«Míralo, parece un ángel», dicen los padres sonrientes. El niño se ha dormido y comienza un tiempo que se debe respetar como sagrado. La intuición nos dice que pasa algo más allá del necesario descanso físico.

Dormir y soñar, claves en el desarrollo infantil

Al dormir se «digieren» las experiencias del día. No solo se fija la información, sino que se va construyendo la personalidad en torno a una espiral de vivencias y emociones.

Si duerme poco, al día siguiente el niño estará cansado e irritable. Aumentará el riesgo de que aparezcan depresión, ansiedad y trastornos del comportamiento. En el plano más físico, se favorece la obesidad y el desarrollo de enfermedades, pues bajan las defensas y no se completan los procesos de autorreparación nocturnos.

¿Cuántas horas deben dormir los niños?

Hay diferencias individuales en cuanto a las horas de sueño necesarias en la infancia, pero como media, entre los 5 y 12 años, los niños deberían dormir de 10 a 11 horas. Sin embargo, pocos lo hacen debido a los horarios escolares y familiares, la televisión y otras tecnologías que los atrapan.

Es deber de los padres crear las condiciones para que duerman suficiente. Pero si nos tomamos los sueños en serio, hay que ir más allá.

Cuidar su mundo onírico

Se pueden hacer muchas cosas para que los sueños contribuyan al desarrollo y bienestar del pequeño. Un niño que de día esté sometido a un exceso de estímulos, a menudo inapropiados para su edad, tendrá sueños complicados. En cambio, si los estudios, los juegos y las experiencias en general respetan su sensibilidad y necesidades, de noche los sueños podrán cumplir su función más constructiva.

Un niño sometido a un exceso de estímulos inapropiados para su edad tendrá sueños complicados.

Pasamos un tercio de nuestra vida soñando, pero solo alguien muy práctico o materialista puede creer que es tiempo perdido. Durante el sueño nuestra vida mental o espiritual continúa, quizá en dimensiones desconocidas. En el seno de la familia se puede cultivar este respeto e interés por los sueños.

Antes de irse a dormir...

Los cuentos tradicionales, con sus personajes y estructuras narrativas, gustan a los niños por alguna razón: por fantásticos que parezcan incorporan patrones psicológicos que les ayudan a entender la realidad.

Por eso, no existe seguramente mejor idea que leerles un cuento antes de dormir. El niño pedirá probablemente que se le repitan sus preferidos, lo que es muy normal y adecuado para sus necesidades (¡aunque aburra a los padres!).

Otro hábito interesante antes de acostarlos es repasar juntos brevemente el día, empezando por lo más reciente.

Los sueños según la edad

Con el paso de los años cambia la relación de los niños con sus sueños y también conviene tenerlo en cuenta:

  • Menos de 3 años: los sueños de los niños de menos de 3 años son tan reales, tan físicos, como el mundo exterior. No hay diferencia.
  • De 3 a 12 años: entre los 3 y 5 años es poco frecuente acordarse de los sueños. Se avanza gradualmente en la comprensión de que los sueños son personales, subjetivos.
  • Más de 12 años: se comprende que los sueños son una experiencia mental y personal.

Cuando los sueños se convierten en pesadillas

A menudo se quiere tranquilizar al niño diciéndole que «solo es un sueño», «que no ha sucedido de verdad». Puede ayudarle más abrazarle, consolarle y escucharle, empatizando con él.

Sin someter al niño a un interrogatorio, se puede indagar en las causas de la pesadilla. A menudo responde al proceso de adaptarse a cambio (de domicilio, de colegio, de situación familiar). No es un síntoma negativo, sino una prueba de que se está enfrentado a la nueva situación.

En ocasiones se puede descubrir una preocupación del niño que nos había pasado desapercibida.

A menudo las pesadillas surgen con los conflictos que el niño no puede expresar de otra manera

Una vez detectado el problema, se puede abordar estando despiertos a través de cuentos o teatro de marionetas. Los personajes –que aparecieron en el sueño o no– pueden mostrar posibles soluciones.

Se puede enseñar al niño a convertir la pesadilla en un sueño lúcido o consciente: «cuando en un sueño tengas miedo, acuérdate de que estás soñando»

Interpretar los sueños de los niños

En muchos pueblos tradicionales el día comienza contándose los sueños unos a otros, como en los shuar del Amazonas. En lugar de desayunar a toda prisa con la radio o la televisión encendida, podemos levantarnos antes para compartir el desayuno con calma y explicarnos los sueños.

Es más importante recordar y contar los sueños que encontrarles un sentido

Se puede preguntar «¿y por qué crees que has soñado eso?», para que el niño intente su interpretación. Los padres pueden hacer lo mismo con sus propios sueños. Cada uno debe ser sobre todo el intérprete de sus propios sueños.

Ante un sueño muy vívido, impactante o significativo, se puede sugerir al niño que lo dibuje o, si tiene edad suficiente, que escriba un cuento. Quizá descubra que le gusta e inicie un diario de sueños.

Según la investigadora Rosalind Cartwright, quienes recuerdan sus sueños superan más rápida y eficazmente los estados de desequilibrio emocional. Esta habilidad se puede fomentar desde la infancia.

Cuando animamos a los niños a encontrar soluciones creativas a los dilemas que les plantean los sueños, reforzamos su capacidad para jugar con imágenes y símbolos sin que se sientan amenazados por ellos.

Si el niño se va a dormir tranquilo, con confianza y curiosidad hacia lo que va soñar, es más probable que recurra a esas actitudes en su vida despierto.