Es cierto que en la guerra del amor, hay parejas que nos mienten y nos engañan, nos tratan fatal y nos hacen sufrir mucho. Pero nosotras a veces también nos autoengañamos y nos hacemos boicot a nosotras mismas.

Nos pasa generalmente cuando sufrimos bajones de autoestima, cuando no conectamos con nuestro poder, cuando no nos queremos y no nos cuidamos a nosotras mismas. Sucumbimos a la droga del amor aunque seamos conscientes de que nos está haciendo daño y de que deberíamos parar la fiesta, desintoxicarnos, tomarnos unas vacaciones, y dedicarnos a nosotras mismas.

Esto nos hace mucho daño a todas porque al auto engañarnos estamos, de alguna manera, colaborando en nuestra propia destrucción.

Recordemos que el patriarcado nos quiere tristes, amargadas, deprimidas, débiles, atontadas, acomplejadas, inseguras, doloridas, en guerra contra nosotras mismas y contra las demás, traumadas y llenas de miedos. Y a veces sin darnos cuenta colaboramos con el patriarcado haciéndonos daño a nosotras mismas.

¿Por qué no aceptamos la realidad?

Sabemos que podemos dejar la droga del amor cuando queramos, pero no lo hacemos porque es una droga muy potente. El autoengaño es, precisamente, la principal característica de la adicción: por eso resulta tan difícil dejar una droga, por mucho daño que nos esté haciendo.

En teoría nos enganchamos a las drogas y a cualquier adicción en la medida en que sean placenteras. Lo curioso es que somos capaces de pasar muy malos ratos cuando ya la droga no da placer, o apenas da placer, o nos sienta mal todo el tiempo.

Lo aguantamos porque creemos que no podemos vivir sin ella, pero claro que podemos.

El asunto es que para salir de cualquier adicción y de cualquier proceso de autoengaño hay que tomar conciencia del daño que nos hace, y hay que ponerse en modo realista y práctico: “quiero lo mejor para mí, no quiero lo que me hace daño, puedo vivir sin ello, y deseo estar tranquila, y bien”

Explícate las cosas tal como son (y escúchate)

Cuando tienes claro lo que significa estar bien (no exponerse al dolor, ahorrarse el sufrimiento, rodearte de gente que te quiere y te cuida, buscar ante todo el disfrute y el placer...), entonces es más fácil utilizar el sentido común para hablar contigo misma y para analizar tu presente, tus sentimientos, tus relaciones, tus sueños, tus miedos, tus frustraciones, y para evaluar si una relación te compensa o no.

Todas las relaciones pasan por sus crisis y viven sus conflictos, pero si no hay cosas buenas, si no te estás divirtiendo, si no puedes ser tu misma, si no te sientes libre, entonces no merece la pena estar en pareja. Porque el amor es para disfrutar, para crecer, para sentirse acompañada y cuidada. Y si no te están cuidando, si no estás disfrutando, entonces no hay amor del bueno.

Si hay más ratos malos que buenos, no merece la pena la relación. Así de claro.

Para evitar el autoengaño hay que saber escucharse con atención y con amor a una misma, confiar en nuestro instinto y en nuestros conocimientos y aprendizajes, darse prioridad a una misma, velar por nuestro bienestar y nuestra felicidad, y ser valiente para tomar decisiones que nos hagan la vida más fácil y más bonita.

Todo son ventajas cuando abandonas el pensamiento mágico romántico que te tiene esperando el milagro: te pones en modo práctico, te permites ser realista, y tomas las decisiones que más te convienen y más te benefician.

Tenemos que evitar la tentación del autoengaño: bastante tenemos ya con el mito del amor romántico como para encima engañarnos nosotras también. Vamos a cuidarnos mucho y pongamos los pies en el suelo, que estamos cambiando el mundo y cada vez que una de nosotras deja de sufrir por amor, nos liberamos todas.