Desde hace más de diez años, compagino mi trabajo en la consulta con la divulgación de los últimos conocimientos sobre psicología infantil y crianza natural o respetuosa.
Tras leer alguno de mis artículos, ver uno de mis vídeos o asistir a una de mis charlas o talleres, muchas madres me consultan angustiadas comentándome que están pasando por momentos especialmente delicados de crisis con sus parejas.
La situación que me plantean, en la mayoría de los casos, es similar. Por lo general, me describen un aumento de las discusiones y un distanciamiento con sus parejas hasta el punto de haber pensado en la separación.
Los hijos como origen de las crisis
Cuando investigamos un poco más sobre la crisis que están atravesando, nos percatamos de que esta suele tener su origen en la llegada de los hijos y que se manifiesta de forma especialmente virulenta en las diferencias sobre el estilo de crianza que cada miembro de la pareja cree adecuado para la educación de sus pequeños.
Con frecuencia, en la parejas enfrentadas sobre la forma óptima de criar a sus hijos, los desencuentros aumentan a medida que las criaturas van creciendo.
Las desigualdades entre la pareja se manifiestan de forma mucho más evidente.
Al principio, cuando son bebés, a todo el mundo le resulta más fácil comprender que sus pequeños son seres indefensos y que necesitan muchísimos cuidados y atención continuada. Pero eso cambia con el tiempo.
A medida que los hijos van cumpliendo años, comienzan a surgir situaciones más complejas respecto al estilo de crianza que cada uno desea practicar.
¿Por qué surgen contradicciones en relación con la crianza?
La llegada de un bebé supone un cambio trascendental en la vida de una pareja y cada miembro, dependiendo de su historia personal y de la mochila que cargue, lo asume de manera diferente.
En los casos que yo he recibido en consulta, el padre suele decantarse por repetir el tipo de educación opresiva recibida en su propia infancia.
La madre, por su parte, suele preocuparse por leer, investigar y cuestionar todos los asuntos relacionados con la educación y la crianza de los hijos.
Aunque muchas de estas madres vienen de familias tradicionales y recibieron una educación rígida y autoritaria, gracias a la llegada de su bebé, emprenden un camino de evolución personal que las acerca a una crianza mucho más apegada y respetuosa con las necesidades y ritmos de sus hijos.
Por ahora, resulta mucho más infrecuente e inusual que el padre se preocupe por investigar sobre los cambios personales que supone la llegada de un hijo. Siguen repitiendo, sin apenas cuestionarlo, el estilo educativo de sus familias.
Por lo general, ellos prefieren desear que todo se mantenga igual que antes de ser padres.
A medida que los niños crecen, la madre evoluciona, aprende y cambia patrones dañinos en el vínculo con sus hijos, mientras que muchos padres se quedan estancados deseando que su relación de pareja vuelva a ser semejante a cuando se conocieron.
El caso de Diana, Carlos y su hijo Adrián
En consulta son muchos los casos de este tipo que he atendido en estos últimos años. Uno de los más recientes es el de Diana y Carlos, padres de Adrián (6 años).
Diana comenzó a buscar información sobre parto respetuoso, lactancia y crianza con apego al quedarse embarazada. Cambió muchas de sus actitudes preconcebidas sobre la crianza, oponiéndose, incluso, a las voces de su familia que le auguraban las mayores catástrofes si no “metía en vereda” a su hijo.
Carlos, por su parte, no leía nada de lo que su pareja le mostraba. Aunque Diana llegó a imprimirle 10 copias de un artículo sobre los efectos negativos de los castigos y se los repartió por diferentes lugares de la casa, se negó a echarle un vistazo.
El joven se mostraba reacio a cualquier cambio, estaba convencido de que sus padres lo criaron bien a él y no veía necesario modificar su estilo de crianza tradicional.
Cuando Adrián cumplió los 6 años, Carlos endureció aún más sus amenazas y sus castigos. Aludía que el niño ya era mayor y acusaba a Diana de haberlo consentido demasiado.
Día a día, las diferencias entre los dos eran más evidentes. Cuando acudieron a mi consulta, habían llegado a un punto en el que planteaban la separación.
Liberarse de los patrones tóxicos
Muchas parejas se rompen, debido a este distanciamiento. Hay que asumir que la vida no va a volver a ser la misma que antes de la llegada de los hijos y, si uno de los miembros no está dispuesto a cambiar, la ruptura será inevitable.
La ruptura no llega a producirse cuando el miembro más reticente de la pareja se decide a iniciar un proceso de terapia personal para liberarse de sus patrones tóxicos y no influir negativamente en sus hijos.
Esto fue lo que sucedió con Carlos. El joven comprendió que ciertas actitudes de sus padres no fueron las correctas y trabajó en terapia para buscar alternativas más sanas para todos.
A raíz de su trabajo, tanto la relación con Diana, como el vínculo con Adrián mejoraron hasta el punto que la pareja decidió seguir unida.