El amor no es para cobardes: cuando tenemos miedos, las personas construimos muros gigantes que impiden el amor. Porque entonces no logramos articular una palabra sobre lo que sentimos, ni podemos expresar nada de lo que le nos ocurre por dentro y así es casi imposible construir el vínculo. Así es cuando el amor duele.
El miedo nos paraliza, nos empequeñece, nos vuelve insignificantes, nos pone tacaños y a la defensiva. Pero cuando somos valientes, cuando no hay muros, ni presas de contención, ni obstáculos en el camino, es cuando podemos lanzarnos a la fiesta del amor. Cuando sentimos que la otra persona tiene las mismas ganas de enamorarse que nosotras, entonces no hay quien nos pare.
¿Cómo es el amor valiente y generoso?
El amor requiere de mucha valentía y también de mucha generosidad. Porque cuando dos personas se enamoran abren su corazón para mostrarse tal como son, sin máscaras, sin miedo al qué dirán, sin miedo a ser atacados o ridiculizados por la otra persona.
Los amantes se conectan a un nivel muy profundo, con mucha intimidad y también con mucha intensidad. Pasan horas y horas hablando y escuchando a la persona de la que se están enamorando.
Para que el amor nos lleve a los cielos tenemos que ser capaces de estar desnudas, abiertas y accesibles. Con unas tremendas ganas de vivir una historia de amor y de disfrutarla a tope.
Cuando nos abrimos al amor, la otra persona puede bucear en nuestras profundidades, ver nuestra fragilidad y nuestra fuerza, nuestro poder y nuestros miedos, nuestros sueños y traumas, nuestras luces y sombras.
¿Por qué construimos muros?
No todo el mundo puede quitarse la máscara y desnudar el alma (o no todo el mundo quiere). La gente tiene miedo de que los demás se rían de ellos, se decepcionen, o utilicen la información que tienen para hacerles daño.
No es fácil confiar y darse con generosidad y transparencia a alguien. Por eso cuando ocurre se crea una magia especial entre las dos personas que no es exclusiva del amor romántico.
Todos tenemos un personaje y nos cuesta mostrar nuestro verdadero ser por miedo a que no nos acepten tal y como somos. Atrevernos a mostrarnos tal como somos y a contar muchas cosas que no contamos a los demás (porque queremos cuidar la imagen que damos) requiere valentía.
Es todo un reto el poder compartir los recuerdos buenos y malos, los aprendizajes, las heridas, los sueños, las alegrías, las pesadillas, los fracasos y los éxitos en las batallas que hemos librado en la vida.
También es un reto confiar las pérdidas, los puntos débiles, las manías, los miedos, las adicciones, los abusos que hemos sufrido y hemos cometido, las decisiones que hemos tomado, la gente a la que hemos querido, las meteduras de pata y las tonterías que hemos hecho en la vida.
No nos conformemos con amores cobardes
Es difícil compartir nuestras intimidades. Pero hay que ser valiente en el amor porque sin honestidad no es posible construir una relación de confianza ni un amor compañero.
Y también debemos ser valientes para exigirles a nuestros amantes que se abran del mismo modo. Porque para que dos personas puedan quererse deben poder mostrar al niño y a la niña que llevan dentro, mostrarse sin miedos, aprender a compartir todo aquello que son y todo lo que han vivido y están viviendo.
Debemos rodearnos también de amigos valientes que sepan querer bonito. Porque para que una amistad sea sólida y duradera las personas también tienen que ser generosas y honestas. Tienen que tener ganas de conocer, de dejarse conocer, de compartir y de construir una relación bonita.