Las violaciones que importan y las que no

Decenas de hombres poderosos de Hollywood han sido acusados de abusos sexuales. ¿Por qué algunos sufren las consecuencias y otros siguen haciendo películas?

Kevin Spacey violacion

Queridas Mentes Insanas,

Si la semana pasada tenía la cabeza en plan explosión de partículas hoy estoy con la sensación de que las partículas explotaron y jamás volvieron a mí. Y estoy tan lenta como pesada.

Ya hace días que quería hablar de la cultura de la violación, y fijaos cómo es la cosa que la dejas pasar unos días y se te acumula el trabajo que no veas. Por ejemplo, aún no me ha dado tiempo de abrir la boca con el tema de Kevin Spacey y ya le han hundido la carrera.

Por si tenéis la suerte de vivir tan desconectadas del mundo que no sabéis lo que ha pasado, ya os cuento: que resulta que Anthony Rapp (que no sé quién es, pero es actor) lo ha denunciado por haberlo acosado sexualmente en 1986, cuando Rapp tenía 14 años y Spacey 26. Ha sido salir la denuncia y, en plan dominó, los proyectos profesionales de Spacey han caído uno a uno.

No solo han cancelado las series en las que participaba, sino que el director Ridley Scott ha cogido la película que tenía a punto de estrenar y ha borrado a Spacey en todas las escenas que tenía, y ahora lo va a sustituir por otro actor. Ni os cuento: un trabajón y un dineral.

Kevin Spacey, La Manada y otras violaciones del montón

A mí todo esto me parece estupendo: estoy hasta el moño del abuso sexual, del acoso y de todas estas porquerías. Duro con ellos. Pero lo que me fastidia es que aquí hay gato encerrado, y el gato se llama homofobia.

Vamos a hacer un recuento rápido: Woody Allen ha sido acusado de abusos sexuales por su hija Dylan Farrow cuando ella tenía 7 años. Siete. Allen no ha perdido ni un solo proyecto y ahí está, presuntamente inocente, mientras su hija ha sido perseguida y puesta en duda por todos los medios de comunicación y todos los chascarrillos habidos y por haber.

Días después del escándalo de Spacey, dos mujeres acusaron a Dustin Hoffman de haberlas acosado, y tampoco ha pasado gran cosa. Bill Cosby tiene denuncias de 60 mujeres, sesenta, y ha salido en libertad bajo fianza. La famosa escena de la mantequilla en El último tango en París, es una violación real a Maria Schneider que planearon en secreto el director Bernardo Bertolucci y Marlon Brando. ¡Sorpresa! Y tampoco ha pasado gran cosa.

Estamos estos días conmocionadas, así lo digo, por cómo se está desarrollando el juicio de la violación múltiple de los San Fermines, con la violada investigada por detectives privados, con su identidad publicada y con todo un circo mediático puesto en si ella resistió o no, ella, con 18 años, y cinco tiarros encerrándola en una portería de noche. Ahora que estamos en esas horas de querer quemarlo todo, me pregunto cuánto tiene de homofobia el castigo hacia Spacey y cuánto de hipocresía y machismo todo lo demás.

Y claro, no voy yo ahora a ponerme a defender a Spacey: al infierno con él. Pero la cultura de la violación y la homofobia también van ligadas.

La masculinidad brutal, que no son todas las masculinidades sino que es la masculinidadbrutal así, escrito junto, se cree con permiso de hacer lo que quiera con otros cuerpos que no son vidas, que solo son cosas. La masculinidad brutal siente asco por las mujeres y por los hombres amujerados, y se siente humillada cuando un machote como ellos resulta que no es tan macho como creían.

Así que lo que está sucediendo con Spacey no es un escándalo por violación o por acoso, sino que es más de lo mismo. No resuelve nada, sino que refuerza la cultura de la violación que empieza en Hollywood y pasa por Pamplona para atravesarnos a todas en cualquier momento.

¡Feliz semana, Mentes!

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