5 claves para un consumo sostenible sin salirse de presupuesto

Ser ecológico no tiene por qué ser caro. Al contrario, modificando tus hábitos de consumo para reducir tu impacto ecológico, puedes incluso ahorrar dinero.

Consumo sostenible dentro del presupuesto
Imani (Unsplash)

​Se tiende a pensar que el consumo sostenible es caro e inaccesible, pero no tiene por qué serlo con la información adecuada y estos cinco consejos.

1. Distinguir las necesidades reales de las inducidas

Frecuentemente nos encontramos adquiriendo algo, no por necesidad, sino porque es barato, por ocio, por falta de tiempo, para suplir insatisfacciones, porque creemos que nos reporta un cierto estatus, por deseo de pertenencia a un grupo real o imaginario, porque pensamos que refuerzan o comunican mejor nuestras virtudes...

Y tengámoslo claro: todos estos “detonantes del consumo” no son más que un puñado de ideas poco afortunadas por las que consumir. A menudo, ni tan siquiera somos conscientes de ellas. No es de extrañar: las empresas de todo el mundo se dejan un total de 400.000 millones de euros al año solo en marketing: un presupuesto mayor que el de la ONU, o el que muchos países destinan a educación, sanidad o justicia.

Según la agencia Neuromedia, recibimos alrededor de 6.000 impactos publicitarios al día, que nos seducen a través de las redes sociales, el móvil, la navegación online, en prensa, radio, televisión, bloggers, influencers… Y así, acabamos comprando de forma acrítica, emocional o compulsiva. Evitémoslo.

La publicidad nos empuja a consumir de forma acrítica, emocional o compulsiva.

En los años 40 Abraham Maslow desarrolló una teoría psicológica, la llamada Pirámide de Maslow, de gran influencia en la publicidad y el marketing. Establecía que nuestras necesidades están jerarquizadas y son infinitas. Algo que, afortunadamente, comenzó a rebatirse cuatro décadas después por Manfred Max Neef, Martin Hopenhayn o Paul Ekins, entre otros, al entrar esta teoría en conflicto con los límites terrestres y el desarrollo sostenible.

Frente a ello, estos y otros autores exponen que las necesidades son finitas, universales y únicamente nueve: subsistencia, protección, afecto, comprensión, participación, creación, recreo, libertad e identidad

Y, lo más interesante, también sostienen que estas necesidades se cubren de cuatro formas: ser, tener, hacer y relacionarse. No a través de la compra, como nos hacen creer.

2. Consumir poco y bien

No gastar dinero en cosas innecesarias es lo más barato para nosotros y el planeta.

La primera máxima del consumo sostenible es consumir menos y solo lo necesario, porque, como me gusta recordar, según Global Footprint Network (organismo genovés que mide la huella ecológica) anualmente demandamos 1,7 tierras en recursos al año. Es decir, consumimos y producimos por encima de la capacidad del planeta para renovarse. Según la organización WWF, de seguir así, en 2030 serán dos tierras, y en 2050 serán tres.

Cuanto más rico es un país, más consumen sus habitantes, y cuanto más lo hacen, mayor es su impacto en el planeta. Entre el 60% y el 80% de ese impacto proviene del consumo de los hogares. Cambiar nuestros hábitos tiene efecto en la huella medioambiental, pero las cuartas quintas partes de esos impactos no son directamente atribuibles a las personas consumidoras sino que son secundarios, es decir, derivados de las diferentes industrias que fabrican los bienes y productos. Son sus sistemas productivos los que los crean.

Antes de consumir, pregúntate qué estás fomentando con tu dinero y tu consumo.

Por eso, es importante consumir bien: responsablemente, sosteniblemente, o de forma consciente. Y para ello deberíamos estar bien informados sobre qué hay detrás de los bienes y servicios que pensamos adquirir, y qué modelo productivo vamos a fomentar con nuestro dinero.

El consumo responsable, sostenible, consciente, crítico o transformador (como también se llama) es aquel que, además de tener en cuenta las variables de calidad y precio habituales, se preocupa por los impactos sociales y medioambientales de los bienes y servicios, decantándose por las alternativas más sostenibles.

3. Alquilar, cambiar, trocar o pedir prestado

Antes de comprar existen muchas opciones como el alquiler, el intercambio o el pedir prestado que nos evitan tener que adquirir un montón de utensilios, enseres, prendas, vehículos, herramientas, etc.

