Cansancio muscular, palidez de piel y mucosas, corazón que se acelera, retirada de la regla… son algunos de los síntomas de anemia, una disminución del volumen y número de hematíes en la sangre.

Las anemias más frecuentes se producen por déficits de hierro, ácido fólico o vitamina B12. El tratamiento podría ser tan sencillo –o complicado, según se mire– como dar una pastilla o inyección con lo que falta (y de hecho así se hace a menudo, con la administración de hierro oral, o de B12 parenteral en caso de anemia perniciosa).

Pero también hay otro tratamiento que consiste en buscar los porqués.

¿Qué falla? Estamos carentes de algo que abunda en el medio que nos rodea. Las sales de hierro, la B12 de las bacterias, el ácido fólico de las hojas verdes, todos están cerca de nosotros, pero ¿tenemos una buena relación con ellos? ¿los asimilamos bien?

Nutrientes esenciales para evitar la anemia

El déficit de hierro es la causa más frecuente de anemia. Es importante revisar no solo si tomamos suficiente hierro con los alimentos, sino descartar problemas que afecten a su absorción (como aclorhidria o celiaquía) o que aumenten las pérdidas de sangre (sea por una regla abundante o por un sangrado gastrointestinal).

En la absorción del hierro no hemo pueden interferir los fitatos (como los del salvado) y fenoles que forman compuestos con el hierro (los hay en el té, café, cacao o vino tinto). El calcio también interfiere, pero al ser un mineral esencial lo mejor es simplemente separar el consumo de los alimentos ricos en hierro y los alimentos ricos en calcio.

La vitamina B12 puede faltar si se reduce la ingesta o por mala absorción. Esta vitamina la sintetizan ciertas bacterias y se halla fundamentalmente en productos de origen animal, por lo que en dietas vegetales se suele aconsejar la suplementación con B12, aunque hay teorías que sostienen que los vegetales con contaminación bacteriana podrían aportarla.

Las reservas hepáticas de ácido fólico duran 3 o 4 meses, a diferencia de la vitamina B12, que tarda de tres a seis años en agotarse. La dieta debe aportar suficiente cantidad. Esta vitamina abunda en las hojas verdes, de ahí su nombre, pero hay otros alimentos ricos en ácido fólico.

Alimentos para aumentar tus depósitos de hierro

Date tiempo. La anemia conlleva una convalecencia, es necesario recuperarse poco a poco y hacerlo bien. Para lograrlo actúa sobre la alimentación y benefíciate del contacto con la naturaleza. Existen alimentos especialmente indicados contra la anemia, pero puedes seguir estos consejos generales:

  • Enriquece tus platos con hierro y ácido fólico. Incluye en tu dieta abundantes alimentos ricos en hierro (legumbres, mijo, germen de trigo, jugo de manzana...) y ácido fólico (hojas verdes).
  • A la hora de aliñar. Adereza con plantas aromáticas y utiliza sal no refinada.
  • Piérdele el miedo a la ortiga. La ortiga (Urtica dioica), rica en hierro, se puede usar contra la anemia en sopa, infusión o ensaladas.
  • No olvides la vitamina C. Combina los vegetales que aportan hierro con otros ricos en vitamina C. Es el nutriente que más favorece la absorción del hierro no-hemo, el presente en los vegetales.
  • Cuida tu flora intestinal. Una microbiota en buen estado mejora la absorción de nutrientes como la vitamina B12: toma fibra y fermentados. Evita también la fermentación intestinal (p. ej. con pan tostado o jugo de col).
  • Añade cereal a tus sopas y caldos. Cuando prepares tus caldos, añádeles cereales integrales (trigo, maíz, cebada, avena) o prepara cremas de verduras con trigo integral machacado: los minerales pasan al agua y se asimilan mejor.

Además de cuidar lo que comes, debes ayudar al organismo a asimilarlo bien. Por eso es importante también cuidar las digestiones. Puedes hacerlo con este ejercicio de hidroterapia:

  • Restablece la temperatura normal del intestino frotando el vientre con agua fría después de la comida para que entre en calor, sin que pase frío.
  • Ten la precaución de que los pies estén calientes.

Contacto con la naturaleza para aumentar los hematíes

Contacta con la naturaleza, da paseos por el campo y haz ejercicio. El movimiento produce percusiones sobre los huesos que estimulan la médula y la producción de hematíes.

Los baños de sol sobre la columna vertebral provocan una reacción térmica que también actúa sobre la médula. Protégete la cabeza y evita el mediodía.

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Subir a la montaña también es muy recomendable. Las alturas superiores a 1.500 m favorecen la formación de hematíes, pues se reduce el oxígeno.

La hidroterapia propone darse pequeños estímulos con agua que tonifican a todos los niveles. Frótate con una toalla mojada fría todo el cuerpo o da un paseo diario descalzo por agua fresca, unos 4-5 minutos. En ambos casos, sécate y tápate enseguida. No pases frío.