El nabo, la berza, la col lombarda, la coliflor, el brécol… cualquier planta de la familia de las crucíferas contiene altas dosis de isotiocianatos, indoles y glucosinolatos, unos compuestos azufrados con propiedades anticancerígenas.
La cocción desactiva gran parte de estas beneficiosas moléculas –en promedio cada cinco minutos se pierde un 20%–, por lo que resulta preferible tomarlas crudas o picadas muy finas en ensalada si se quiere aprovechar todo su potencial curativo.
Estas verduras deberían estar presentes en la dieta, como mínimo, un par de veces a la semana.