Se estima que el 32-35% de cánceres son atribuibles a factores dietéticos. Aunque no todos están afectados en la misma medida. La dieta influye un 80% en cánceres de intestino grueso y solo un 10% en los de pulmón.

Y dentro de una dieta saludable anticáncer, se debería prestar especial atención al consumo de azúcar y lácteos. El consumo excesivo de los mismos se asocia a un mayor riesgo de desarrollar un cáncer.

Cuidado con el azúcar... y la insulina

Una carga glucémica alta se asocia con un mayor riesgo de cáncer y la hiperglucemia conduce a un peor pronóstico para los pacientes con cáncer. También se ha comprobado una correlación entre los niveles de azúcar en sangre y el crecimiento tumoral.

Existen pruebas de que la hiperinsulinemia, la hiperglucemia y la inflamación crónica pueden favorecer la progresión de células cancerosas a través de la vía de la insulina y del factor insulínico 1 (IGF-1).

Los alimentos ricos en azúcar altamente procesados y refinados parecen aumentar los niveles séricos de insulina y de IGF-1. Algunas investigaciones indican un efecto sinérgico entre el IGF-1 y los estrógenos, así como la resistencia a la insulina en el cáncer de mama.

Los lácteos y su relación con los niveles de azúcar

Los lácteos tienen un efecto insulinogénico, es decir, elevan los niveles de insulina. Esto se debe principalmente a su contenido en caseína (la proteína de la leche) y en lactosa (el azúcar de la leche).

En un estudio se observó en concreto que el consumo de 200 ml de leche, junto a un carbohidrato de bajo índice glucémico, aumenta significativamente la insulinemia postprandial (los niveles de insulina después de las comidas) de la misma manera que lo hace un trozo de pan blanco.

Los lácteos que producen una mejor tolerancia a la lactosa son los fermentados: los yogures y el kéfir.