Los rollos, las amistades con sexo o las relaciones sin compromiso en general son cada vez más comunes: son amores de baja intensidad y los aceptamos principalmente –nos decimos– porque nos ofrecen muchas ventajas:

  • Todo resulta más sencillo. No hay problemas de convivencia, no hay espacio para los celos ni los dramas, no nos complican la vida.
  • Podemos seguir llevando nuestra vida. No nos quitan demasiado tiempo, no nos alteran la vida ni los horarios, no nos llevan a hacer grandes cambios.
  • Podemos mantenerlo en secreto. No tenemos que presentar a nuestra pareja a nuestro círculo de amistades y o familiar. Pueden permanecer en la clandestinidad meses, o incluso años.
  • Gozamos de más libertad. Podemos tener un amor de baja intensidad completamente fuera de nuestras redes afectivas: son amores de poca importancia, amores que surgen y se apagan, amores que nos permiten, además, tener otros amores y otras relaciones.

Ahora bien, ¿son todas estas facilidades realmente las que andamos buscando? ¿O en realidad nos encantaría complicarnos un poco más y vivir un romance lleno de emociones y de experiencias lindas? Si profundizamos más en la naturaleza de estas relaciones, quizá nos daremos cuenta de que no las queremos.

Los problemas de los amores de baja intensidad

Uno de los primeros problemas de este tipo de relaciones de bajo compromiso es que cuando no hay muchas ganas de profundizar y evolucionar, se estancan. Llega un momento en el que no dan da más de sí. Se acabó.

En segundo lugar hay que tener en cuenta que estos amores más tranquilos también son más superficiales y aburridos: te ves un día a la semana o cada dos semanas, cenas y follas. Y al día siguiente sigues tu vida tan tranquilamente, cada cual por su lado. Sin más emoción.

Además, todo funciona bien mientras las dos personas quieren vivir un amor de baja intensidad. Pero, ¿qué ocurre cuando uno de los dos miembros de la pareja tiene que adaptarse al modelo amoroso que el otro desea? ¿Qué pasa cuando uno siente emociones intensas y quiere vivir a fondo su relación amorosa pero el otro no? Pues pasa que el sufrimiento está asegurado.

Una de las cosas que más nos hace sufrir en el amor es no sentirse correspondida al mismo nivel y con la misma intensidad: todas las relaciones en las que hay un desequilibrio en el deseo y los sentimientos de cada cual son dolorosas.

Por qué nos conformamos con un rollo

¿Por qué muchas mujeres aceptan el modelo amoroso de baja intensidad cuando lo que querrían sería vivir un romance emocionante? En primer lugar, porque muchas se conforman con las migajas que reciben. Pero hay más razones:

  • Porque esperan que la relación vaya a más. Esperan el “milagro romántico” que hará que la pareja se de cuenta un buen día de lo valiosas que somos y de lo mucho que nos aman. Así suele suceder en las películas. Es una trampa porque, normalmente, cuando el enamoramiento no es intenso, no surge después. ¿Por qué? Porque la pasión amorosa va disminuyendo con el tiempo y se deteriora con los conflictos, con la rutina, con el aburrimiento y con las ganas de vivir experiencias nuevas.
  • Porque no quieren salir de su zona de confort. Los amores de baja intensidad son ideales para todas aquellas personas que tienen miedo de amar, de abrirse, compartirse y explorar. El mundo está lleno de mutilados emocionales, así que los amores de baja intensidad son perfectos para toda la gente que no desea relacionarse a un nivel profundo, y que no se atreve a vivir el amor con plenitud.

Las consecuencias de aceptar un amor de baja intensidad

Aceptar un amor de baja intensidad cuando en realidad querríamos vivir otro tipo de experiencia sentimental tiene un coste muy alto para muchas de nosotras.

Nos han educado para vivir el amor pasional al estilo tsunami, así que vivir amores de baja intensidad nos deja como cuando comes cualquier cosa para calmar el hambre, pero no puedes saborear la comida porque no tiene sustancia.

Es conformarse con lo que hay, comerse un plato cocinado sin amor para llenar el estómago. Sin vivir el éxtasis que se siente con una comida fabulosa.

Tenemos que controlar y contener nuestras emociones. Debemos reprimirlas, disimularlas y cumplir con lo que se espera de nosotras: que no pidamos más afecto, que no pidamos más tiempo, que no protestemos y que no exijamos aquello que no nos pueden dar.

Si sucede que nos enamoramos de ese supuesto rollo, entonces nos anulamos como personas porque nos adaptamos al modelo amoroso que nos impone el otro. Perdemos nuestra espontaneidad, nos censuramos a nosotras mismas, y hasta se nos llega a olvidar lo que queremos y lo que necesitamos.

Esto nos genera una enorme frustración porque no nos sentimos libres para sentir y para expresar lo que sentimos. Y porque no podemos construir la relación desde la negociación y los pactos, sino desde la aceptación de lo que nos ofrecen.

A ratos nos surge la rebeldía pero no sirve de mucho si la otra persona tiene muy claro lo que quiere y lo que necesita, si sabemos que prefiere romper la pareja que intentar construir una relación amorosa.

En muchos momentos también se nos baja la autoestima: pensamos que si el amor es de baja intensidad es porque no valemos lo suficiente como para despertar en el otro emociones intensas o para ser elevadas a la categoría de “pareja oficial”.

Así que hay que pensárselo muy bien antes de aceptar una relación de baja intensidad cuando la otra persona nos gusta mucho: duele mucho enamorarse en esas condiciones, de verdad.

Seamos sensatas: no hemos venido a este mundo a sufrir, ni a resignarnos, ni a aguantar, ni a esperar a ver si el milagro romántico incendia la chispa del amor. Hemos venido a disfrutar del amor, de los afectos, del sexo y de la vida.

No nos conformemos con poco. Nos merecemos gente valiente en nuestras vidas: el amor es para gozar, para crecer, y para ser felices.