La Organización Mundial de la Salud recuerda en su informe que los ácidos grasos trans (AGT) producidos industrialmente o de origen animal aumentan el riesgo de ataques cardíacos y muerte por cardiopatía coronaria. La evidencia científica es tan contundente que muchos países ya han tomado medidas para reducirlas o eliminarlas de los alimentos comercializados. "Es esencial una acción política sólida para eliminar los AGT, incluso en países donde la ingesta actual de AGT es baja", afirma el informe.

En España, la Fundación Española del Corazón se ha hecho eco del informe de la OMS y apoya que las grasas trans artificiales sean prohibidas en 2023. La FEC explica en una nota de prensa que un consumo elevado de este tipo de grasa aumenta un 34 por ciento el riesgo de muerte por cualquier causa y un 28 por ciento las muertes por cardiopatías coronarias.

Grasas trans: qué son y dónde se encuentran

Los ácidos grasos trans se encuentran en la carne y la leche de los animales rumiantes como la vaca, la oveja o la cabra, y sobre todo en los productos industriales que incluyen entre sus ingredientes aceites vegetales parcialmente hidrogenados. Este proceso viene siendo utilizado por la industria alimentaria desde los años 50 del siglo pasado, triunfó en los 60 con las margarinas vegetales que supuestamente eran más sanas que la mantequilla de leche de vaca, hasta que en los 90 comenzaron a aparecer estudios sobre sus efectos perjudiciales sobre la salud.

Aunque muchos fabricantes ya las han ido suprimiendo de sus productos, todavía se utilizan en:

  • Margarinas
  • Salsas
  • Bollería
  • Patatas fritas de bolsa y otras frituras
  • Cereales de desayuno
  • Todo tipo de platos precocinados
  • Caldos
  • Helados
  • Palomitas para el microondas

En la dieta media de la población española, el 95 por ciento de las grasas trans proceden de este tipo de grasas artificiales y el 5 por ciento de las grasas natuales de los animales rumiantes.

¿Cómo te perjudican las grasas trans artificiales?

La ingesta de ácidos grasos trans aumenta la concentración en la sangre del colesterol malo LDL y disminuye la del colesterol bueno HDL. Además, el consumo de este tipo de grasas se asocia a un aumento del nivel de triglicéridos, lipoporoteína A e inflamación, que tiene un papel importante en el desarrollo de la diabetes y la aterosclerosis que, a su vez, incrementan el riesgo cardiovascular.

El cuerpo no es capaz de metabolizar adecuadamente este tipo de ácidos grasos que acaban convirtiéndose en una sustancia extraña que obstruye las venas y las arterias. Según la OMS, la ingesta de grasas trans es responsable de más de 500.000 muertes prematuras al año en todo el mundo por cardiopatías coronarias.

Si las grasas trans son las peores, las mejores son las omega-3 de las semillas de lino, chía y nueces, junto con las monoinsaturadas de las aceitunas y los aguacates. Los frutos secos son, en general, fuentes recomendables de grasa cuando se consumen sin sal y sin tostar.

Al cocinar también se pueden formar grasas trans

La hidrogenación industrial de las grasas vegetales es el proceso más habitual por el que sus ácidos grasos se convierten en trans, pero la fritura doméstica, mal realizada, también puede propiciar la aparición de grasas trans. Por eso se aconseja usar aceite de oliva virgen, no superar los 180º C y no reutilizar el aceite más de dos o tres veces.

¿Es habitual tomar demasiada cantidad?

Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, en España el consumo de grasas trans se sitúa cerca de los 2,1 g/día. El New England Journal of Medicine fija en 2 g/día el límite para que comiencen los efectos adversos, cantidad muy fácil de superar. Hay raciones de patatas fritas industriales que triplican este límite.

¿Cuál es la situación legal de las grasas trans?

Desde el 21 de abril de 2021, en los países de la Unión Europea, el contenido de las grasas trans está limitado a 2 gramos por cada 100 gramos de grasa en los productos. En algunos países ya se han prohibido, como es el caso de Canadá desde 2018.