Dentro de las clasificaciones de los problemas psicológicos, las fobias conforman un conjunto heterogéneo. Un buen profesional de la salud siempre debe estar bien formado en su reconocimiento y tratamiento, dado que un gran número de personas acudirán a su consulta por algún tipo de fobia.
Esto implica, lo considero de vital importancia, reconocer que los orígenes de las fobias son complejos y diversos. Si no somos flexibles y no utilizamos diferentes enfoques según los problemas que muestre la persona que acude a terapia presentando una (o varias) fobias, su tratamiento puede fracasar y acabar prolongando su sufrimiento.
Con este, comienzo una serie de artículos en los que voy a realizar una clasificación de diferentes tipos de fobias, pero no según el objeto fóbico, como suele ser habitual, sino según su origen. Considero que esta comprensión de la causa subyacente de una fobia resulta más importante y provechosa que saber si la persona siente aversión a las plumas de pájaro o a las alturas.
Cuando un trauma causa una fobia
El primer caso que me gustaría analizar es el de aquellas fobias que ocultan un problema emocional subyacente, puesto que son aquellas que peor resultado obtienen con los tratamientos tradicionales que se enseñan en las facultades de Psicología.
En el tipo que nos ocupa, una exposición progresiva al objeto fóbico (tratamiento tradicional) puede ayudar a que la persona llegue a perder el miedo y la angustia que sentía antes, sin embargo, si no se trabaja el origen emocional que alimentaba a la fobia, es probable que, pasado algún tiempo, la persona presente una nueva fobia. El origen de esta nueva fobia, que no se ha trabajado, seguirá siendo el mismo, sin embargo su manifestación fóbica habrá mutado.
Tenemos que comprender que para estas personas, la fobia representa una válvula de escape a través de la cual, se permiten expresar las emociones reprimidas causadas por el verdadero trauma (que permanece oculto). Quizá, las emociones del pasado no estuvieron autorizadas o tuvieron que ser ocultadas y acalladas.
No obstante, incluso de forma inconsciente, las emociones, también las escondidas, siempre están presentes, nos afectan, e incluso, pueden llegar a enfermarnos. En el caso que nos ocupa, la mente busca una manera de dar rienda suelta a esas emociones a través de la fobia.
Tal vez, a aquel niño que le mordió un perro, en aquel momento, todo el mundo le dijera que no podía llorar porque llorar no es de hombres y, de esta forma, le obligaron a reprimir su sufrimiento y su dolor. Pero si su dolor y su miedo eran tan fuertes que no podían ser encerrados, quizá el pequeño proyectó estas emociones en un detalle como el color negro del perro que le mordió. Décadas después, es posible que el adulto ya no recuerde el dramático episodio, sin embargo, seguirá sin poder ponerse ninguna prenda de color negro.
Imaginemos otro caso en el que una niña es maltratada por sus padres. Independientemente de sus acciones, recibe a diario gritos, amenazas e, incluso, algún que otro golpe.
La niña sabe que este trato es injusto, pero no puede hacer nada por defenderse, ni siquiera protestar. Por otro lado, su familia, el cura de la iglesia y toda la sociedad, le inculcan la idea de que debe amar a sus padres que tantos esfuerzos realizan por ella. Además, si se atreve a manifestar la más mínima queja, la tachan de desagradecida.
Su frustración, su rabia y su sentimiento de injusticia no pueden ser expresados y, quizá, años después, como Belén, desarrollará una fobia a los payasos porque en algún momento asoció a sus padres con estos personajes y pudo, así, permitirse expresar todo aquello que tuvo que callar.
Cómo tratar las fobias según su origen
En todos estos casos, como podéis imaginar, si forzamos a la persona a acercarse a su objeto fóbico y a perderle el miedo, la estaremos privando del mecanismo que le ayudaba a aliviar la presión emocional que sentía en su interior. Y, de nuevo, igual que hizo en el pasado, su mente volverá a buscar una forma de descargar esas emociones dañinas, esta vez, creando una fobia diferente.
El trabajo terapéutico con estas personas no debe centrarse en el objeto de su fobia, sino en trabajar el trauma original que la provocó. A través de las emociones de angustia y miedo, podremos retroceder en el tiempo para llegar al origen real de su dolor y comprender qué fue lo que vivió el niño o la niña en el pasado. Entonces, en terapia, podrá permitirse expresar todas las emociones reprimidas y colocar cada una en su lugar. La fobia remitirá, ya no será necesaria para drenar ningún dolor porque el dolor original estará sanado.
Belén, la chica con fobia a los payasos, pudo olvidarse de este miedo durante su tratamiento, cuando fue capaz de gritar y de descargar todo el dolor y la injusticia que había sufrido de pequeña. Reubicando sus emociones, su cuerpo ya no tenía necesidad de buscar una forma alternativa de expresar el dolor original.