De la diabetes al cáncer
"Nuestros resultados quizá lleven al fomento de unas dietas con una carga ácida baja para la prevención de la diabetes", afirman Fagherazzi y Clavel-Chapelon. Además de prevenir la diabetes, una dieta más alcalina que ácida podría evitar una variedad de trastornos como la osteoporosis, las infecciones, los cálculos renales e incluso el desarrollo de tumores como consecuencia de una acidez e inflamación prolongadas.
Esta amplitud de beneficios se explica porque el equilibrio ácido-básico es necesario para el buen estado y funcionamiento de las células en todos los tejidos y órganos corporales. De hecho, se sabe que el grado de acidez es determinante, en general, para el equilibrio de los organismos y los ecosistemas naturales, ya que condiciona la fertilidad de la tierra, el desarrollo de las plantas o la vida en el agua, como sabe cualquiera que cuide un acuario o una piscina.
El mapa del PH en el cuerpo
La acidez o alcalinidad se cuantifica mediante el valor pH (potencial de hidrógeno), que se refiere a la concentración de iones de hidrógeno en una disolución acuosa.
La escala de pH varía de 0 a 14. Son ácidas las disoluciones con pH menor que 7 y alcalinas las de pH superior a 7. En el cuerpo humano, el pH varía de una zona a otra. En el interior del estómago hay una acidez extrema (pH de 1,35 a 3,5) a fin de favorecer la digestión.
Sin embargo, las paredes del estómago, para protegerse, tienen un pH alto (hasta 8). El pH de la piel va de 4 a 6,5, lo que proporciona un manto ácido que actúa como protección frente a hongos y bacterias. En la vagina, un pH de 4,7 mantiene la flora en equilibrio.
El pH sanguíneo es una constante que muy pocas veces se altera de manera importante. Si lo hace, llega a inducir estados de coma, sea por alcalosis o acidosis. Se considera un pH normal en la sangre el que oscila entre 7,35 y 7,45, es decir, ligeramente alcalino. Para mantenerlo dentro de esos límites que hacen factible la vida, el cuerpo cuenta con mecanismos que corrigen rápidamente cualquier desviación.
Los efectos de la alimentación
Es lógico pensar que los alimentos que ingerimos podrían influir sobre el grado de acidez del organismo. Desde los estudios del doctor Heinrich Lahmann y del químico Ragnar Berg, de principios del siglo XX, se sabe que las personas que consumen más carne y pescado tienden a mostrar una orina más ácida.
En cambio, esta es más alcalina en quienes consumen más alimentos vegetales crudos. La orina se considera un indicador de los esfuerzos del cuerpo para depurar y equilibrar el medio interno. Los alimentos se pueden clasificar entre los que aumentan la acidez o la alcalinidad en la orina.
Alimentos acidificantes que conviene consumir con moderación son los ricos en proteínas animales. En cambio, una dieta basada enfrutas y verduras frescas y de temporada tiende a alcalinizar la orina. Este tipo de dieta es, en principio, aconsejable para todas las personas y especialmente para aquellas que presentan sistemáticamente un pH ácido en la orina.
No obstante, pueden darse casos excepcionales que deban tratarse temporalmente con dietas menos alcalinizantes.
A la hora de elegir alimentos concretos es útil la clasificación PRAL en función de la "capacidad para acidificar potencialmente la orina". Esta se realiza a partir del contenido en cinco nutrientes (proteínas, fósforo, potasio, calcio y magnesio) que modifican el pH y sirve para establecer recomendaciones generales.
Más fruta y verdura fresca
Para tender a una dieta alcalinizante a lo largo del día es importante que haya una fuerte presencia de frutas y verduras frescas y de temporada. Además hay que tener en cuenta que la cocción de los alimentos les resta poder alcalinizante, con lo cual conviene consumir a diario frutas y verduras crudas, junto a hortalizas y tubérculos.
En este sentido, resultan ideales las sopas de verduras con patata, apio, zanahoria o calabaza, así como las preparaciones al vapor. Los cítricos, a pesar de su sabor ácido, también resultan alcalinizantes una vez digeridos. De hecho, son recomendables los zumos caseros de cítricos acompañados, si se desea, de apio, manzana, pera, zanahoria, uva o cereza.
Puede ser importante asimismo estar al tanto del tipo de tierra donde crecieron, es decir, si proceden de cultivos ecológicos o de cultivos intensivos con fertilizantes y plaguicidas que alteran el pH del suelo. El cuidado de la agricultura va ligado al cuidado de la salud, pues el tipo de suelo y su pH pueden influir en el contenido mineral y en el equilibrio de la propia planta.
- Frutas más alcalinizantes (por este orden): uva pasa, higo seco, uva negra, plátano, albaricoque, cereza, naranja, limón, manzana.
- Hortalizas más alcalinizantes: espinaca, apio, zanahoria, calabacín, patata, lechuga, berenjena, tomate, cebolla, brécol y coles en general.
Atención a las proteínas
Carnes y pescados se consideran acidificantes, ante todo por su riqueza en proteínas. Su consumo excesivo se ha asociado a una mayor acidificación en la orina y a una sobrecarga de los mecanismos que actúan para regular el pH sanguíneo.
En este grupo de alimentos, los más acidificantes son los mariscos y las conservas de pescado, incluidas las sardinas en aceite, con 1316 puntos PRAL, frente a los 7 de la carne magra de cerdo o los 9 del pollo, por ejemplo.
Como fuentes óptimas de proteínas, son recomendables en cantidades moderadas las legumbres. Frutos secos y semillas son más acidificantes, pero teniendo en cuenta que se consumen en cantidades pequeñas se pueden considerar alimentos sanos y recomendables por su aporte de ácidos grasos poliinsaturados, vitaminas y minerales.
Las almendras (PRAL 4,3) y las nueces (6,8) se acercan más a la neutralidad que el resto de frutos secos. Como norma, conviene elegir las presentaciones sin salar y sin tostar. Los productos lácteos en general son acidificantes. sobre todo los quesos curados (por encima de 25).
Un estilo de vida saludable
Por otra parte, se puede seguir una serie de recomendaciones a la hora de diseñar menús diarios que resulten alcalinizantes:
- Los aguacates y los aceites vegetales de primera presión en frío están en zona neutra y son fuentes saludables de ácidos grasos.
- Beber de uno a dos litros de agua al día. Una gran parte de las aguas envasadas en España son minerales naturales, muchas de ellas bicarbonatadas sódicas o mixtas, que alcalinizan el pH de la orina.
- Reducir o evitar el consumo de cereales refinados, conservas, bollería, chocolate, refrescos, alcohol y café.
- Moderar el consumo de sal, pues el aumento de sodio en el organismo eleva la acidosis con pérdida ósea y desgaste muscular.
- También están indicadas las infusiones: té verde, cola de caballo, diente de león...
- La miel y el azúcar integral son preferibles al azúcar blanco.
Además de la dieta existen algunos otros factores que contribuyen a la acidificación. Por ejemplo, el estrés y el ejercicio físico extenuante. Para evitarlos conviene dar importancia al descanso y a la relajación, y realizar regularmente actividades al aire libre y ejercicios de respiración profunda. Las dietas depurativas estacionales también resultan recomendables.
Es probable que a medio plazo se conozcan más detalles de los efectos de la acidez y la alcalinidad en el cuerpo. Pero lo que se sabe actualmente ya justifica la apuesta a favor de la alimentación natural y esencialmente vegetariana.