Es un consejo bien conocido: es mejor comer frutas y verduras de temporada. La principal razón es que son cosechados cuando maduran y llegan rápidamente a los puestos de venta, por lo que son más frecos y probablemente más ricos en nutrientes que aquellos cuyo desarrollo se ha acelerado, se han cosechado prematuramente y han tenido que recorrer largas distancias.

Pero hasta ahora no se ha había podido comprobar que los productos frescos de temporada se metabolizan de manera diferente por el organismo: los de fuera temporada incrementan el peligro de sufrir alteraciones metabólicas como el sobrepeso, la obesidad y la diabetes.

Los polifenoles de las frutas actuan sobre el reloj molecular que regula el metabolismo

Ha sido un hallazgo del equipo de investigadores en nutrigenómica del Departamento de Bioquímica y Biotecnología de la Universidad Rovira i Virgili de Barcelona en colaboración con el centro tecnológico Eurecat.

El punto de partida de la investigación era un fenómeno conocido: que cada una de las células del cuerpo cuenta con un reloj molecular que adapta el funcionamiento del metabolismo en función de la estación del año. Los investigadores se preguntaron si este reloj podía desajustarse o responder de manera inadecuada al exponerse a determinados polifenoles de frutas que no se corresponden con la estación.

En invierno, mejor naranja que cerezas

Los autores del estudio, publicado por The Journal of Nutritional Biochemistry, y dirigido por Roger Mariné-Casadó, probaron con las cerezas, una fruta de primavera y verano, y acertaron. Los ratones de laboratorio estuvieron sometidos a un ritmo de luz y oscuridad que reproducía el invierno en el laboratorio, y al ser alimentados con cerezas su metabolismo tendió a almacenar más energía en forma de grasa que los que consumieron otras frutas de temporada, como las naranjas.

El descubrimiento implica que consumir frutas fuera de la estación aumenta el riesgo de sobrepeso y obesidad.

En otro estudio, en esta ocasión publicado en Scientific Reports, los mismos investigadores explican que los polifenoles de las cerezas o las uvas favorecen que el cerebro responda a las hormonas que, como la leptina, modulan el apetito y el metabolismo de las grasas.