Su presencia no debe ser entendida como una enfermedad, sino más bien como un síntoma de que algo no funciona adecuadamente en nuestro organismo.

Pero la percepción del acúfeno puede llegar a ser tan intensa y continua que, en ocasiones, resta capacidad para disfrutar del tiempo libre y de las relaciones sociales, y puede interferir en la vida laboral, generar ansiedad, irritabilidad, cambios de humor y del patrón de sueño, dificultad para concentrarse, depresión y aislamiento social.

Por qué pitan los oídos y qué se puede hacer

En términos generales, suelen ser varios los factores que confluyen en el tinnitus o que lo originan: las patologías del oído interno (daños cocleares, laberínticos…), las alteraciones en el sistema nervioso central, los trastornos en la articulación temporomandibular, los problemas cervicales e, incluso, los problemas de carácter emocional.

De ahí que la mayoría de los profesionales apuesten por un abordaje multidisciplinar del mismo. Josep Ribas, psicólogo experto en psicoacúfenos, asegura que el éxito del tratamiento reside en el trabajo conjunto que realicemos en cuatro áreas:

  • Auditiva: acudiendo a un otorrinolaringólogo que consiga detectar posibles lesiones físicas.
  • Bioquímica: con la toma de medicación (prescrita por un psiquiatra).
  • Mecánica: con la ayuda de un fisioterapeuta o de un dentista maxilofacial que compruebe si existe algún desajuste mandibular o cervical.
  • Emocional: se trabajan los sentimientos implicados en la aparición y desarrollo de estos sonidos.

El estrés, un desencadenador del tinnitus

También es importante averiguar qué situaciones lo activan. A todos nos afectan de un modo u otro el estrés, la ansiedad y el agotamiento, tanto el físico como el mental. Pues bien, todos ellos presentan una relación directa de causa y efecto tanto en el surgimiento de los acúfenos como en su tratamiento y pronóstico.

Cuando experimentamos tensión emocional de forma sostenida en el tiempo, los vasos sanguíneos de nuestros oídos pueden estrecharse y ejercer una influencia negativa en la concentración de nutrientes.

Si las células del oído interno no están bien alimentadas, no pueden realizar sus funciones metabólicas adecuadamente y sufren riesgo de lesión.

Un problema transitorio o crónico

Hay que tener en cuenta que alrededor de un 30% de la población adulta los ha experimentado alguna vez en la vida (al menos de forma transitoria), pero hay casos en los que la persona ha de convivir con ellos las 24 horas del día.

Ante la angustia que puede suponer esta situación, lo primero que necesitamos saber es que se puede vivir con acúfenos sin perder calidad de vida, tal y como se expone desde la Asociación de Personas Afectadas por Tinnitus (APAT).

Terapias y técnicas eficaces contra los acúfenos

Como primer paso en el tratamiento del tinnitus, resulta imprescindible que la persona tenga reguladas sus necesidades básicas; es decir, comer, dormir, estimulación variada, un mínimo de ejercicio físico y relajación.

Además, según José Boronat, presidente de la APAT, parte de la solución reside en lograr unareestructuración cognitiva del problema, de tal forma que la persona lo entienda y, con la ayuda de un psicólogo experto, aprenda a llevar el acúfeno al subconsciente. De este modo, el sonido no será percibido durante gran parte del tiempo y, si se percibe, no resultará agresivo.

Entre las técnicas más utilizadas, podemos destacar las siguientes:

1. Cambiar de pensamiento

Una de las técnicas más importantes empleadas en la actualidad es el cambio de pensamiento. Consiste en detectar ciertas interpretaciones que provocan emociones extremadamente intensas, difíciles de manejar y, gracias al empleo de un lenguaje menos negativo, el afectado se centra más en lo que sí puede hacer.

2. Aceptación y compromiso

En los últimos años se han desarrollado también terapias de tercera generación como la de Aceptación y Compromiso (ACT) y el mindfulness. En estos casos, a diferencia de lo que ocurre en las terapias más clásicas, como la cognitivo-conductual, no se pretende cambiar el contenido de nuestros pensamientos, sino relacionarnos con nuestros pensamientos de un modo más natural, aclara la psicóloga sanitaria Cinthya González.

