48 toros serán torturados en la "fiesta" de San Fermín

Pamplona estos días se parece mucho a Tordesillas. Los Sanfermines tienen mucha mejor fama que las corridas de toros, la violencia es exactamente la misma.

Toros san fermin

Sí, los Sanfermines también son tauromaquia. Una de las siete mayores fiestas del mundo tiene lugar cada año en Pamplona y se celebra con sangre.

Que sí, que puedes ir y no correr en los encierros, que puedes no acudir a la plaza para ver cómo mueren acuchillados todos esos animales que han recorrido las calles de la ciudad unas horas antes hasta acabar extenuados.

Que sí, que puedes ir a los Sanfermines a disfrutar de la fiesta, de la gente, de la música y contarte que para ti lo de los toros es lo de menos.

Pero para ellos no.

Y es que en torno a 50 animales (entre toros de lidia y cabestros) se verán obligados a correr entre el gentío, sometidos a un estrés inimaginable por el ruido y la persecución, resbalando sobre el pavimento, lo que les causa graves hematomas, torceduras e incluso fracturas en sus extremidades por las caídas, para llegar después completamente desorientados, agotados y aterrorizados a la plaza. Es posible que además hayan pasado horas sin comer y sin beber, por lo que sus fuerzas se encuentran aún más mermadas.

Sí, en los Sanfermines también mueren toros

Este año 48 toros serán torturados en honor a San Fermín. Cada uno de ellos sufrirá el mismo tormento que cualquier toro en cualquier plaza: la lanza del picador clavada en la base del lomo para que no pueda levantar la cabeza, los arpones de las banderillas clavándose en sus músculos, la pérdida de sangre hasta quedar completamente debilitado, la imposibilidad de huir, el acorralamiento, el miedo, los ataques con el estoque atravesando sus órganos internos, la hemorragia, los pulmones encharcados, los vómitos de sangre, la asfixia, la parálisis cuando su espina dorsal es atravesada, la agonía, la muerte.

Arranca el estallido taurómaco, Pamplona se llena de pañuelos rojos durante 9 días en los que todo gira en torno a la más sangrienta expresión del maltrato animal y de la falta de compasión.

La fiesta que se enorgullece de haber enamorado a Ernest Hemingway y lo proclama a los cuatro vientos, obviando que, tal vez, ser uno de los eventos favoritos de un conocido cazador que se jactaba de haber acabado personalmente con la vida de 122 prisioneros alemanes durante la guerra, nos habla más de la naturaleza violenta del evento que de su valor cultural o artístico.

Otra de las miserias de la celebración reside en que las corridas de toros de los Sanfermines son benéficas, los fondos obtenidos de la venta de entradas se destinarán “al cuidado de ancianos” según indican en su web oficial. ¿Puede haber algo más perverso que torturar animales inocentes en nombre de la solidaridad?

Como cada año, activistas animalistas de distintas organizaciones y colectivos han protestado en Pamplona para visibilizar lo que parece quedar en un segundo plano: los Sanfermines son unas fiestas de violencia y crueldad para los animales. Sin embargo, miles de personas acudirán a dejar su dinero en la ciudad durante estos días, obviando su contribución directa al sostenimiento de una celebración anacrónica que supone una vergüenza para cualquier sociedad que pretenda llamarse civilizada.

Los Sanfermines tienen más en común con el Toro de la Vega que con un gran evento cultural digno de reconocimiento internacional. Sí, Pamplona estos días se parece mucho a Tordesillas. Comparten la defensa irracional de la tradición por encima de los valores, la indiferencia hacia el sufrimiento de los que no pueden defenderse, la falta de innovación y de coraje para dar un paso al frente con propuestas de ocio y diversión ajustadas a los tiempos que vivimos.

¿Puede entenderse Pamplona sin el encierro y sin las corridas de toros durante sus fiestas de San Fermín? Posiblemente lo que no puede entenderse es que en el s. XXI sigamos exportando la peor imagen de nuestra cultura manteniendo de forma invariable una fiesta cuyo leitmotiv es el maltrato animal. Hacerlo es cerrar los ojos a la evidencia, desoír el avance social a nivel nacional e internacional que claramente se posiciona a favor de la búsqueda de alternativas al uso de animales en espectáculos.

La Plaza de Toros de Pamplona cuenta con 20.000 localidades, una cifra ridícula teniendo en cuenta que la población de la ciudad se quintuplica durante estas fechas. Es decir, el mayor impacto económico para la ciudad no reside en el maltrato animal, pero continúa siendo el hilo conductor del encuentro.

Si Pamplona, sus gentes y gobernantes quieren, unos Sanfermines sin animales son posibles, celebrándose el resto de la fiesta y sustituyendo tanto el cierro como las corridas por nuevas fórmulas de diversión.

Qué orgullosa podría sentirse Pamplona si tuviera el valor de situarse en la vanguardia y convertirse en un ejemplo de compromiso con los valores para la convivencia. Cuántos miles de personas más acudiríamos a disfrutar de su San Fermín y acompañaríamos a la ciudad celebrando su evolución.

La tauromaquia pertenece al pasado, a las páginas oscuras de la biografía de nuestra cultura, esas que mirarán con horror e incredulidad las próximas generaciones preguntándose cómo podíamos aplaudir viendo a un animal acuchillado que se ahoga en su propia sangre retorciéndose hasta morir.

Proteger a los animales frente a la crueldad, defenderlos de la violencia, rechazar la tauromaquia y los Sanfermines tal como los conocemos, es estar en el lado correcto de la historia.

¿Deseas dejar de recibir las noticias más destacadas de cuerpomente?