Al caer enfermos, con una gastroenteritis, por ejemplo, nos sentimos mal, con ganas incluso de llorar. Si estamos hambrientos, nuestro humor puede ser de perros.

En el caso de enfermedades intestinales, esa relación entre sentimientos y aparato digestivo es aún más evidente. Se sabe que las personas que padecen síndrome de intestino irritable o enfermedad de Crohn sufren con mayor frecuencia ansiedad o depresión.

Y es que no cabe duda de que nuestro estado de ánimo está influenciado por lo que ocurre en la barriga.

Tranquilizar al intestino por el bien de tu salud mental

Las técnicas de relajación, un poco de deporte o meditación son unos aliados excelentes para rebajar los niveles de estrés y evitar que el cerebro secuestre energía del intestino.

Otra buena opción en épocas, por ejemplo, de mucho trabajo o de exámenes, es mimar nuestro intestino aportándole dosis extras de alimentos prebióticos y probióticos. Este consejo tiene que ver con el cuidado de nuestra comunidad de bacterias intestinales, la llamada microbiota (antes conocida como flora intestinal), que desempeña un papel esencial en la función digestiva y en la salud general.

Cuidar la microbiota es la clave

Si pesáramos todos los microorganismos que viven en el intestino podrían alcanzar los 2 kg. Para hacernos una idea de la enorme cantidad de estos "micro ocupas" que viven en nosotros vale decir que un solo gramo de heces contiene más bacterias que seres humanos hay en la Tierra.

Estas bacterias han sido útiles compañeras de viaje a lo largo de miles de años de evolución. La mayoría vive en el intestino grueso y se encarga de realizar funciones esenciales para nuestra salud.

Para empezar, se alimentan con la comida que no se ha digerido en el intestino delgado. A cambio, ayudan a absorber nutrientes que de otra forma se hubieran perdido, como el calcio.

También descomponen y se deshacen de sustancias tóxicas y de medicamentos. Y sintetizan dosis extra de ácidos grasos y vitaminas K, B12, B1 y B2, esenciales para la coagulación de la sangre, para fortalecer los nervios y para obtener energía de los alimentos.

Los efectos de una microbiota alterada

Si cuidamos a las bacterias, ellas nos cuidan a nosotros.

En cambio, si nuestras bacterias tienen un problema, nosotros también.

"Las personas obesas, por ejemplo, suelen tener menos diversidad microbiana que las personas delgadas sanas. Ese perfil de microbiota distinto está, además, relacionado con otras enfermedades, como la diabetes", afirma Giulia Enders, autora de La digestión es la cuestión.

Incluso se ha visto que cuando esta comunidad de microorganismos se desequilibra y comienzan a predominar un tipo de bacterias y a desaparecer otras, puede favorecerse la aparición de trastornos como el Parkinson, el Alzheimer e incluso algunos tipos de autismo.

Para tener buena salud, es esencial gozar de una microbiota con una composición variada.

Cuanta más diversidad de bacterias, mejor

Existen cientos de investigaciones en marcha para determinar los efectos de cada especie de bacteria y la manera de estimular el crecimiento de las más beneficiosas. Se estudia incluso el potencial de algunas cepas de bacterias en el tratamiento de disfunciones digestivas, el dolor o desequilibrios mentales.

Por ahora se sabe que la diversidad y el bienestar de la microbiota se favorece con una alimentación rica en alimentos vegetales. El consumo de probióticos también ha mostrado un efecto beneficioso.

Por otra parte, es importante el estilo de vida: el ejercicio físico y la relajación sientan bien a las bacterias intestinales, mientras que el estrés, los antibióticos y muchos medicamentos representan una amenaza para su equilibrio.