El aceite de palma lleva muchos años invitado a nuestra mesa, ya que tradicionalmente ha sido una de esas grasas de las que ha abusado la industria por su bajo precio y su versatilidad, ya que con ella se consiguen texturas que se funden en la boca y son muy agradables al paladar. De esta manera sustituye a la mantequilla, mucho más cara, y a las grasas hidrogenadas, que tienen merecida mala fama.

Pero ha saltado a las noticias de actualidad en las últimas semanas debido a la alarma causada por un estudio publicado en Nature, que analizaba el impacto en las células cancerosas de la grasa dietética y su relación con una proteína concreta que está presente en la superficie de dichas células.

El ácido palmítico está implicado en el cáncer

Los investigadores –dirigidos por Salvador Aznar Benitah, del puntero Institute for Research in Biomedicine de Barcelona– concluyen que el ácido graso con mayor impacto en la promoción de la metástasis es el palmítico, que está muy presente en el aceite de palma, de ahí su nombre.

Esto ha llevado a la alarma y a titulares amarillistas, como es habitual. De momento, recordemos que es un estudio en ratones y que faltan muchos pasos antes de sacar conclusiones inequívocas respecto a su aplicación en humanos.

Sin embargo, no nos hace falta recurrir a estas últimas investigaciones para acusar al aceite de palma de causar un impacto negativo en algunos marcadores de salud.

Al calentarlo se forman moléculas carcinogénicas

El aceite de palma es un aceite rico en ácidos grasos saturados, y aunque ya hace tiempo que sabemos que no toda la grasa saturada es perjudicial, la de palma no aparece en la lista de recomendables. De nuevo, el palmítico se lleva la peor parte, pues se relaciona con un aumento en los niveles de colesterol LDL, que es un factor de riesgo cardiovascular entre otras cosas.

El aceite de palma también carga con la acusación de contener moléculas carcinogénicas cuando se calienta a altas temperaturas (más de 200ºC), cosa que sucede con los productos de la industria alimentaria, y nos alerta de ello la propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

¿Cómo saber si un producto lleva aceite de palma?

Este aceite de palma ultraprocesado que debemos evitar se encuentra en casi todos los productos untables (cremas de cacao, margarinas, patés vegetales, derivados del queso….), en precocinados (pizzas, lasañas, cremas), sopas de sobre, fiambres, bollería, chocolates y coberturas, postres, helados, aperitivos y snacks, caldos en envasados… y un largo etcétera.

Hasta que entró en vigor la nueva ley de etiquetado, a finales de 2014, no podíamos localizarlo en los ingredientes de los productos, ya que quedaba oculto bajo el paraguas de “grasas vegetales”. Pero, desde esa fecha, la obligación de detallar el tipo de grasa en las etiquetas ha hecho salir a la luz su enorme presencia en todo tipo de productos de alimentación.

El aceite de palma puede aparecer también bajos otros nombres como por ejemplo: manteca de palma, aceite o grasa de palmiste, palmoleina, estearina de palma, oleina de palma o usando su nombre científico en cualquiera de las modalidades anteriores, que es Elaeis guineensis.

Pero recuerda siempre que unas galletas sin aceite de palma siguen siendo un producto no recomendable por su contenido en azúcar, cereales refinados y otras grasas de mala calidad. Y así con la mayoría de productos que lo contienen.

Se halla en las leches de fórmula para bebés

El ácido palmítico se halla en gran proporción en el aceite de palma, pero también se encuentra de manera natural en otros muchos alimentos. Esto no quiere decir que también debamos evitarlos. Importa la matriz en la que va incluido el ácido graso, por lo que no podemos comparar a nivel nutricional un yogur natural con un bollo industrial o un precocinado.

También la leche materna contiene ácido palmítico en su composición, y las de fórmula tratan de imitarla. La diferencia es que en la leche materna se encuentra en forma de beta-palmitato y en los aceites es a-palmitato. Deberíamos dar prioridad a las leches que lo incorporen en forma beta. Y, por supuesto, alimentar al bebé con leche materna siempre que sea posible (y casi siempre lo es).

Existe el aceite de palma sano, pero no nos llega

Existe el cultivo sostenible del aceite de palma en las comunidades que lo tienen en su alimentación tradicional. Consumen un aceite de palma en estado virgen, sin refinar, que no tiene nada que ver con la grasa altamente procesada, desprovista de polifenoles y demás compuestos, que usa la industria alimentaria.

Hay algunos trabajos, como por ejemplo una revisión de 2014 de Fattore et al. que sí encuentran beneficios en el consumo de este aceite de palma a nivel cardiovascular, pero no sería de aplicación en nuestro entorno ni a los productos con aceite de palma a los que tenemos acceso.

La industria del aceite de palma acaba con la selva y los orangutanes

Por si fuera poco, y saliéndonos de lo estrictamente nutricional, el cultivo de palma provoca una gran impacto medioambiental. La explotación del aceite de palma es la causa de la deforestación que se está produciendo en las selvas tropicales de Indonesia y Malasia, que concentran el 85% de la producción mundial.

También está dejando sin hábitat natural a los orangutanes, que corren peligro de extinción. Varias asociaciones ecologistas como Greenpeace o Ecologistas en Acción han denunciado la gravedad este tema.

Si queremos evitarlo por temas de sostenibilidad, es importante saber que también está muy presente en productos cosméticos y de higiene personal, en productos de limpieza y en velas se usa como alternativa a la cera o la parafina. También se usa para fabricar biodiesel y está muy presente en piensos para el ganado.