Un corazón despierto que ofrece claridad y amor profundo a uno mismo, a los demás y a la existencia entera requiere tiempo y presencia para alimentarse.

Escuchar qué te susurra el corazón es una práctica nutritiva que favorece la apertura y, por lo tanto, la alegría.

Comunicarte con tu corazón es cuestión de calma

Para abrir y conectarte con tu corazón debes relajarte y dejarte llevar. En esta asana te propongo un mudra y una visualización que te ayudarán a lograrlo.

1. Siéntate y descansa

Siéntate cómodamente en el suelo o en una silla.

Descansa la cabeza sobre la columna erguida y relaja los hombros, las cervicales y la mandíbula.

2. Coloca las manos

Pon la mano derecha sobre el muslo en Gyan mudra, juntando el dedo índice con el pulgar.

Lleva la mano izquierda a tu corazón y siente sus palpitaciones, ritmo y presencia.

3. Conecta y pregunta

Visualiza con calma tu corazón: puedes visualizar su tamaño, color, forma, conexión con los pulmones y el diafragma. Visualízalo en 3D desde diferentes ángulos, incluso desde dentro.

Comunícate con él, pregúntale sobre sus deseos y déjate sorprender.

Tu corazón te habla todos los días

Dedica tus tardes a nutrir tu mente y tu corazón. Apaga los dispositivas electrónicos, atenúa las luces de casa, pon un aceite esencial que favorezca la calma, escucha música para meditar o una música que te guste o lee algo que te nutra e inspire y que te ofrezca herramientas para que puedas llegar a ser la mejor versión de ti mismo.

Si se parte de la premisa de que todo se alimenta de algo, vemos que los programas de la televisión se alimentan de la atención y el tiempo que se invierte en ellos. Y en la vida humana, ¿hay algo más valorado que el tiempo y la presencia? ¿Qué haces tú de forma regular para alimentar tu espíritu juvenil y alegre?

Visualiza con calma tu corazón y conecta con tus deseos mas profundos.

La costumbre de perder horas delante del televisor, en conversaciones centradas en la queja, las carencias y el cotilleo, acaba consumiendo tiempo y energía, lo que nos quita vitalidad y alegría de vivir.

Metafóricamente, se podría decir que no es que uno consuma programas de televisión, sino que es la televisión la que consume a la persona.