran niveles más altos de cortisol tras un accidente tienen más probabilidades de recuperarse.

Más defensas para el organismo

El estrés es un mecanismo de defensa natural que facilita la adaptación al entorno y nos prepara para la lucha o la huida. Asegura nuestra supervivencia y deberíamos agradecérselo, como dice Firdaus Dhabhar, profesor de psiquiatría y ciencias de la conducta en la Universidad de Miami.

Dhabhar ha investigado los efectos positivos del estrés de corta duración en el sistema inmunitario y ha visto que, ante un estímulo estresor, el cuerpo moviliza durante los quince minutos siguientes un gran número de defensas que mejoran nuestra capacidad inmunitaria, sobre todo en la piel, donde es más probable recibir una herida en caso de ataque.

El doctor Dhabhar plantea que esta movilización a gran escala de las células inmunitarias podría aprovecharse para mejorar la respuesta del organismo cuando se aplican vacunas o algunos tratamientos contra el cáncer. Por otra parte, esta configuración biológica que propicia el estrés es la misma que se activa en situaciones juzgadas como "agradables", como correr en un parque, recibir un beso romántico o mantener relaciones sexuales.

Un aliado de nuestra salud

Kelly McGonigal, psicóloga y profesora de la Universidad de Stanford, puso de manifiesto durante el encuentro TEDGlobal 2013 el perjuicio que ha supuesto para la salud negativizar el estrés y verlo únicamente como una amenaza en lugar de como un aliado.

Puso como ejemplo el estudio de la Universidad de Wisconsin que siguió durante ocho años a 30.000 adultos que participaron en una encuesta nacional de entrevistas de salud. Se les preguntó cuánto estrés habían experimentado en el último año y hasta qué punto el estrés había perjudicado su salud.

Siguiendo el registro de fallecimientos se dieron cuenta de que quienes aseguraban haber vivido con un alto nivel de estrés el año anterior y creían que el estrés era perjudicial para su salud registraban un 43% más de riesgo de morir prematuramente.

En contraste, cuando las personas creían que el estrés no era nocivo para su salud, a pesar de haberlo experimentado a altos niveles, tenían menos riesgo de muerte, incluso menor que aquellos grupos de personas que habían vivido con poco estrés.

El estrés no era la causa directa de muertes prematuras, sino la interiorizada creencia de que vivir con estrés era perjudicial para su salud. "Esta creencia y no el estrés en sí es la verdadera causa de 20.000 muertes al año en Estados Unidos; es decir, la causa de más muertes que el cáncer de piel, el sida o los homicidios. En cambio cuando se elige ver la respuesta al estrés como algo útil, se crea la biología del coraje", dice McGonigal.

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El estrés como una fuerza

En realidad, como se demuestra con el efecto placebo, la creencia, la forma en que percibimos lo que sucede y no tanto lo que sucede es lo que más determina nuestra salud y nuestra vida. En la Universidad de Harvard se realizó un estudio con participantes a los que, antes de que fueran sometidos a un importante estrés social, se les enseñó a reinterpretar su respuesta al estrés para que esta fuera vista como provechosa.

Explicaron a los participantes que el aceleramiento del corazón significaba prepararse para la acción y que la respiración acelerada aumentaba el oxígeno al cerebro. Con cada reacción se favorecía un mejor rendimiento y bajo esta nueva percepción del estrés se comprobó que su biología se modificaba y sus vasos sanguíneos permanecían relajados.

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Oxitocina, empatía y regeneración

La ciencia confirma que, al igual que ocurre en el momento del parto con el objetivo de amortiguar el dolor y favorecer el vínculo entre madre e hijo, en momentos de estrés la glándula pituitaria segrega buenas cantidades de oxitocina, la hormona del amor, que nos lleva a desear la cercanía y el contacto con los demás y mejora la empatía. Además, la acción antiinflamatoria de la oxitocina protege los vasos y el sistema cardiovascular de los efectos negativos del estrés, y regenera las células dañadas.

Se comprobó que vivencias estresantes como problemas económicos o crisis familiares incrementaban en un 30% el riesgo de muerte. Sin embargo, aquellas personas que más tiempo habían pasado ayudando a los demás no mostraban ningún aumento de riesgo de muerte por estrés. Es algo que está al alcance de todos.

Como señala McGonigal, poseemos una biología del coraje que posibilita la resiliencia. Lo demuestra un estudio realizado en Estados Unidos entre unos mil adultos de entre 34 y 93 años, a quienes se les preguntó cuánto estrés habían experimentado en el último año y el tiempo que habían dedicado a ayudar a amigos, vecinos u otras personas.

"Solemos interpretar el estrés como algo negativo, pero esta emoción adaptativa desempeña un papel fundamental en nuestra toma de decisiones e incrementa nuestra resiliencia. Los mejores aprendizajes van ligados a él", señala Antonio Beltrán Pueyo, especialista en Psicología del Trabajo y de las Organizaciones y autor del libro El método del algodón de azúcar (Zenith, 2018).

Hay que distanciarse y no identificarse con los pensamientos críticos que nos hacen creer que estamos en una situación sin salida y merman nuestra confianza. Preguntarse para qué hacemos lo que hacemos y si es la ilusión lo que nos mueve también nos permitirá recuperar la perspectiva.

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Dos tipos de estrés: el bueno y el malo

El estrés positivo, el "eustrés", incrementa la atención y el rendimiento, y el estrés negativo o "distrés" nos bloquea y si se alarga, es responsable de procesos inflamatorios. Si consideramos lo que nos sucede como una etapa que podemos controlar y gestionar, estamos en el estrés positivo.

El estrés que nos perjudica, el distrés, disminuye nuestras capacidades, nos hace percibir lo que ocurre como permanente y sobre lo cual no tenemos ningún control. La diferencia suele ser cómo se interpreta la realidad, señala Antonio Beltrán.