Dentro de tus zapatos y tus sandalias están tus pies, a veces gritando que necesitan cuidados y atención para cumplir perfectamente su misión. Es importante que los mantengas limpios, con la piel bien cuidada e hidratada.

1. Mantén una buena higiene

Procura que las uñas estén bien cortadas y limpias. Ante la falta de atención, los pies responden quejándose con diversos problemas.

Es importante que las limes con piedra pómez las grietas, durezas y callosidades. Con una cuchilla puedes eliminar las partes hipertrofiadas y dejar que se regeneren.

2. Descubre los baños alternos

Los baños alternos de pies con agua caliente y luego fría constituyen un buen entrenamiento para aquellas personas que tienen los pies fríos en invierno.

Una vez te has acostumbrado a ellos, puedes hacer el baño solo con agua fría, pero procura que los pies acaben quedándose caliente. En verano, introduce los pies en un barreño de agua fría produce sentirás una sensación de alivio inmediato del calor.

3. Hazte reflejoterapia en los pies

Masajeando los pies o manipulando los puntos dolorosos se consiguen estímulos reflejos importantes para el equilibro corporal, como lo viene demostrando la reflejoterapia podal.

Un terapeuta especializado puede realizar tratamientos específicos, pero tu mismo, solo con presionar los puntos dolorosos del pie, puedes estimular diferentes órganos y sistemas corporales.

Se ha demostrado la eficacia de esta práctica para aliviar dolores de cabeza, dolor premenstrual o ansiedad.

4. Permite el movimiento de los pies

Es necesario que facilites el movimiento de todas las articulaciones del pie. Por eso conviene que evites las botas mal llamadas ortopédicas, que impiden el movimiento natural de los pies.

Con los niños, existe la preocupación de que si tocan el suelo con los pies descalzos, por ejemplo en el momento de vestirse o de desnudarse, tendrán catarros, dolores de garganta y otras dolencias análogas. Es bueno que te quites estas ideas de la cabeza, y los zapatos de los pies. Si se comienza a andar descalzo se comprobará que más bien sucederá todo lo contrario.

5. Aplica la cura de Kneipp a tus pies

La terapia naturista Kneipp ha demostrado su capacidad de fortalecer el organismo con, entre otras propuestas, su invitación a andar descalzo por la arena, el agua, los guijarros, las piedras, el césped y toda clase de terrenos. Se ha probado que fortalece todo el organismo.

En 1850, Sebastian Kneipp logró curarse una tuberculosis muy grave mediante baños y lavados de agua fría seguidos de enérgicas fricciones. Kneipp perfeccionó el método de un médico alemán del siglo XVIII para activar la circulación en el organismo y liberarlo de toxinas.

Hoy muchos balnearios, sobre todo en Alemania, aplican sus técnicas de hidroterapia, que también son fáciles de practicar en casa. Una de ellas consiste en andar sobre la hierba humedecida por el rocío, la lluvia o el riego.

Una vez terminado el paseo se limpian los pies, se secan, se cubren con calzado y se sigue andando para calentarlos bien, sobre todo en invierno.

6. Siente la conexión con la tierra

Caminar descalza te permite sentir la hierba, el agua del río o del mar, la baldosa o la madera bajo los pies. De esta manera puedes tomar conciencia de tu conexión con la tierra y permitir al cuerpo descargarse de electricidad y recuperar su equilibrio.

Camina descalza un rato antes de irte a dormir, si puede ser en contacto con la tierra. Te descarga de radiaciones acumuladas en el organismo durante el día. Esto te ayuda sobre todo a regular y mejorar los procesos inflamatorios.

Para disfrutar de un buen equilibrio físico hace falta un buen apoyo de los pies, o algo que nos conecte con el suelo; una buena vista, un buen funcionamiento del oído y del cerebelo, y sobre todo, y lo más inmediato: sentir que los pies vuelven a tomar contacto con el suelo, que hay seguridad en el apoyo para poder iniciar la marcha a nivel físico y psicológico.

Los pies te sostienen física y mentalmente

Los pies son los encargados de restaurar nuestro equilibrio corporal y psíquico. Su capacidad de adaptación al terreno, a sus condiciones e irregularidades, pone en marcha recursos físicos y psíquicos que estimulan todo el cuerpo.

Guardar el equilibrio es un arte ante la constante atracción de la gravedad, es saber estar en medio de los desequilibrios. Esto lo realizamos a diario con mayor o menor esfuerzo y cuando no somos capaces de ello, todo se derrumba. Levantarse y andar, levantar la moral, el ánimo, el tono, es el arte de recuperar el equilibrio. Y todo comienza desde el apoyo de nuestros pies.

Aplacar el desequilibrio con pastillas y con medicamentos que anulan sensaciones es perderse en el problema. Cuando uno se ve caído y hundido debe volver la conciencia a los pies y confiar en esa capacidad que demostraron para sostenernos de pie desde el primer año de vida.

Conectar con el propio impulso

Desde ese punto de equilibrio podemos recuperar la verticalidad física, pero también la fuerza que nos impulsa a ser lo que verdaderamente queremos y podemos ser.

Sentir y amplificar la base que forman nuestros pies, mejorar y ampliar esta capacidad ele apoyo (la fuerza del talón, el impulso de los dedos, la tensión de la bóveda del pie), es recuperar y ampliar la base de nuestro movimiento, la capacidad ele desenvolvernos en nuestro medio a nivel físico, psicológico y social.

Por eso, si sientes que te faltan apoyos, sea en el plano físico o en el psicológico, deja a un lado los zapatos, los tacones o las sandalias y, con los pies en la tierra, toca y siente el fondo de la evidencia.

Me gusta apoyar el pie descalzo y sentir el peso del cuerpo. Disfrutar de la libertad de mi pie desnudo y de mi cuerpo apoyado sobre él, parado en cuclillas, de pie, andando, girando, bailando. No entiendo, ni me llevo bien, con el pie encerrado y apretado en el zapato; y mucho menos con los tacones y el pie de puntillas.