Concretamente, la ACT busca mejorar la situación del paciente mediante la aceptación de la realidad sin enfrentarse a ella, sin reaccionar negativamente ante los cambios, libre de todo juicio y adquiriendo un compromiso con las emociones y pensamientos que aparecen.

3. Mindfulness

El mindfulness, por su parte, implica prestar atención plena y consciente en el momento presente, poniendo en ello los cinco sentidos. La persona aprende a centrar su atención, aumenta su nivel de relajación y, por tanto, el tiempo de desenganche del acúfeno.

Tratar de saborear agradables acciones cotidianas (por ejemplo, la ducha, el aire fresco de la mañana, un vaso de agua, el primer sorbo de té), al tiempo que observamos la reacción corporal y emocional que nos provocan, nos invita a ser conscientes por completo del momento.

4. Electroestimulación

En aquellos casos en los que existe algún tipo de alteración en la estructura del oído interno, la electroestimulación coclear mastoidea se presenta como una opción bastante factible.

El doctor Gonzalo Martínez-Monche, pionero en la aplicación de esta terapia en nuestro país, explica que, mediante radiofrecuencias, se consigue regenerar las células dañadas y, en un 60% de los casos tratados, el acúfeno disminuye o, incluso, desaparece.

5. Medicina tradicional china

En el tratamiento de los acúfenos con medicina tradicional china, los síntomas del oído se vinculan con el sistema renal. Los riñones almacenan nuestra energía ancestral, esa que recibimos de nuestros padres en el momento de la gestación, pero se va debilitando conforme nos hacemos mayores.

La acupuntura y la moxibustión (con jengibre) ayudan en el tratamiento de acúfenos relacionados con trastornos cervicales.

6. Terapias manuales

La osteopatía y la quiropráctica también pueden ser muy útiles para desbloquear la zona cervical y mejorar el flujo sanguíneo en la parte superior del cuerpo.

7. Relajación

El yoga y distintas técnicas de relajación profunda pueden ayudarnos a evitar la tensión muscular y mejorar los síntomas.

Igualmente, un descanso adecuado y la práctica de taichí y chikung para llevar la energía hacia la parte superior del organismo, también pueden ayudar.

8. Cultivar una actitud positiva

Las preocupaciones, anticipaciones, rumiaciones y pensamientos negativos que generamos a lo largo del día incrementan esta inquietud psicológica.; de hecho, cuando mejoramos la calidad de nuestros pensamientos, se dan cambios automáticos sobre la percepción del acúfeno.

Si nuestro estado emocional es positivo, nos resulta mucho más fácil no centrar toda la atención en el sonido y somos capaces de interpretarlo de forma menos catastrófica y dramática.

La alimentación más adecuada para favorecer el silencio

Durante la noche, segregamos melatonina, una hormona que nos ayuda a regular los ciclos de sueño. Sin embargo, con el estado emocional alterado, la cantidad que generamos disminuye. Es aconsejable, por tanto, tomar algún complemento que favorezca la secreción de melatonina, porque estar descansado ayuda a reducir la percepción del acúfeno.

Los complementos vitamínicos con magnesio, melatonina, ginkgo biloba y vitamina B, y los compuestos de magnesio, zinc y vitaminas A, B y D pueden servir de ayuda.

Si tienes mucha tensión nerviosa, puedes tomar plantas relajantes como la pasiflora, valeriana, azahar y melisa.

Consume alimentos como la avena, los cereales integrales, berros, alfalfa, dátiles, plátanos, zanahorias, remolachas, apio, semillas de girasol y de calabaza. Son alimentos ricos en triptófano, un protector del sistema nervioso central que potencia el buen humor y ayuda a evitar los estados de ansiedad.

Qué sustancias evitar

El glutamato monosódico, muy usado en la cocina asiática, puede intensificar la percepción del acúfeno. Puede estar oculto en especias, caldos y salsas. ¡Evítalo!

Ciertos fármacos aumentan la intensidad de los acúfenos en quienes los padecen e, incluso, generan su aparición en personas que no los sufren. Entre ellos se incluyen los acetilsalicílicos (aspirina) y los fármacos que se emplean en quimioterapia (procedentes del platino).