Cuando una pareja abre su relación, empiezan los cambios: los pactos en la pareja, las rutinas, la forma de comunicarse, los horarios y los tiempos… Hay parejas en las que los cambios se van dando gradualmente, y otras en las que, tras la apertura de la relación, se presenta una “ansiedad poliamorosa”, una necesidad imperiosa por salir a buscar cuantos más amantes mejor.
La ansiedad poliamorosa puede durar semanas, meses o años. La sufren más los hombres que las mujeres (porque los hombres se sienten obligados a demostrar su potencia sexual y su virilidad). Da igual que sean heteros u homosexuales, muchos se comportan como los cazadores, que presumen de las piezas de caza como si cada una de ellas les diera puntos. El objetivo es siempre aumentar el prestigio y despertar la admiración y envidia de los demás.
Las mujeres también hacemos demostraciones de poder a través de la acumulación de conquistas: nos gusta ser deseadas por los hombres porque el patriarcado quiere que creamos que es lo máximo a lo que podemos aspirar en la vida. Pero nuestra feminidad no está en juego, nadie la cuestiona. Y tener muchas parejas a nosotras no nos da prestigio, sino más bien al revés. Además, como nos jugamos más a la hora de tener una relación sexual o sentimental, nos cuidamos más. O deberíamos cuidarnos más.
Los 3 posibles enemigos del tsunami poliamoroso
La poliamoría se vive como un tsunami cuando, después de tomar la decisión de abrir una relación, ambos miembros se lanzan a la búsqueda apasionada de otras parejas para vivir un romance o para vivir noches locas con amantes diferentes. Y esto conlleva varios problemas:
- El primer problema es el tiempo. Apenas tenemos horas al final del día para cuidar y dedicarle tiempo a nuestros amigos, familiares y amantes. Solo disponemos de dos días en el fin de semana, así que si tenemos muchas parejas distintas, tendremos muy poco tiempo para la pareja antigua o la pareja oficial. Y esto puede ser maravilloso para la pareja antigua, que de pronto tiene mucho más tiempo para sí misma y para su gente, o puede ser muy doloroso.
- El segundo problema es la energía. ¿Se puede estar cada día con un amante dando lo mejor de uno mismo? ¿Cómo repartes las pocas horas libres que tienes cuando no estás durmiendo? ¿Y los fines de semana, que solo tienen dos días?
- El tercer problema son los celos. ¿Qué ocurre cuando desplazas a una persona en tu corazón y en tu vida cotidiana? ¿Cómo te sientes cuando tu pareja se enamora locamente de alguien y recibes menos tiempo, menos cariño, y menos energía que antes? ¿Cómo no vamos a sentir miedo ante la posibilidad de que nuestra pareja decida vivir su nueva historia de amor y nos deje? ¿Cómo no sentir miedo ante el poder que tiene para todos nosotros una relación nueva en la que todo suele ser tan, pero tan bonito?
¿Establecer jerarquías, pactar continuamente o emplear la autocrítica?
La mayor parte de los poliamorosos resuelven estos problema de un modo patriarcal, es decir, utilizan las jerarquías para organizar sus energías y su tiempo: tienen una pareja principal y las demás son secundarias. A la principal le dedica más tiempo, a las otras menos. A la pareja principal la quiere, a las demás no las quiere. Es decir, construyen su pareja sobre el amor, y con las demás tienen “solo sexo”.
Así solo tienen que cuidar a su pareja oficial y no se sienten obligados a implicarse ni a comprometerse emocionalmente con nadie más que con su novia o novio. Los demás son sustituibles y se presentan como relaciones sin importancia, relaciones sin amor, relaciones que no son relaciones.
Otras personas poliamorosas no establecen jerarquías de este tipo porque no tienen parejas principales. Viven el amor en redy se organizan de otras maneras. Reparten su tiempo y energías de otras formas, por ejemplo, en base a sus apetencias y ganas, pactando con sus parejas o negociando continuamente los términos de las relaciones en base al tiempo disponible de cada cual.
Además, cuando la situación se desborda, conviene hacer autocrítica: ¿Me acuesto con muchas personas para ganar puntos, o porque me gustan mucho? ¿Quiero tener muchas experiencias poliamorosas o quiero ponerme a la altura de mi pareja y ligar lo mismo o más que ella? ¿Cómo le puede afectar a la gente con la que me relaciono esta necesidad de vivir estas experiencias?
Qué ocurre si es el otro el que colecciona amantes sin control
Hay parejas poliamorosas que compiten como si estuvieran en un concurso para ver quién liga más, quién enamora más, quién es más deseado, y quién tiene más poder. Les encanta contarse con pelos y señales lo que hacen con sus otras parejas y cómo se sienten las otras parejas con respecto a ellos. En estos casos, como los dos andan muy ocupados sumando puntos y presumiendo de sus conquistas, suele ir todo bien.
Cuando uno sigue su vida normalmente y el otro enloquece con la novedad, entonces resulta muy difícil que ambos puedan disfrutar de la relación. Sobre todo cuando el que se ve poseído por la ansiedad poliamorosa intenta conciliar su vida de pareja y su vida de “soltero sin compromiso”. Es complicado vivir ambos estados a la vez. Y sobre todo, resulta difícil que nadie sufra en este proceso.
Es importante cuidarse a una misma, sobre todo en las relaciones heteras en las que el chico sufre de ansiedad poliamorosa. Para ello hay que medir la fragilidad de la masculinidad del compañero y ponerse a pensar en cómo nos afecta a nosotras haciéndonos preguntas como: ¿De verdad queremos vivir en una competición para ver quién liga más, o queremos otra cosa? ¿Es sano relacionarse con gente para demostrar cuánto vales y para ganar puntos en tu carrera? ¿Cómo afecta a los demás esa necesidad de tu pareja de acumular puntos? ¿Cómo trata y cómo cuida a las mujeres con las que se acuesta? ¿Cómo cuida tu pareja su salud sexual y la tuya? ¿Cómo te cuidas tú?