Feminismos fermentados

El ritmo del pan de masa madre nos recuerda que solo las personas están pendientes del reloj. Al planeta en general no podría darle más igual.

Feminismos fermentados

Queridas Mentes Insanas,

Me he despertado feliz de la vida en una casa de campo con dos brujas, Anna y Amanda que hacen cosas raras con lo que encuentran por ahí. Es decir, que caminan por el campo y recogen lo que para mí son yerbajos y los cocinan, hacen ungüentos, perfumes y de todo.

Nos pasamos la noche de ayer sentadas en una cocina, como señoras de verdad, como señoras de otro tiempo que tienen eso, tiempo, nosotras tres, Vanessa y MasaMadre, que es una organisma viva que tiene mi edad: 45 años como 45 soles, y sigue ahí tan pancha, metida en un bote y alimentándose de oxígeno, harina y el amor que le dan sus brujas.

Tener una cosa metida en un bote que tiene tu edad y está viva ha sido una experiencia de esas que me ponen la cabeza en explosión de partículas. Su masa madre lleva todos estos años haciendo panes diarios. Diarios. Haciendo un cálculo de esos de persona de letras, nos dan 16.425 panes que son los días que llevamos ambas pululando por el planeta. Y cada pan es distinto, me dicen.

¿Qué he hecho yo en esos 16.000 días? Pues muchas cosas, no nos engañemos. Pero ni todas comestibles, ni todas buenas, ni todas amables, ni todas nada.

Amanda me ha recomendado un libro: El arte de la fermentación, de Sandor Ellix Katz, que es un poco como mi Lynn Margulis, la bióloga poeta filósofa maravillosa que a través de cualquier bichito te hace entender no solo el universo sino tu vida concreta.

Sandor cuenta que los tiempos de la fermentación tienen relación con nuestros tiempos de vida real: la paciencia, el cariño, la observación, el vínculo con el pasado, con el presente y el futuro. Todo cosas que me resuenan con el feminismo, con la vida feminista.

No con la teoría y el blablableo, que me tiene muy aburrida, la verdad, sino con la práctica feminista del día a día, en las cosas pequeñas y que no tienen visibilidad alguna ni te dan chupipuntos sociales de ningún tipo.

Sandor cita a Blair Nosan, “la fermentación requiere ciclos por nuestra parte: tenemos que regresar, inspeccionar, refrescar y renovar”.

La vida feminista tiene esas cosas también: tenemos que regresar a lo visto, lo vivido, lo sentido, lo pensado. Inspeccionar y inspeccionarnos, mirar desde un lugar nuevo, ponerle nuevos ojos. Tenemos que refrescar lo que vivimos y lo que pensamos, nuestra manera de estar para renovarla. Si queremos cambiar cómo suceden las cosas, no podemos seguir haciéndolas de la misma manera una y otra vez (esto no lo digo yo, creo que lo dijo Einstein).

Amanda, que hace pan con la masa madre, dice que el pan hecho de esta manera tiene sus propios ritmos y te tienes que adaptar a ellos. Tanto el pan como la masa madre pasan de los tiempos humanos, porque los tiempos humanos son solo eso, aunque nos empeñemos en hacer pasar el mundo por nuestros relojes. Pero el mundo pasa, la verdad. Este pan tiene sus ritmos y si quieres pan, te tienes que adaptar y aprender a aceptar ese ritmo, y regularte con él.

Ahora se me vienen a la cabeza los amores y las prisas amorosas, y las redes afectivas que implosionan porque le imponemos el ritmo de un deseo sin entender que la red tiene sus propios ritmos.

Y pienso también en los duelos. En las prisas que les damos a los duelos para que se acaben ya que tenemos prisa y no, los duelos también tienen sus tiempos, digan lo que digan nuestros relojes.

Ahí os lo dejo. Me vuelvo a mirar la masa madre y a disfrutar de esta calma.

¡Feliz lentitud, Mentes, y feliz semana!

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