1. Conectarse
Regálate un momento para reflexionar y conectar con tus emociones. Así aprenderás a tomar conciencia de las sensaciones del cuerpo antes de comer.
¿Sientes verdaderamente hambre física? Si la respuesta es que no, que lo que te empuja a comer es que te sientes mal, te aburres o estás enojado, es mejor no hacerlo y tomar un vaso de agua lentamente.
2. Comer con placer
Al comer, solamente come y disfruta de cada bocado (¿a qué sabe?). Esta autoconcienciación te llevará a no actuar por impulsos. Apaga los aparatos electrónicos y dispón en la mesa todo cuanto necesites para no tener que levantarte.
Céntrate, durante al menos 20 minutos, únicamente en los platos que has cocinado. Si puedes, decora la mesa con flores y velas. Un ambiente tranquilo regala serenidad y sosiego.
Puede resultarte de mucha ayuda un diario en el que anotes todos los menús y cómo te sientes en cada momento.
3. Saborear
Disfruta de cada bocado al máximo. Prueba a cambiar los cubiertos por palillos chinos, que ralentizan la ingesta y obligan a seleccionar porciones más pequeñas.
Presta atención a las sensaciones al sujetar la comida con los palillos, al llevártela a la boca. Entre bocado y bocado, puedes dejar el cubierto en la mesa. Tenerlo siempre en la mano predispone a pinchar rápidamente de nuevo.
4. Practicar
Si no puedes hacer al menos una comida al día según los principios del mindfulness, trata de intentarlo cada semana. Si te cuesta al principio, sé paciente contigo mismo, generoso y tolerante, pero insiste.
5. Hacer ejercicio
Prepara la mente para afrontar tus emociones ante la comida. El ejercicio ayuda a relajar la mente. Y trata de dormir suficiente, puesto que un sueño reparador reduce los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés y la ansiedad.
6. Como si fuera la primera vez
Un ejercicio que ayuda a entrenar una actitud ante la comida como ante otras situaciones de la vida consiste en tomar un puñadito de pasas y colocarlas sobre la palma de la mano, como si fuera la primera vez que las vemos.
Elegimos una en especial y durante cinco minutos observamos su aspecto: color, forma... A continuación, la cogemos entre los dedos para tocarla, olfatearla y luego palparla con los labios. Intentamos determinar si es áspera, suave, pesada, ligera...
Seguidamente cerramos los ojos, nos la llevamos a la boca masticándola poco a poco para deleitarnos con sus distintos sabores. Finalmente, la ingerimos, conscientes de todas las sensaciones que hemos disfrutado lentamente.
Alimentos puros para empezar a practicar
No es preciso ser un gran cocinero ni un gourmet para descubrir el placer que proporcionan.
1. Los sabores del agua
Cada agua es distinta: dulce, amarga, ácida... descubrir sus matices es un ejercicio paciente, pero gratificante.
2. Un solo dátil
Se cuenta que un beduino en el desierto resiste tres días con un dátil. El primero se come la piel, el segundo la carne y el tercero el hueso.
3. Semillas germinadas
Brotes de salud, son uno de los pocos alimentos que comemos cuando aún están vivos y que siguen creciendo en la boca.
4. La esencia de la granada
Desgranarla y descubrir sus pequeñas semillas para luego hacerlas estallar, una a una, con delicadeza entre los dientes.
5. El aroma del pan
Deleitarse con el aroma que desprende el pan. Respirar profundamente y ensimismarse unos segundos antes de probarlo.