Son opciones accesibles económicamente, y con un impacto ambiental positivo, puesto que optimizan los recursos terrestres existentes (y limitados) empleados en ellos, así como su mano de obra.

Con estas opciones reduces tus gastos y a la vez no contribuyes al uso de nuevos recursos.

Además, muchos productos a menudo se usan una vez, o se infrautilizan. Y al recurrir a estas opciones, no gastamos innecesariamente nuestro dinero, ni más recursos planetarios.

4. Hacer uno mismo las cosas

Nuestra acuciante falta de tiempo nos lleva a recurrir a formas de consumo fáciles y es habitual relegar habilidades esenciales, incluso las relacionadas con los cuidados hacia uno mismo, los demás o la naturaleza. Por ejemplo, cocinar, reparar, coser, cultivar, relacionarnos...

  • Cocinar y elaborar productos frescos ecológicos sale más barato que comprarlos procesados, o ya elaborados.
  • También coser permite que nuestra ropa dure más, alarga su vida, incluso la reinventa.
  • Reparar prolonga la longevidad de nuestros aparatos u objetos.
  • Y se puede ahorrar realizando productos de hogar, higiene, cosméticos, ropa, mobiliario...

A las diversas industrias les viene muy bien nuestras prisas y falta de autonomía para suplirlas vendiéndonos productos o servicios que muchas veces son de usar y tirar: fast fashion, fast food, comida precocinada, procesada, etc.

Y, aunque puede ser cómodo que nos faciliten ciertos procesos, ser dependientes de industrias que exclusivamente buscan su beneficio porque hemos perdido capacidades y habilidades, o por no sacar un poco de tiempo para atender tareas vitales, nos convierte en seres más vulnerables, manipulables, menos libres de elegir y, sobre todo, menos soberanos respecto de nuestras vidas. Nos resta libertad a la hora de comer potenciando nuestra salud, de no adquirir más (pudiendo arreglar, cambiar, etc.) y, simplemente, de decidir qué queremos y cómo.

Cada vez sabemos hacer menos cosas, porque las delegamos en otros. Esto nos hace más dependientes y vulnerables.

Consumir conscientemente implica ir más allá de la compra. Así que..

  • "Haz" lo que más te motive: el pan, el almuerzo, los adornos de Navidad, una bufanda, un cosmético, un producto de hogar, una mesa, un perfume, ir en bicicleta...

Hacer nosotros las cosas nos libera, nos empodera y nos vuelve menos dependientes de empresas que quieren hacerlo todo por nosotros (para cobrarnos por ello). Nos hace más resolutivos, creativos. Nos permite ahorrar y opinar con criterio. Nos hace valorar cómo se hacen las cosas –el tiempo, el esfuerzo y el dinero que requieren–, así como apreciar mejor lo que poseemos.

“Hacer”, al igual que relacionarnos, ahorra dinero.

5. La unión hace la fuerza

Participar en experiencias colectivas (grupos de consumo, supermercados cooperativos, asociaciones vecinales, redes de consumidores, compra directas al productor, mercados sociales; cooperativas de renovables, de telefonía, movilidad, banca, etc.) permite mayor transparencia al consumir y, a menudo, mejores precios.

Ademas, es importante rodearse de “círculos virtuosos” con los que compartir información y prácticas, sobre todo cuando empezamos a familiarizarnos con otros hábitos de consumo más sostenibles, porque el acompañamiento es esencial en cualquier proceso de cambio. De esta manera, todo resulta más sencillo y gratificante.

También se puede frecuentar a otros consumidores responsables (no como si se fueran una “secta”, sino para mantener un sano intercambio de ideas y experiencias), acudir a comercios concienciados, conocer a productores, artesanos, creadores, fabricantes, etc.

Muchas iniciativas sostenibles apuestan por la transparencia permitiendo ser testigos de sus procesos: de dónde vienen sus productos, servicios, cómo se hacen, visitar sus talleres, obradores, fincas... Con ello evitan esa “fetichización de la mercancía” que solo muestra el marketing y la publicidad de los artículos y servicios, pero no su trazabilidad, sus modelos de producción o sus impactos.

Como decía Gandhi: “Solos vamos más rápidos, juntos vamos más lejos”.

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