Enamórate, pero no te olvides del paracaídas

Los humanos nos juntamos sin conocernos para probar a ver si funciona, pero, ¿por qué nos da por enamorarnos y aferrarnos al primero que pasa?

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Desde el principio de los tiempos, los humanos nos juntamos para compartir placeres sexuales, y probamos a ver si nos va bien, si somos compatibles, si hay química, si hay condiciones para vivir un romance. Nos juntamos por curiosidad, para explorar, para descubrir un nuevo mundo a través de otra persona, para gozar como locos, para asomarnos al interior de lo desconocido.

Cuando no hay compatibilidad, o cuando la cosa no da para más, o cuando al conocernos mejor no nos gustamos tanto como el primer día, entonces nos separamos y seguimos nuestro camino cada uno por su cuenta. Este es el escenario deseable, aquel en el que dos adultos que se gustan no ven las condiciones para construir una relación, y se separan amistosamente, felices de haberse conocido y haber compartido un intento de acople.

Cuando sólo uno de los dos quiere seguir a pesar de todo, es cuando vienen los problemas. Porque se sufre mucho cuando nos rechazan o cuando la otra persona deja de sentir atracción por nosotras, y las mujeres somos las que peor lo pasamos porque cuando nos juntamos a alguien caemos con mucha facilidad en la trampa del amor romántico.

Sin saber si hay o no condiciones para gozar del amor, nos da por enamorarnos y sumergirnos en la ilusión de que llegó el “gran amor”, que él es ÉL: la media naranja, el príncipe azul, el hombre de nuestras vidas. Con el enamoramiento segregamos sustancias alucinógenas que nos trastornan un poco el sentido común y nos llevan a creer que esta vez sí, que hemos encontrado a la persona ideal con la que desnudarnos, compartirnos, entregarnos sin miedo.

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Los hombres en cambio, creo que no se dejan llevar tan fácilmente por el espejismo romántico. La mayoría sienten que deben defenderse del enemigo, no dejarse atrapar en una relación formal, no quieren renunciar a su soltería así como así. Para los hombres educados en el patriarcado, su libertad es su bien más preciado, y el amor es una guerra en la que ellos siempre quieren ganar.

Ellos sueñan con encontrar a su princesa, pero no se lanzan al amor hasta que no están seguros de que la mujer con la que han empezado una relación sea una de esas princesas amorosas, abnegadas, leales, sumisas, obedientes, y enamoradas del amor. Les han enseñado que las mujeres somos malvadas, cobardes, manipuladoras, traicioneras, mentirosas e interesadas, y que sólo unas pocas cumplen con las condiciones para ser llevadas al trono del matrimonio

En realidad, es muy difícil que dos personas puedan unirse para quererse y disfrutar del amor, por eso es importante probar, conocerse poco a poco, e ir midiendo la relación para ver si podría funcionar.

La química sexual y el enamoramiento no son suficientes para poder construir una relación: es preciso que haya además un compromiso basado en la honestidad, la generosidad, la solidaridad, el apoyo mutuo, el buen trato, y los cuidados.

Y no todos estamos preparados para tener una relación bonita: hay gente que cree que amar es sufrir, y se dedica a crear problemas donde no los hay. Hay gente tan egoísta que jamás podría formar equipo con otra persona, hay gente sin herramientas para gestionar sus emociones, hay gente que necesita mucho amor pero no sabe darlo, hay gente que necesita mucho amor pero no sabe recibirlo.

Los humanos somos seres muy complejos, y nuestras relaciones son muy conflictivas: no nos enseñan a querernos bien, ni a disfrutar del amor, ni a tratarnos bien incluso en momentos difíciles. Por lo tanto, no nos es fácil vivir una historia de amor cuando nos juntamos de dos en dos, especialmente porque tendemos a idealizar el amor y mitificar a la otra persona.

Sólo nos llegamos a conocer bien con el tiempo, generalmente después de habernos enamorado. Deberíamos poder invertir el orden de los factores, conocernos primero y enamorarnos después, pero nuestras ganas de vivir una historia de amor ideal siempre pueden más.

¿Y cómo podríamos liberarnos las mujeres de esa tremenda necesidad de vivir una historia de amor con quien sea, y completamente a ciegas, sin paracaídas ni medidas de seguridad?

Ayuda mucho tener una buena autoestima, porque cuando nos queremos bien a nosotras mismas, nos cuidamos mucho más a la hora de emparejarnos: queremos lo mejor para nosotras, y sabemos cuál es el precio de enamorarse del primer tonto que pasa por la calle.

Creo que a la hora de relacionarnos sexual y afectivamente nos iría mejor si nos juntamos a los nuevos compañeros sin expectativas, y sin caer en la trampa del romanticismo. Si lo viviésemos como un juego, o como una aventura, podríamos disfrutar mucho más de nuestros encuentros sexuales y de nuestros romances, aunque sean cortos, porque como se disfruta realmente del amor es desde el presente, saboreando el instante, con el tiempo detenido.

Imaginar el futuro nos crea mucha ansiedad, especialmente si nos construimos la típica película romántica en la que “por fin” apareció el amor de tu vida, porque a partir de ahí, todo es decepción.

La frustración que nos genera el no haber encontrado el amor perfecto o la mitad que venga a complementarnos nos impide disfrutar de las relaciones, porque ni existen las princesas rosas, ni los príncipes azules: nadie va a encajar a la perfección en tu ideal romántico, y es posible que tu modelo amoroso ideal no coincida con el de tu compañero o compañera.

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No somos perfectas, nuestras relaciones tampoco: nos cuesta mucho aceptarnos y querernos tal y como somos, y nos cuesta disfrutar de la diversidad amorosa porque nos criamos con el modelo del romanticismo patriarcal, que es un espejismo colectivo. Todas las demás formas de quererse nos saben a poco porque las sentimos imperfectas si las comparamos con el “amor verdadero” basado en la fusión total de dos seres en uno.

Por eso mi propuesta de hoy es que nos liberemos de ese mito colectivo para explorar nuevas formas de relacionarnos y de amarnos, para ir probando y disfrutando de las relaciones con los demás con los pies en la tierra. Diversificar amores, multiplicar los encuentros, conocer gente hermosa y probar a quererse un ratito: tanto si funciona como si no, es maravilloso poder relacionarse con libertad el tiempo que nos apetezca, y poder separarse con cariño cuando termina.

El éxito de una relación no es que sea eterna o dure mucho, sino que mientras dure, podamos disfrutarla ambos, y cuando ya no haya disfrute, que podamos separarnos sin traumas, y sin dramas. Probar nuevas formas de vivir el amor y de relacionarnos es una aventura maravillosa y liberadora, os invito a liberarnos de la espera y la esperanza, y a poner los pies en el suelo para vivir otras dimensiones del amor.

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