Queridas Mentes Insanas,
La semana pasada os hablé de mi community manager (bueno, no mía, sino la de Mente Sana, se entiende) y aunque se lo ha tomado con humor, me apunta que ella no es CM sino CW, que viene a ser una M al revés, quieras o no. Coordinadora de Web. Dicho queda.
Después de esto, he decidido portarme bien y hacer caso a mis jefas que, a fin de cuentas literalmente, me salvan la vida cada fin de mes. Mi CEO (la CEO de Mente Sana, se entiende también) me propuso escribir cosas de actualidad, y voy a hacerlo.
Hoy os hablo de Halloween. No aclaró si la actualidad tenía que ser actual, y mi reloj interno es lento como él solo, así que voy con algo de retraso respecto al mundo real.
Mi terapeuta también me dice que los tiempos emocionales no son los mismos tiempos que los sociales. Vamos, que tu cabeza puede tener clara una cosa pero tus tripas van a otro ritmo, así que estoy plenamente justificada.
En mi última visita a Galicia aprendí muchas cosas y, como una es de origen gallego, voy a sacar orgullo aquí: Halloween no es yanki, sino gallego. El Samaín.
El Samáin, el Halloween que nos copiaron los americanos
No es broma. Es una tradición celta que los irlandeses se llevaron a Estados Unidos y de ahí a Hollywood y ya todo el percal liado. Me contaron, y hablo de memoria y seguramente poetizando las cosas, que la cosa va de telas.
Hay una tela entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, y la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre esa tela es tan fina que unas y otras se pueden ver. Es la oportunidad para reunirse con nuestros antepasados, cosa que en una época de presente continuo, donde todo dura lo que dura un muro de Facebook, no nos iría nada mal. La memoria histórica, que le dicen.
No recuerdo bien de qué iba la cosa de la calabaza, pero sé que en algún momento de la historia no fueron calabazas sino calaveras (ríete tú de los celtas) y que fue el cristianismo el que inició la costumbre de ponerle la vela dentro como metáfora del alma.
No sé si lo que voy a decir ahora viene a cuento, pero me he tomado hoy tres cafés y tengo la cabeza rollo explosión de partículas. Me he acordado, hablando de los celtas, de los vikingos; las explosiones de partículas son así.
Hasta hace poco se daba por hecho que las tumbas de guerreros vikingos eran eso, tumbas de guerreros vikingos. Como tenían hachas y honores y espadas y hasta caballos en la tumba y nosequé, pues se concluía, sin pensarlo demasiado, que eran hombres. Del tipo “tienes un patriarcado metido en el ojo”.
Pero ahora se han liado a hacerles pruebas de adn y, ¡caracoles! resulta que muchas eran vikingas. Grandes jefas guerreras vikingas. Y nosotros aquí venga a comprarles lo de los guerreros vikingos y valkirias.
En el caso de la tumba (el tumbón, porque pedazo tumba) Bj 581 en Birka, Suecia, lo han descubierto 136 años después de encontrar la tumba. Y digo yo dos cosas.
- La primera: vaya nombre más chusco para un tumbón guerrero.
- La segunda: ¿por qué dieron por hecho que era un hombre y se ha tenido que demostrar que no lo era, y no a la inversa?
Pues eso.
Y, por cierto, esta ha sido la entrada número 13 del blog. Para seguir con el pensamiento mágico, que buena falta nos hace.
Feliz Samaín y feliz semana, Mentes.