La microbiota está compuesta por aproximadamente cien billones de microorganismos que pueblan nuestro intestino, la piel, la boca y otras partes del cuerpo. Mantenerla sana es crucial, pues participa en funciones esenciales para el buen funcionamiento del cuerpo y la mente.

A menudo hablamos del ADN personal como una clave de nuestra salud. Pero tenemos otro ADN igual de importante, el microbioma, que es la suma del patrimonio genético de cada una de las especies de microorganismos que nos habitan.

Los probióticos te ayudan a mantener tu salud mental

A medida que se identifican los componentes cruciales de una microbiota equilibrada podemos recurrir a probióticos específicos para mejorarla, incluso en individuos sanos, y con ello prevenir enfermedades o tratarlas en todas las etapas de la vida.

"Existen cepas de bacterias que se utilizan para corregir la diarrea, el estreñimiento, el síndrome de inflamación intestinal, la mastitis o las candidiasis con unos resultados mejores que con los antibióticos", según el Dr. Guillermo Álvarez Calatayud, presidente de la Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos (SEPyP).

Se están realizando investigaciones para hallar probióticos que sirvan para tratar la obesidad, la infertilidad o la intoxicación con metales pesados, entre otros problemas.

Ya se empiezan a utilizar como "psicobióticos" para mejorar la salud mental mediante su influencia en el eje cerebro-microbiotaintestino. Y es que la microbiota influye sobre el sistema nervioso central y en el inmunitario y, por tanto, en nuestra conducta.

La microbiota alterada, la raíz de muchos problemas

La microbiota puede modificarse. Por eso conviene evitar todo lo que la perjudica (agentes tóxicos, antibióticos y otros medicamentos cuando son innecesarios) y favorecer lo que la beneficia.

Una alimentación desequilibrada causa un déficit de micronutrientes (zinc, hierro, vitaminas A y C…), que genera una microbiota alterada, lo que cambia la respuesta inmunitaria temprana y causa una inflamación crónica de bajo grado.

"Una microbiota sana comienza a formarse desde el momento del parto y continúa durante la lactancia materna. Y es muy vulnerable al estrés y a la alteración de los ritmos de actividad y descanso", según Ascensión Marcos, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD).

Por tanto, son diversas las circunstancias que pueden perjudicar a la microbiota y favorecer reacciones de intolerancia hacia sustancias presentes en los alimentos o en el medio ambiente.

Tu alimentación: cuanto más diversa, mejor

Podemos empobrecer la microbiota con lo que comemos o con lo que hacemos. Pero también podemos beneficiarla con una dieta apropiada y hábitos saludables. Y para ello hay que tener en cuenta que las bacterias digestivas necesitan su alimento.

"Las ensaladas y las verduras aportan fibra muy beneficiosa, pero hay que ir más allá e incluir una diversidad de alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (legumbres, cereales enteros, hortalizas…) porque también favorecen el crecimiento de las bacterias que nos convienen", según el gastroenterólogo Francisco Guarner, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

Destaca el potencial de los cereales integrales como alimentos prebióticos de alta eficacia, gracias a su alta proporción de fibra insoluble (80%). Los granos enteros, como el arroz integral, son especialmente recomendables.

La fibra favorece una microbiota diversa y variada y permite la formación de valiosos compuestos como los ácidos grasos de cadena corta (SCFA), que influyen positivamente en nuestra salud e inmunidad.

El ácido butírico es uno de estos metabolitos y está relacionado con el buen estado del sistema digestivo, con la resistencia a las infecciones, con el funcionamiento del metabolismo (y por tanto, la prevención de la obesidad y la diabetes) e incluso con la salud del cerebro.

Permeabilidad intestinal óptima

La fibra de cereales como el mijo, las semillas y los frutos secos estimulan la producción de otros metabolitos que incrementan la mucosidad de la pared intestinal, lo que favorece su permeabilidad óptima para permitir el paso de los nutrientes, pero no de proteínas o residuos de la digestión. Así se ayuda en la prevención de enfermedades autoinmunes, inflamatorias, infecciones, alergias o ciertos cánceres.

Los polifenoles producen también un gran efecto en la microbiota por su poder antioxidante. Con ellos, las bacterias anaerobias funcionan mejor y proliferan. Están en alimentos como el tomate (licopeno), las naranjas (naringeninas), el limón (limonina), la uva (resveratrol), el cacao y el té verde (catequinas).

Estamos adaptados para beneficiarnos de estos antioxidantes, pues se encuentran en alimentos vegetales que el ser humano consume desde su origen como especie. Y actualmente se estudia cómo estos componentes bioactivos, los antioxidantes, pueden contribuir a recuperar la diversidad de bacterias que hemos ido perdiendo debido a los cambios en la alimentación.

Más bacterias terapéuticas

Hasta ahora, para desarrollar suplementos probióticos se han usado especies presentes en los alimentos fermentados (yogures, quesos, vinos y cervezas, panes, etc.), que son seguras y bien conocidas, pero en la microbiota intestinal existen muchas más bacterias que pueden tener funciones importantes.

Al "botiquín" actual de microorganismos con utilidad terapéutica se sumarán a no mucho tardar otras nuevas que se emplearán con fines preventivos o como terapia para indicaciones concretas.

Terapia contra las infecciones

Richard Roberts es biólogo molecular y ganó el Premio Nobel de Medicina en 1993. Es muy crítico con las compañías farmacéuticas que buscan medicamentos para sobrellevar las enfermedades crónicas en lugar de perseguir curarlas.

Estudia las bacterias y considera que casi todas las que viven en nosotros son buenas, ya que detienen el crecimiento de otras perjudiciales. "Nos han convertido en su hogar, quieren que no nos pase nada y nos cuidan lo mejor que pueden", afirma.

Para protegernos, las bacterias utilizan mecanismos muy diferentes. Algunas se han especializado contra un agente patógeno y otras pueden apuntar a varios.

Los antibióticos están perdiendo su efectividad debido a que las bacterias patógenas se hacen resistente. Por eso el doctor Roberts plantea nuevos enfoques para combatir las infecciones: "Gracias al estudio del microbioma nos podremos tomar una bacteria para curar una infección."