A un equipo de investigación europeo se le ha ocurrido comprobar si el consumo habitual de alimentos fermentados ofrece alguna protección frente al nuevo coronavirus de la COVID-19. Y efectivamente, los resultados de su estudio indican que comer vegetales fermentados se relaciona con una mortalidad menor.

El trabajo, que ha sido realizado por científicos de universidades y centros de investigación de España, Portugal, Francia y Alemania, y publicado en medRxiv.org muestra que las tasas de mortalidad son menores en los países donde el consumo de alimentos vegetales fermentados tradicionalmente es común.

Según los investigadores, la protección puede deberse al efecto beneficioso de los alimentos fermentados sobre la microbiota intestinal, que colabora con el sistema inmunitario en la defensa frente a virus y otros agentes patógenos. Además la fermentación aumenta la capacidad antioxidante de los alimentos vegetales.

Los alimentos vegetales fermentados reducen la mortalidad por COVID-19

Los científicos compararon los datos sobre consumo de alimentos fermentados en distintos países (recogidos por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, EFSA) con las estadísticas de mortalidad por COVID-19, obtenidas del Centro de Recursos de Coronavirus Johns Hopkins.

Los datos de la EFSA incluyen estadísticas sobre el consumo de alimentos probióticos (con microorganismos vivos) como verduras fermentadas, verduras encurtidas o marinadas, leche fermentada, yogur y leche agria fermentada.

Al analizar los datos, hallaron que por cada gramo diario de incremento en el consumo nacional promedio de vegetales fermentados, el riesgo de mortalidad por COVID-19 disminuye un 35.4%. En cambio, los productos lácteos fermentados no parecen tener efecto sobre la mortalidad. Las verduras encurtidas en vinagre pero sin fermentar tampoco han revelado un efecto. Por tanto, la acción beneficiosa se ciñe a los vegetales fermentados.

Para establecer la relación los investigadores descartaron la posible influencia del nivel económico de los consumidores, edad, desempleo y obesidad.

Los autores del estudio creen que el consumo de alimentos vegetales fermentados puede ser uno de los factores que expliquen la diferencia entre las tasas de mortalidad altas de países como España e Italia, donde se consumen menos alimentos vegetales fermentados, y las tasas bajas de Alemania y otros países europeos, donde el consumo es mayor.

Por supuesto, los investigadores consideran que otras variables, como las distintas medidas tomadas con más o menos celeridad por cada gobierno, o la calidad de la asistencia médica, han contribuido también a las diferencias.

Los autores afirman en el estudio que si sus conclusiones se confirman, la COVID-19 puede ser la primera pandemia cuya mortalidad se relacione con una "pérdida de naturaleza", es decir, con la menor presencia en las dietas modernas de un tipo de alimentos que ha sido común en los modelos alimentarios tradicionales.

La fermentación se introdujo en el Neolítico, moldeó la microbiota intestinal humana, y fue esencial para la supervivencia de la humanidad en distintos climas. La dieta moderna escasea en este tipo de alimentos, lo que puede haber contribuido a la expansión y la severidad de la infección con el coronavirus SARS-CoV-2.

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