Las 5 cosas que no te contarán sobre la carne de cerdo

Cuando tenía 6 años, me obligaron a presenciar la matanza de un cerdo. Cuando aún comía carne pensaba, ¿habrá sufrido este cerdo la misma tortura?

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Ataron las patas de aquél animal para inmovilizarlo y entre varios hombres lo colocaron sobre unos tablones de madera. Chillaba de una forma desgarradora y miraba a quienes estábamos alrededor suplicando auxilio entre las risas, la música y el olor a vino blanco.

Le cortaron el cuello y vi salir a borbotones por su garganta litros de sangre que recogían en un cubo mientras convulsionaba, se retorcía y pataleaba en un intento inútil por volver a respirar. Cuando rajaron su cuerpo en canal para extraer las vísceras los chicos me soltaron y pude irme corriendo a casa.

Aquellos adolescentes decidieron vengarse obligándome a presenciar la matanza de un cerdo de principio a fin al descubrir que era yo quien iba con un palo haciendo saltar los cepos que colocaban para cazar pájaros. Tenía 6 años y mis padres se asustaron cuando llegué a la casa del pueblo llorando desconsoladamente, pálida y sin poder explicar lo que me había pasado.

Años más tarde empecé a hacerme preguntas sobre la carne que comía ¿Sería la de algún cerdo que hubiera muerto como el que agonizó amargamente ante mi perpleja mirada de niña?

Me respondía que no, que eso era una tradición de las zonas rurales, que los animales en las granjas y mataderos estaban protegidos por las leyes. Esa historia me conté durante un tiempo, hasta que visité una granja de cría intensiva de cerdos.

5 cosas que no sabías sobre los cerdos en la industria cárnica

Comprobé entonces que la realidad era mucho peor de lo que hubiera podido imaginar, por eso comparto aquí 5 cosas que yo no sabía (y seguramente tú tampoco) sobre la realidad de estos animales en la industria cárnica.

1. Corte de dientes, rabo y castración sin anestesia.

Los lechones son amputados a los pocos días de nacer para evitar que se lesionen unos a otros debido al hacinamiento. Por eso les cortan el rabo, ya que es una parte susceptible de ser mordida y esto deriva en infecciones (cuyo tratamiento supone costes).

Les cortan los dientes con una tenaza para que no desgarren los pezones de la madre en la lucha por la lactancia y para evitar que se lesionen cuando en etapas posteriores se mezclen lechones de distintas edades para su engorde.

Antes de cumplir la semana de edad son castrados sin anestesia para evitar lo que se denomina “olor macho” en la carne cuando ésta se cocina y se consume. Un procedimiento tremendamente doloroso que implica además un riesgo de muerte añadido para los lechones por la posible infección de una herida abierta.

2. Madres obligadas a aplastar a sus bebés

Más del 50% de los lechones que mueren es a causa del aplastamiento en las granjas. Las cerdas son encerradas en las denominadas “jaulas de gestación” pocas semanas antes de dar a luz.

Estas jaulas están diseñadas para inmovilizar a las hembras entre barrotes de metal que impiden que puedan siquiera cambiar de postura. Por eso es terriblemente habitual que los lechones se cuelen bajo el cuerpo de su madre buscando calor y protección para morir asfixiados sin que su madre pueda levantarse.

3. Canibalismo e infecciones sin tratar

Cuando los lechones pasan a la fase “de cebo”, donde pasarán aproximadamente 4 meses para su engorde, son trasladados a espacios cerrados que se ven obligados a compartir entre un elevado número de animales. Son tantos que apenas pueden moverse sin estar continuamente chocando unos con otros.

Estas condiciones de hacinamiento generan un enorme estrés a estos sensibles animales y en numerosas ocasiones deriva en conductas de canibalismo como arrancarse las orejas o morder las lesiones en carne viva de sus compañeros hasta encontrar animales con profundas heridas abiertas.

Esto es una fuente habitual de dolorosas infecciones que no suelen ser tratadas para ahorrar gastos veterinarios, así, es frecuente encontrar cadáveres pisoteados y desmembrados entre los animales vivos.

4. Huesos rotos y úlceras oculares

Dos de los problemas más habituales de los cerdos en las granjas industriales son las fracturas de huesos y las úlceras en los ojos. Debido a las condiciones de insalubridad y la gran concentración de gases tóxicos como el amoniaco que genera irritación en sus ojos y que al no ser tampoco tratada, deriva en úlceras que pueden terminar dejando ciegos a los animales.

Por otro lado, ya que los cerdos en las granjas industriales no reciben nunca la luz del sol, sufren importantes carencias de vitamina D (necesaria para la absorción de calcio). La fragilidad que esto provoca en su cuerpo hace que sus huesos se rompan con mucha facilidad y tengan que vivir con fracturas sin tratar hasta ser enviados al matadero.

5. Electrocutados o gaseados en el matadero

Cuando los cerdos alcanzan el peso estimado, son enviados al matadero, donde los métodos para su aturdimiento son la electrocución (aplicando una descarga con unas pinzas que se colocan a ambos lados de su cabeza) o bien son gaseados en cámaras donde se les expone a altas concentraciones de CO2.

Ambos métodos pueden ser inefectivos debido a las prisas con las que se ven obligados a trabajar los operarios o al excesivo tiempo entre el aturdimiento y el corte de garganta, que puede suponer que el animal recupere la consciencia cuando es desangrado.

Los cerdos son animales altamente inteligentes y con una gran sensibilidad, incluso poseen consciencia de su propia existencia, como reafirmó un estudio del Centro para el Bienestar Animal de la Universidad de Cambridge.

Los cerdos forman estructuras sociales complejas y aprenden unos de otros de formas anteriormente solo observadas en primates, habiéndose identificado más de 20 tipos de sonidos para comunicarse en distintas situaciones.

Según la información disponible estos animales poseen una inteligencia superior a la de perros y gatos y son capaces de resolver algunos problemas con mayor rapidez que por ejemplo, los chimpancés, aprendiendo por ensayo y error numerosas conductas que les permiten modificar su entorno para hacerlo más confortable.

Se estima que poseen las habilidades cognitivas de un niño de 3 años. ¿Te imaginas cómo puede ser su sufrimiento en la industria cárnica?

Ponernos en el lugar de los animales es el primer paso para comenzar a tomar decisiones más respetuosas con ellos, para solidarizarnos con su situación aunque los altos muros de las granjas nos impidan verlos, para que digamos un NO rotundo a estas crueles industrias sustituyendo la carne en nuestra alimentación.

Porque están ahí, son millones y somos su única esperanza.

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