¿De qué echamos mano cuando no tenemos tiempo ni ganas y la despensa está medio vacía? Los congelados siempre pueden venir al rescate. Sean comprados o caseros, tener una reserva en el congelador con cosas que pueden ir directamente a la sartén (al vapor o cocidas) te puede salvar en los momentos de más pereza y/o en los de falta de previsión.

Como yo tampoco tengo tiempo infinito para hacer compras o para cocinar entre semana (sobre todo por las noches), cuando salgo a comprar me acuerdo siempre de recargar unas cuantas cosas en mi congelador. Para mí los básicos son espinacas congeladas, frutas variadas, cereales y legumbres.

Los cereales siempre los hago yo y los congelo, pero en alguna ocasión me viene bien tener un arroz con verduras listo para saltear. Comparto con vosotros estas tres opciones y cómo hacerlas en casa para que siempre tengáis stock de alimentos básicos y baratos.

1. Frutas congeladas

Salen muy bien de precio y vienen ya peladas y cortadas. Son una muy buena manera de tener frutas listas para batidos, smoothies y helados sin depender de la temporada.

Suelen vender fresas, frambuesas, frutas del bosque, mango, etc., en supermercados; en tiendas asiáticas y de productos latinos puedes encontrar también papaya, lulo o naranjilla, moras, maracuyá, guanábana, jaca, durian…

Es buena idea comprar frutas de temporada y reservar unas cuantas piezas de cada para congelar. La sandía en dados, el melón en triángulos o dados, el plátano en rodajas, la pera en trocitos, etc. Solo tienes que lavarlas muy bien, pelarlas, cortarlas y secarlas con un poco de papel de cocina antes de meter en bolsas de congelación o recipientes aptos y bien cerrados.

No olvides escribir la fecha en la que los metes al congelador para poder calcular el tiempo que llevan. Lo normal es que te duren de 3 a 6 meses.

2. Cereales congelados

No es tan común como las frutas y ciertas verduras, pero sí puedes encontrar en el apartado de congelados de los supermercados arroces blancos y con verduras congelados y listos para echar a la sartén. Estos arroces vienen ya cocidos y solo necesitan una descongelación (si los quieres comer fríos) o un ratito en la sartén.

Los procesos de congelación industriales no son iguales que en casa, por eso está el arroz de esas bolsas tan sueltecito en comparación con lo que sucede cuando congelamos en casa.

Para eso tenemos algunos trucos:

  1. Para los arroces y cereales que suelten almidón (trigo tierno, avena entera, cuscús): una vez cocidos lávalos con agua fría hasta que se enfríen del todo. Escúrrelos muy bien.
  2. Extiéndelos en una bandeja grande y sécalo con papel de cocina todo lo que puedas.
  3. Añade una pizca de aceite (de oliva, de sésamo, el que quieras) y mézclalo bien.
  4. Pasa tus cereales a los envases donde los vayas a congelar y mételos sin apretar. Si es necesario usa algún envase más, pero no los aprietes, mejor un poco más sueltos.

Para el resto de cereales y granos (como la quinoa, mijo, etc) deja que se enfríen preferiblemente en una bandeja grande (lo harán más rápido), sécalos con papel de cocina y congélalos igual, sin apretar. En caso de duda o si te parece que están muy blanditos, añade una pizca de aceite y mézclalo.

Si quieres enfriarlos rápido también puedes lavarlos con agua fría y escurrirlos, aunque en el caso de los arroces nos sirve para eliminar parte del almidón que queda sobre los granos y que favorece que se queden pegados.

Y muy importante, sea el cereal que sea: no te pases de cocción. Si están demasiado blandos y los granos se rompen con facilidad, es más probable que al sacar y descongelar queden hechos un bloque.

3. Legumbres congeladas

La verdad es que teniendo legumbres de bote, que ni necesitan refrigeración (salvo que el bote esté abierto), las congeladas no ofrecen más ventaja. Eso sí, en los congelados podemos encontrar legumbres que no venden ya cocidas ni secas, o solo frescas en temporada.

Es el caso del garrofó o garrofón, una judía plana supercremosa que no sirve solo para paella, es exquisita en sí misma, los edamames, habitas, habas, guisantes, judías verdes planas o redondas… Cualquiera de estas opciones, aunque sea fuera de temporada, suelen estar disponibles en los congelados y podemos aprovecharlas en cualquier momento de prisas o de despensa vacía.

Hay legumbres más fáciles de congelar que otras si lo hacemos en casa. Por ejemplo los garbanzos ya cocidos, los guisantes (también cocidos) y las habitas tiernas, que no requieren cocción. En estos casos basta con secarlas y congelar.

Pero en otros, como en el de las judías verdes o los tirabeques, si queremos que se congelen bien y después tengan una buena textura, es necesario blanquearlas primero. Es decir, las lavamos, quitamos las hebras, las cortamos, las sumergimos unos minutos en agua hirviendo y las pasamos rápidamente a un bol grande de agua helada (y con unos hielos preferiblemente, porque al pasarlas tan calientes calentarán rápido el agua).

Hecho esto se escurren, se secan un poco y se congelan. Si quieres que se queden completamente sueltas, espárcelas en bandejas y congélalas un par de horas así. Después sácalas, ponlas todas juntas en los recipientes o bolsas de congelación que tuvieras preparadas y congélalas definitivamente.

Es un proceso que consume bastante tiempo, por eso suelo recomendar comprarlas ya congeladas, pero si las has comprado en el mercado, te las han regalado o son de tu huerta, merece la pena congelarlas bien.